El redescubrimiento de Cervantes en el siglo XVIII
Cuando, en diciembre de 1995, EL PA?S pidi¨® a 20 escritores espa?oles que indicasen cinco obras espa?olas del pasado que les pareciesen "imprescindibles", 19 citaron la de Don Quijote. (Siguen La Celestina y La Regenta, con ocho votos cada una). Creo que a nadie, ahora, le resulta sorprendente este hecho. Que Don Quijote sea el libro por excelencia de la lengua espa?ola, la Iengua de Cervantes", nos parece obvio.Pero ser¨ªa un error creer que lo mismo pensaron los que vivieron durante los siglos posteriores al-¨¦xito que enseguida tuvo Don Quijote, un ¨¦xito extraordinario, en Espa?a y fuera de Espa?a. El licenciado Francisco M¨¢rquez Torres, en su aprobaci¨®n puesta al frente de la segunda parte en febrero de 1615, asegura que los escritos de Cervantes hab¨ªan sido recibidos "con general aplauso" en Espa?a, Francia, Italia, Alemania y. Flandes. Cuenta de su conversaci¨®n con unos caballeros franceses que le hablaron de la estimaci¨®n de que disfrutaban "as¨ª en Francia como en los reinos sus confinantes". No cita, sin embargo, precisamente la primera traducci¨®n que se hab¨ªa hecho de una obra de Cervantes: la inglesa del Quijote, aparecida en Londres en 1612 y obra de Thomas Shelton. (Pudo ser ignorancia, pero pudo ser tambi¨¦n cautela: Inglaterra no era cat¨®lica) La traducci¨®n francesa del Quijote, de C¨¦sar Oudin, apareci¨® en 1614; influy¨® en la italiana de Lorenzo Franciosini. No cabe duda de que Francia contribuy¨® de una manera decisiva al enorme ¨¦xito de Cervantes en aquellos a?os. Las Novelas ejemplares fueron traducidas al franc¨¦s ya en 1615; su primera traducci¨®n italiana, que es de 1626, es obra de un franc¨¦s (franc¨¦s aunque se llamaba Alejandro Novilieri Crivell¨ª). A pesar de las ¨ªntimas relaciones de Cervantes con Italia (el autor del presente escrito suele afirmar que Cervantes fue el m¨¢s italiano de los grandes escritores no italianos), sus obras llegaron a Italia por tr¨¢mite de Francia.
El ¨¦xito del Quijote, y. tambi¨¦n. de las Ejemplares, fue enorme; pero dur¨® poco, sobre todo en Espa?a: el Quijote no volvi¨® a publicarse desde 1615 hasta 1637; lo fue una vez este a?o, y cuatro veces entre 1662 y 1668; no volvi¨® a imprimirse entre l674 y 1704. Tuvo, pues, s¨®lo seis ediciones (m¨¢s o menos parciales, adem¨¢s) en 90 a?os. Desde 1704 volvi¨® a imprimirse bastante regularmente, con vac¨ªos no superiores a los 10 a?os: he contado 33 ediciones en Espa?a en el siglo XVIII.
Ahora conocemos bastante pormenorizadamente la presencia de Cervantes en Calder¨®n. No hay que descuidar el hecho de que la se gunda parte del Quijote se public¨® en 1615, en Madrid, donde viv¨ªa y hab¨ªa nacido (en 1600) un adolescente precozmente adicto al teatro, Pedro Calder¨®n de la Barca. Calder¨®n cita a menudo a Cervantes, sobre todo en sus a?os juveniles. Contrariamente a lo que afirm¨® en su apresurado curso juvenil Men¨¦ndez y Pelayo, Calder¨®n es un creador de graciosos; en sus graciosos asoma una autoiron¨ªa que, si no deriva de Cervantes, es parecida a Su autoiron¨ªa. La presencia de Cervantes en Calder¨®n es ex pl¨ªcita en El dragoncillo y en Las visiones de la muerte. Esta ¨²ltima obra es seguramente no una obra juvenil: todav¨ªa en sus a?os seniles Calder¨®n sab¨ªa "disparatar adrede", como hacen algunos personajes de Las visiones de la muerte.
De todas formas, el caso de Calder¨®n parece aislado. Podemos afirmar que en toda Europa hay un bache de la presencia de Cervantes a mediados del siglo XVII. La recuperaci¨®n se puede hacer empezar con la nueva traducci¨®n francesa del Quijote, publicada en 1678. Se debe a Francois Filleau de Saint Martin, que, seg¨²n parece, pertenec¨ªa a una familia muy cat¨®lica. La traducci¨®n de Filleau se volvi¨® a publicar durante m¨¢s de un siglo; s¨®lo en 1799 apareci¨® una tercera traducci¨®n francesa, la de Florian.
