Nazismo, estalinismo y "asimetr¨ªa de la indulgencia"
Durante los ¨²ltimos 50 a?os, pero especialmente tras la desaparici¨®n de la URSS, los intelectuales de Europa occidental y del mundo anglosaj¨®n han estado debatiendo sobre si era el nazismo o el estalinismo el que deb¨ªa ser considerado como la peor manifestaci¨®n del mal en el turbulento siglo XX. En general, una amplia mayor¨ªa ha concluido que el holocausto nazi, que extermin¨® entre cinco y seis millones de personas s¨®lo por ser quienes eran, independientemente de sus ideas o actos, fue el peor ejemplo de la maldad de que son capaces los seres humanos. Pero El libro negro del comunismo, sobre el que se ha debatido ampliamente en Francia desde su publicaci¨®n el pasado a?o, y que ha sido analizado en EL PA?S por Timothy Garton Ash (17 de mayo), documenta masivamente el hecho de que entre 85 y 95 millones de personas murieron en el ?genocidio de clase? leninista-estalinista que se llev¨® a cabo en la URSS, en Europa oriental (controlada por aqu¨¦lla), en la China de Mao, en Corea del Norte, en Vietnam del Norte y en la Camboya de Pol Pot.Las purgas comunistas tuvieron lugar en diferentes fechas, comprendidas entre 1918 y finales de la d¨¦cada de 1980, mientras que el dominio nazi estuvo confinado a Europa y dur¨® s¨®lo 12 a?os. Por tanto, es posible argumentar que, en cifras absolutas, el terror comunista fue peor que el terror nazi; tambi¨¦n se puede afirmar en muchos casos, como las deportaciones de campesinos ucranios en la d¨¦cada de 1930, la deportaci¨®n de los t¨¢rtaros de Crimea durante la Segunda Guerra Mundial y la demencial matanza de ?enemigos de clase? efectuada por Pol Pot, que Stalin y sus imitadores tambi¨¦n mataron a millones de personas por el simple hecho de ser quienes eran.
Los autores de El libro negro atribuyen la tendencia de tantos intelectuales occidentales a condenar el nazismo con mayor fuerza que el estalinismo a la fuerte influencia ejercida por el marxismo y, m¨¢s especialmente, a la suposici¨®n ingenua de que los ideales humanistas de Marx y Engels estaban siendo llevados a la pr¨¢ctica en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Estos intelectuales fueron conscientes de la brutalidad, el racismo y el ideario primitivo de los nazis desde el momento mismo en que Hitler alcanz¨® el poder, en 1933. Dado que los bolcheviques eran colegas intelectuales, y debido a que no ten¨ªan ning¨²n conocimiento sobre lo que suced¨ªa m¨¢s all¨¢ del hotel Metropole de Mosc¨², los comunistas occidentales y un gran porcentaje de sus aliados del Frente Popular pod¨ªan reflexionar filos¨®ficamente sobre el hecho de que ?no se pueden hacer tortillas sin romper huevos? (Stalin dixit).
En el presente art¨ªculo me gustar¨ªa analizar diversos factores a los que apenas se alude en El libro negro. Quiz¨¢ el m¨¢s importante de todos ellos sea el antiamericanismo end¨¦mico de la mayor¨ªa de los intelectuales de izquierdas durante las dos primeras d¨¦cadas de la guerra fr¨ªa. Como estudiante en Toulouse y Par¨ªs, desde 1950 hasta 1952, era perfectamente consciente de hasta qu¨¦ punto los estudiantes comunistas, la mayor¨ªa de los cuales proced¨ªa de pr¨®speras familias de clase media, se sent¨ªan culturalmente superiores tanto a los de EE UU como a los de la URSS. Pero, dado que Norteam¨¦rica era la ciudadela (maligna) del imperialismo capitalista, se dec¨ªa que la URSS estaba creando, de manera inevitablemente dura, el tipo de sociedad socialista que Francia llegar¨ªa a crear sin necesidad de juicios por traici¨®n o de campos de ?reeducaci¨®n?. Naturalmente, hab¨ªa razones de m¨¢s peso que el ingenuo esnobismo cultural para el antiamericanismo. Estados Unidos emple¨® a cient¨ªficos nazis para desarrollar sus programas de misiles y emple¨® funcionarios y jueces nazis en el Gobierno de la Alemania ocupada. Junto con el Vaticano y el r¨¦gimen de Franco, ciertamente permiti¨® -por no decir que facilit¨®- la huida hacia la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y Latinoam¨¦rica de cientos de criminales de guerra nazis. Los sovi¨¦ticos tambi¨¦n contrataron a cient¨ªficos alemanes en sus programas de armamento y emplearon a muchos pol¨ªticos nazis reconvertidos en el Gobierno dictatorial de la rep¨²blica ?democr¨¢tica? de Alemania Oriental. Pero en la prensa fuertemente controlada de la URSS, nunca se mencionaban esos asuntos, mientras que los trapos sucios de Estados Unidos se aireaban constantemente en los peri¨®dicos.
