El combate
Canal + emitir¨¢ el jueves Cuando ¨¦ramos reyes, un trabajo perfecto de montaje anal¨ªtico sobre el enigm¨¢tico combate por el t¨ªtulo de los pesos pesados que enfrent¨® a Muhammad Al¨ª y George Foreman en un ring instalado sobre el c¨¦sped -con calvas corroidas por los charcos de sangre de matanzas de prisioneros por el d¨¦spota Mobutu- del esta dio de Kinshasa, Zaire, la noche del 30 de octubre de 1974, en la que medio planeta no durmi¨®.Es (sin ser la mejor) la m¨¢s c¨¦lebre pelea de que hay noticia. Y la m¨¢s enigm¨¢tica: quedan rincones de ella sin indagar y el filme los busca. Es un suceso con aires de leyenda en quienes vivieron lo que en ¨¦l se dirim¨ªa, que era mucho m¨¢s que la supremac¨ªa entre dos colosos (uno en declive y otro en plenitud) del boxeo. La elocuencia (como deportista y como agitador) de Al¨ª y las tumultuosas resacas sociales de donde ¨¦l y Foreman proced¨ªan, convirtieron su choque en un cruce de cables de tan alta tensi¨®n, que se hizo nudo de los ¨²ltimos hilos descolgados de la tormenta hist¨®rica iniciada por el asesinato de Kennedy en 1963 y que cerr¨®, cinco meses antes de este ajuste de cuentas americano en un ring africano, la expulsi¨®n de Nixon de la Casa Blanca.
Norman Mailer, adicto a las peleas y conocedor de sus leyes, intuy¨® el enorme voltaje que pod¨ªa adquirir el combate si Al¨ª -era inimaginable, pero por eso mismo- lo ganaba. Afil¨® su l¨¢piz de cronista de silla de ring y desempolv¨® la mochila de los viajes a lo imposible. Lo imposible ocurri¨® y de ah¨ª arranca el enigma, del que Mailer aventur¨® un desciframiento al tirar del hilo de algo impreciso que qued¨® atrapado bajo su perplejidad. Pensaba pasar unos d¨ªas en Zaire, pero un corte en la ceja derecha de Foreman durante un entrenamiento aplaz¨® la pelea (inicialmente convocada para el 25 de septiembre) y le retuvo all¨ª siete semanas, tiempo de alcohol y tedio en que rebos¨® sus cuadernos de reportero de Esquire y, de vuelta a casa, apil¨® materia para un volumen, El combate, que es su mejor trabaio de cronista de boxeo (350 p¨¢ginas en la edici¨®n de Grijalbo, 1975) y hay quien piensa (y me apunto) que su mejor libro.
Mailer (con 23 a?os m¨¢s) est¨¢ en las im¨¢genes de Cuando ¨¦ramos reyes y tambi¨¦n (con 23 menos) detr¨¢s de ellas: es parte de su cauce oculto. En el filme se alude a este recorrido misterioso de pasada, pero en el libro sorprende la reconstrucci¨®n del itinerario mental que permiti¨® al viejo sauce Al¨ª abatir al joven roble Foreman mediante un c¨¢lculo diab¨®lico de los l¨ªmites de su aguante del dolor, cuya puesta en pr¨¢ctica le hizo vulnerar leyes consideradas sagradas en su oficio.
La paradoja que sostiene esa estrategia procede de la l¨®gica de un suicida optimista: si se dejaba apalear por Foreman hasta l¨ªmites tales que se extenuase su voluntad de pegar, lo vencer¨ªa: "George es un zoquete. Est¨¢ metido en un l¨ªo y no lo sabe. Pero yo s¨¦ c¨®mo tumbar una monta?a", dijo. El trazado de su argucia arranc¨® de meses, tal vez a?os, atr¨¢s; su ejecuci¨®n fue una osad¨ªa sin igual en su territorio; y el camuflaje de ¨¦sta -nadie la percibi¨® y s¨®lo Mailer atin¨® a preguntarse por y para qu¨¦ el maestro de Al¨ª, ?ngelo Dundee, afloj¨® los tensores de las cuerdas del ring minutos antes de la pelea- flota en este documento, donde confluyen superposiciones de ideas en un montaje de im¨¢genes que hay que meter en el saco de lo indispensable del cine reportaje. S¨®lo una queja: ?Por qu¨¦ no hay m¨¢s detenimiento en los 12 minutos que dur¨® el aterrador castigo con que Foreman machac¨® (sin percatarse de que con complicidad de ¨¦ste) a Al¨ª, antes de que el resorte del gamo emergiese del abismo y en ocho segundos y once golpes tumbara la monta?a?
El cine ha quemado mucho celuloide en farsas y tragedias cocidas entre esas cuerdas que afloj¨® -?no se ha encontrado esa huidiza imagen, de la que tiene que quedar constancia entre los miles de instant¨¢neas que ca¨ªan como dardos de luz sobre el ring mientras desatornillaba los tensores?- el viejo lince ?ngelo Dundee; pero pocas veces la intromisi¨®n de una c¨¢mara en una pelea alcanz¨® s¨ªntesis tan intensas y precisas como en Cuando ¨¦ramos reyes, tras la mirada de Mailer dentro de aquella magn¨ªfica locura.
Babelia
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