La pasi¨®n contagiosa por la ciudad
La pasi¨®n del primer Rossi fue el conocimiento. Y su pasi¨®n, contagiosa, pronto fue compartida por quienes le¨ªamos a finales de los a?os sesenta su libro La arquitectura de la ciudad. La ambiciosa tarea que se propon¨ªa Rossi era el pensa la arquitectura de un modo no muy diverso a aqu¨¦l del que se sirven quienes se dedican al estudio de las ciencias naturales. Para ello era preciso, en primer lugar, identificar d¨®nde estaba la arquitectura, cu¨¢l era el territorio que le era propio. No hab¨ªa duda: el territorio de la arquitectura era la ciudad. Y si la arquitectura estaba en la ciudad, era preciso explorar c¨®mo se hab¨ªa construido y cu¨¢les eran los principios que hab¨ªan guiado su desarrollo.Conocer c¨®mo se hab¨ªan formado las ciudades se convert¨ªa as¨ª en clave para hacer arquitectura, una arquitectura en la que la durabilidad, la permanencia de los tipos, los monumentos, era lo que importaba tanto o m¨¢s que las discusiones ling¨¹¨ªsticas de las vanguardias. Justo es reconocer que buena parte de la atenci¨®n que los arquitectos han prestado en estos ¨²ltimos a?os a la arquitectura de la ciudad, y a la conservaci¨®n de la ciudad antigua, se debe a los escritos de Rossi: en su haber es preciso anotar tan importante contribuci¨®n.
Rossi, como arquitecto, se esforz¨® por construir aquella ciudad objetiva, abstracta, que predicaba tras sus estudios y an¨¢lisis de ciudades, culminando sus experiencias proyectuales de aquellos a?os con el proyecto del cementerio de M¨®dena, paradigma de una arquitectura que pretend¨ªa mantener el mayor grado de abstracci¨®n disciplinar sin perder contacto con la realidad.
Pronto se dio cuenta Rossi de las dificultades que acompa?aban a su proyecto, al comprobar que aquella realidad que tan ansiosamente persegu¨ªa era inaprehensible, y que en sus dibujos quedaban depositados sus deseos tanto o m¨¢s que en lo construido. El dibujo iba a convertirse en una realidad "otra" que poco ten¨ªa que ver ya con la ciudad en que se inspiraba. Una realidad "otra" llena de im¨¢genes cada vez m¨¢s personales, m¨¢s propias: Rossi nos ofrec¨ªa todo un mundo de "seres arquitect¨®nicos" m¨¢s pr¨®ximo a la po¨¦tica de los surrealistas que a la objetividad cientifista que buscaba al comenzar su carrera.
Si el primer Rossi trataba sobre todo de ser objetivo, el ¨²ltimo Rossi est¨¢ convencido de que s¨®lo puede dar raz¨®n de s¨ª mismo desde la arquitectura, que tan s¨®lo el sujeto cuenta. As¨ª, el Rossi que viene tras su Autobiograf¨ªa cient¨ªfica nos muestra cu¨¢nto la arquitectura est¨¢ impregnada de sentimiento. La pasi¨®n por el conocimiento se ha tornado en inevitable manifestaci¨®n del sentimiento. Quisiera que estas l¨ªneas transmitiesen al lector la tristeza que me invade al tener que hablar de Rossi en pasado, al ver su vida ya como la historia de un arquitecto cuya carrera profesional puso de manifiesto que incluso en una disciplina como la arquitectura prevalece, al fin, el sentimiento.
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