Adem¨¢s, los partidos comunistas de los pa¨ªses situados al oeste del tel¨®n de acero estaban asociados con muchas causas verdaderamente progresistas: la eliminaci¨®n del nazismo, los servicios sociales para los no privilegiados, los derechos sindicales, el desarme nuclear; el liderazgo de la oposici¨®n en los reg¨ªmenes represivos de Espa?a, Portugal, Grecia y Turqu¨ªa, y la cooperaci¨®n con los Gobiernos poscoloniales de ?frica y Asia. Muchas personas reprimieron sus sospechas sobre los cr¨ªmenes estalinistas porque consideraban a los partidos comunistas como fuerzas positivas en sus propios pa¨ªses. Ninguna explicaci¨®n de la asimetr¨ªa de la indulgencia puede ser completa sin tratar estos factores con la misma profundidad con que El libro negro trata el terror y los gulags.
Y volviendo al factor antiamericano: durante la guerra fr¨ªa, la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos tambi¨¦n prefer¨ªa los reg¨ªmenes fascistas a los comunistas all¨¢ donde no fuera viable una democracia capitalista; es decir, en la pr¨¢ctica totalidad de Am¨¦rica, ?frica y Asia. Como reacci¨®n a ese hecho masivo, la izquierda occidental prefer¨ªa el comunismo al fascismo y, por tanto, condenaba las atrocidades nazis mucho m¨¢s en¨¦rgicamente que las atrocidades estalinistas. Adem¨¢s, hasta la fecha, nadie puede estar seguro de qu¨¦ acuerdos sobre desarme podr¨ªan haberse alcanzado entre 1945 y 1960 si EE UU no hubiera decidido por adelantado que las propuestas sovi¨¦ticas eran puramente propagand¨ªsticas. Seguramente, esta actitud aviv¨® en la izquierda occidental los sentimientos antiamericanos.
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Aunque El libro negro hace referencia a Europa oriental, Asia y el Tercer Mundo, su fundamento intelectual y su interpretaci¨®n son predominantemente occidentales. Pero, para la mayor¨ªa de los europeos orientales y para la minor¨ªa de sovi¨¦ticos disidentes, el dilema era diferente del de los occidentales. Hab¨ªan presenciado la masacre nazi de jud¨ªos, gitanos y prisioneros de guerra sovi¨¦ticos desde 1941 hasta 1945. Luego, durante 40 a?os, tuvieron que soportar en silencio (o repitiendo como loros la propaganda estalinista) las purgas sangrientas de finales de los cuarenta, la destrucci¨®n de todas las libertades pol¨ªticas e intelectuales y adem¨¢s una explotaci¨®n econ¨®mica y unos desastres ecol¨®gicos que har¨ªan sonrojarse a muchos empresarios capitalistas.
Muchas de estas personas se sintieron amargamente decepcionadas cuando Estados Unidos no acudi¨® en ayuda de Hungr¨ªa en 1956, de Checoslovaquia en 1968 ni de Polonia en 1981. En su sufrimiento silencioso hab¨ªan idealizado a Norteam¨¦rica tanto como la izquierda occidental hab¨ªa idealizado a la URSS. Sus experiencias u observaciones personales no aportaban ning¨²n fundamento para suponer que la opresi¨®n comunista fuera menos brutal que la opresi¨®n nazi. No hab¨ªa causas progresistas con las que asociar a los partidos comunistas de su pa¨ªs. Por consiguiente, en Europa del Este hubo escasa asimetr¨ªa de la indulgencia. El nazismo y el estalinismo eran igual de aborrecibles y resultaba casi fr¨ªvolo debatir sobre cu¨¢l de los dos era peor.
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