A la traducci¨®n francesa de Filleau sigui¨® en 1687 una segunda inglesa, de Philips. Pero con ella empez¨® en Inglaterra un fen¨®meno sing¨²lar. Ya en 1700 se public¨® una tercera traducci¨®n, la de Stevens; y enseguida otra de Pierre Motteux (1700-1703); hasta 1774 se publicaron cuatro traducciones m¨¢s, entre ellas la de Tobias Smollett. La de Motteux, sin embargo, fue la m¨¢s difundida. Cosa sorprendente, puesto que Motteux no era ingl¨¦s de nacimiento: era franc¨¦s, y fue a Inglaterra en 1685, el a?o de la revocaci¨®n del Edicto de Nantes, que indujo a muchos protestantes franceses a emigrar. De todas formas, es evidente que en Inglaterra se consideraba el Quijote un libro no s¨®lo "divertido": se le consideraba un libro profundo; traducirlo era algo importante, m¨¢s all¨¢ de las exigencias del mercado. Ya en 1690, John Locke en su Ensayo sobre el entendimiento humano, afirmaba que entre los libros de invenci¨®n ninguno alcanza al Quijote en utilidad, gracia y constante decoro. Los mayores escritores ingleses del XVIII citan el Quijote.
En este contexto hay que colocar la intervenci¨®n de lord Carterer. ?Qui¨¦n era lord Carterer?, supongo que se pregunta mi lector. ?Qui¨¦n sabe hoy en d¨ªa que vivi¨® un lord Carterer? Era un arist¨®crata ingl¨¦s, editor por afici¨®n del Quijote y de las Ejemplares. Carterer queria saber m¨¢s de Cervantes, pasar de la obra al hombre que la escribi¨®. Se sab¨ªa poco de la vida de Cervantes. Le escribi¨® a Gregorio May¨¢ns, a la saz¨®n bibliotecario de la Real Biblioteca, en Madrid, solicitando de ¨¦l una Vida de Cervantes. May¨¢ns acept¨® la propuesta, que de alguna manera le era congenial, porque correspond¨ªa a su afici¨®n a la investigaci¨®n erudita, que, por lo dem¨¢s, era un aspecto de su profesi¨®n. Adem¨¢s, la propuesta ven¨ªa de un arist¨®crata ingl¨¦s. La Vida de Cervantes fue publicada por primera vez en Espa?a, en 1737, y m¨¢s tarde en Inglaterra. May¨¢ns utiliz¨® como fuente todas las obras de Cervantes; de esta forma cre¨® las condiciones para un estudio del Cervantes total, que caracteriz¨® al menos tendencialmente el romanticismo. Ya en 1749 se public¨® una edici¨®n de Ocho comedias y ocho entremeses, la primera despu¨¦s de la publicada por Cervantes mismo. May¨¢ns utiliz¨® espec¨ªficamente los pr¨®logos, que contienen muchos datos biogr¨¢ficos. Pero no empieza con ¨¦l una nueva manera de interpretar a Cervantes. Para ¨¦l, el Quijote es un loco nada m¨¢s, mientras ¨¦l es un hombre razonable. Las motivaciones de lord Carterer, y en general de los ingleses, que ve¨ªan en el personaje implicaciones epistemol¨®gicas y ¨¦ticas complejas, le son ajenas. Los pr¨®logos nos parecen a menudo deliciosos, expresiones de la autoiron¨ªa del autor; pero para May¨¢ns son importantes s¨®lo por los datos que contienen. Thomas Percy, un anticipador ingl¨¦s del romanticismo, juzg¨® la Vida de May¨¢ns un libro "muy soso, sin gusto y pedante"; pero durante muchos a?os, los espa?oles siguieron la interpretaci¨®n de May¨¢ns. Todav¨ªa Quintana, en 1797, insist¨ªa en una cr¨ªtica ret¨®rica, aunque afirmaba la originalidad de la obra, sin decir en, qu¨¦ consist¨ªa. En Las visiones de la muerte, de Calder¨®n, los espa ?oles hubieran podido acaso individuar una anticipaci¨®n de la "reinvenci¨®n" de Cervantes promovida por los ingleses; pero nadie se fij¨® en tal obrita. La reinvenci¨®n de Cervantes fue un hecho sustancialmente ingl¨¦s, un hecho que nos resulta central en la gran narrativa inglesa del siglo XVIII.
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