"El mariachi loco"
So?¨® que, al no ser Humboldt, podr¨ªa aventurarse por lo extra?o ("No pares, / sigue, sigue...") sin codiciar, ni en broma, que todo el frenes¨ª del verano, tan exagerado en las treguas, le entrara a manos llenas por los ojos. Se predispuso, pues, por lo antedicho y por puro vicio, a tender sobre todo la oreja en pos de las cigarras irreflexivas, catalogadas ya con ritmos de f¨¢bula, y as¨ª a saber si su zumbar cambiaba, con ir s¨®lo de aqu¨ª para all¨¢ un rato, seg¨²n las caprichosas circunstancias geogr¨¢ficas. Y en eso estaba ¨¦l tast¨¢s, cuando hasta el coraz¨®n del sue?o acient¨ªfico le dio por adentrarse, de madrugada, al humilde preg¨®n de la calle: "?A peso, chup¨®n a peso!". Alentado por lo primero que o¨ªa, humilde o no, dedu jo el forastero que se encontraba en pleno territorio azteca, que hab¨ªa salido indemne del caos horroroso de Toluca (all¨ª, para avanzar toparse es poco), de la sopa de m¨¦dula tomada a la orilla de un humedal ros¨¢ceo, de los buenos consejos viales ("No maltraten las se?ales", "Con el vino no hay camino") e incluso de un control de valerosos soldados ("No pares, / sigue, sigue... ") para llegar al fin, justo cuando estallaba un torment¨®n de a¨²pa, a la hermosa ciudad de Morelia.?A peso, chup¨®n a peso!". Azuzado por esa voz tempranera, descendi¨® el forastero a desayunar al diminuto comedor' del hotel donde se alojaba; all¨ª, situada en el mism¨ªsimo centro, hab¨ªa una fuente casi verdadera, rebosante de flores naturales y de patos y cisnes de cer¨¢mica. Tras el primer momento de asombro, al segundo bocado de papaya, consigui¨® concluir que los numerosos e invisibes pajarillos, que en semejante lugar cantaban, anidaban realmente en un hilo musical. Como actitud conciliadora, fue a visitar la Casa de Morelos, una ferreter¨ªa, varias iglesias y una biblioteca p¨²blica. Luego se sent¨® en la terraza de un caf¨¦ del z¨®calo para masticar jugo de mamey. En ese lento salivar, a merced del sabor en la espesura fue cuando unos ni?os, minutos antes entretenidos en anzarse corcholatas embadurnadas de barro, se decidieron a canturrear: 'Tara-paparapapara-pap¨¢, / para-paparapapara-pap¨¢...". Como aseguraban los cl¨¢sicos, el cielo, a pesar de ser mediod¨ªa, no perdi¨® la ¨¢cida frescura de la ma?ana. Pero, a partir de aquel instante inaugural, la melod¨ªa parapapeada se dedic¨® a perseguir por doquier al predispuesto forastero.
Cierto es que alcanzaba a leer las pintadas de Uruapan: "Tinoco, farsante que golpea a los estudiantes". No era tampoco insensible a los atardeceres junto allago de P¨¢tzcuaro. Sin embargo, all¨ª o all¨¢, el "para-paparapa-para- pap¨¢" resonaba en su fuero interno como tambor en Calanda. Fue en Veracruz, en la playa de Mocambo (camarones de Alvarado, cocofitz a destajo, caballos peleones, motos y marimbazos) donde supo que la obsesiva melod¨ªa ten¨ªa letra: "El mariachi loco quiere bailar, / el mariachi loco quiere bailar, / el mariachi loco quiere bailar, / el mariachi loco quiere bailar". Y supuso sin gran esfuerzo que la cancioncilla pertenec¨ªa, como la c¨¦lebre Pulque para dos, s¨ªntesis de la ebriedad, a ese g¨¦nero que se conforma con formular un ¨²nico deseo. Pero, estando ya en Oaxaca, descubri¨® que los m¨²sicos locales a?ad¨ªan este suspiro bastante propio: "?C¨®mo goza el coraz¨®n. Y otra vez: "?C¨®mo goza el coraz¨®n!". Mas no pasaba de ah¨ª la cosa.
Al llegar a la ciudad de M¨¦xico, El mariachi loco ya se completaba hasta las ¨²ltimas consecuencias. No en balde los vendedores callejeros, sem¨¢foro tras sem¨¢foro, venden la imagen del ex presidente Carlos Salinas en forma de vampiro insaciable y con esta popular leyenda: El Chupacabras. Pues bien, los m¨²sicos han abandonado As¨ª se quiere en Jalisco, Tequila con lim¨®n o Agua del pozo para retozar con El mariachi loco: "El Chupacabras quiere chupar, / el Chupacabras quiere chupar, / el Chupacabras chupa por aqu¨ª, / el Chupacabras chupa por all¨¢, / chupa por delante, chupa por detr¨¢s...". Y as¨ª, ma?ana, noche y madrugada
- Por todo ello, ?para-paparapa-para-pap¨¢!, imagin¨® el ingenuo forastero que era El mariachi loco la canci¨®n universal del verano. ?Qui¨¢! Le bast¨® regresar a Espa?a ayer mismo para saber que Macarena arrasaba. Y tuvo que consolarse so?ando que Zedillo y Aznar, mano a mano, iban, y ya estar¨¢n en ello, cachete con cachete, a intercambi¨¢rselas.
Babelia
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