Intervenir en Kosovo
Los imparables acontecimientos de Kosovo sugieren un alarmante cambio del punto de vista occidental sobre el conflicto de la provincia serbia de mayor¨ªa albanesa. La ofensiva del Ej¨¦rcito serbio y la polic¨ªa especial es m¨¢s violenta que nunca; las tropas de Belgrado practican, seg¨²n todos los testimonios, una pol¨ªtica de tierra quemada; son al menos 200.000, la d¨¦cima parte de la poblaci¨®n, los kosovares que huyen del terror; la anunciada "cat¨¢strofe humanitaria" se ha producido ya, y la agencia de la ONU para los refugiados habla abiertamente de limpieza ¨¦tnica. Pero no sucede nada.Desde febrero hasta ayer, el l¨ªder serbio ha mentido reiteradamente a Europa y a Estados Unidos, prometiendo, bien la retirada de sus fuerzas, bien el cese de los ataques de artiller¨ªa y blindados contra las poblaciones donde se hace fuerte el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK), la organizaci¨®n armada independentista. En los cinco meses transcurridos desde la primera operaci¨®n serbia a gran escala, un centenar de v¨ªctimas civiles, la situaci¨®n en la regi¨®n se ha transformado en pesadilla. Ha pasado de ser un escenario relativamente controlado por el l¨ªder pacifista alban¨¦s, Ibrahim Rugova, a otro en el que la voz cantante la lleva la guerrilla, parte insoslayable ya de cualquier posible acuerdo.
Las potencias occidentales, sin embargo, no tienen derecho a quejarse. Hace casi dos meses, la OTAN, rechazando siempre las pretensiones independentistas de la mayor¨ªa albanesa, dirigi¨® un ultim¨¢tum al l¨ªder serbio si quer¨ªa evitar una inminente acci¨®n de represalia. El brazo armado occidental conminaba a Milosevic a negociar inmediatamente con los kosovares para devolverles la autonom¨ªa que les arrebat¨® hace 10 a?os manu militari. Entre sus exigencias, interrumpir toda actividad armada, retirar polic¨ªa y ej¨¦rcito, permitir el retorno de los refugiados a sus casas y aceptar controles internacionales permanentes en la provincia sure?a.
Nada se ha cumplido y los aliados se han limitado a una teleg¨¦nica exhibici¨®n a¨¦rea de la OTAN sobre Macedonia en junio. Milosevic ha aprendido a contar con la falta de determinaci¨®n occidental, de tan tr¨¢gicas consecuencias en Bosnia, con su ritual de advertencias solemnes nunca realizadas. En la pr¨¢ctica, el aut¨®crata serbio est¨¢ gozando de manos libres para ejecutar una formidable escalada militar cuyo primer objetivo era la aniquilaci¨®n del ELK, pero que ya se ha transformado en una operaci¨®n a la bosnia, cuyas v¨ªctimas principales son masivas poblaciones civiles en fuga y pueblos arrasados.
La impunidad con que Milosevic ejecuta su pol¨ªtica evoca una cierta complacencia occidental: entre dos males, dar alas a los independentistas kosovares o permitir la domesticaci¨®n de su brazo armado a manos de un poder superior e indefendible, ser¨ªa menor el segundo en el corto plazo. Un razonamiento semejante, sin embargo, ignora que muchos albaneses perfectamente pac¨ªficos, a los que nadie ha recompensado por haber elegido hace 10 a?os esta v¨ªa frente a la represi¨®n serbia, se est¨¢n arrojando en brazos de un grupo armado en el que ven su garant¨ªa ¨²ltima de supervivencia, y tambi¨¦n el hecho contrastado de que una guerrilla popular se nutre y repara sus heridas a mucha mayor velocidad que una tropa de reclutas desmotivados. En el Ej¨¦rcito y la polic¨ªa de Milosevic se multiplican las deserciones.
La situaci¨®n en Kosovo hace imposible para ninguno de los bandos obtener una victoria decisiva. Occidente debe aprovechar esta circunstancia e imponer urgentemente una negociaci¨®n para la que tiene todos los instrumentos, diplom¨¢ticos y militares. Bosnia ha ense?ado no s¨®lo que ambas opciones no son contradictorias, sino que Milosevic est¨¢ especialmente dotado, por razones obvias, para entender la amenaza cre¨ªble de la fuerza. ?se es el camino que queda si se quiere detener en el l¨ªmite del tiempo el ¨²ltimo de sus experimentos. En Kosovo se inici¨® la voladura de la antigua Yugoslavia. Y all¨ª se cerrar¨¢, seg¨²n todas las apariencias, el ciclo de devastaci¨®n encendido por el ciego nacionalismo serbio.
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