Respiro para Yeltsin
LA CRISIS que gratuitamente desencaden¨® el presidente ruso, Bor¨ªs Yeltsin, hace un mes, cuando sin motivo aparente destituy¨® a su primer ministro Chernomirdin, ha terminado. Yeltsin dobleg¨® una vez m¨¢s a los diputados e impuso a su candidato. Ahora, Kiriyenko podr¨¢ formar el nuevo Gobierno y concentrarse en la dificil¨ªsima tarea de detener el declive que vive el pa¨ªs. Hasta aqu¨ª lo positivo de la votaci¨®n del viernes. El lado negativo es que la ratificaci¨®n de Kiriyenko como primer ministro mostr¨®, una vez m¨¢s, que Rusia no es todav¨ªa un pa¨ªs normal, que las fuerzas pol¨ªticas no tienen confianza en las instituciones del Estado ni en los mecanismos democr¨¢ticos que oficialmente rigen en la sociedad. S¨®lo esta desconfianza explica que la izquierda haya apoyado la nominaci¨®n de un jefe de Gobierno que simboliza la continuaci¨®n de lo que consideran una pol¨ªtica social injusta y unas reformas econ¨®micas brutales, que desde hace a?os viene aplicando el r¨¦gimen de Yeltsin (incluso Kiriyenko reconoce que el pa¨ªs tiene 32 millones de pobres, unos 18,5 billones de pesetas de deuda externa y la industria en ruina). Si los comunistas y sus aliados no temieran que el presidente pudiera cambiar impunemente las reglas del juego a su antojo, habr¨ªan rechazado sin vacilaciones a Kiriyenko y habr¨ªan apostado por nuevas elecciones anticipadas que, seg¨²n todas las encuestas, les favorecen. El temor de la izquierda puede que sea bueno para poder continuar las reformas e imponer definitivamente la econom¨ªa de mercado, pero este temor es una prueba de que la democracia a¨²n no ha triunfado en Rusia.
Yeltsin venci¨® en su enfretamiento con el Parlamento, pero al imponer a Kiriyenko contribuy¨® involuntariamente a que todos tomaran conciencia de la necesidad de reformar la Constituci¨®n, que le da al presidente poderes exorbitantes. Los diputados no votaron a favor de Kiriyenko -a quien hab¨ªan rechazado en las dos votaciones anteriores-, sino en contra de la disoluci¨®n de la Duma. Esto significa que la responsabilidad por el nombramiento del joven tecn¨®crata como primer ministro recae completamente sobre Yeltsin. ?ste puede estar tranquilo por un tiempo: ya nadie le hace sombra, tiene un primer ministro aparentemente d¨®cil, una Duma Estatal debilitada y un partido comunista dividido. S¨®lo le falta ahora contar con la salud necesaria para poder gobernar el pa¨ªs hasta el a?o 2000.
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