Revivir la historia
En los grandes festivales llega un momento en el que lo m¨¢s atractivo ha de buscarse en los entornos m¨¢s ¨ªntimos. As¨ª, en Santander, convertido por Jos¨¦ Luis Ocejo en Festival de Cantabria, es necesario subir a la Bien Aparecida, frecuentar el claustro de la catedral, acercarse a Escalande, Liendo o Camargo, complacerse en el ¨¢mbito amable y tradicional de Li¨¦rganes o en la singular belleza de San Vicente de la Barquera o asombrarse, una vez m¨¢s, en Santillana del Mar, su colegiata, sus pindas calles y sus torres.En esta teor¨ªa de ambientes singulares y entra?ables podemos disfrutar de la rara perfecci¨®n de los King?s Singers, seis voces con dos espl¨¦ndidos contratenores, para el lejano Willaert, el rom¨¢ntico Schubert o el actual Ligeti; seguir los primores del cuarteto Parisii, uno de los mejores en este momento, que interpreta a Webern con la naturalidad de Mozart; recibir los ecos hist¨®ricos vivos de los cantos de la iglesia ortodoxa, la lecci¨®n gregoriana de la Scola de Brujas o las maravillas sonoras, sin leyenda negra, de la Espa?a de Felipe II.
En los l¨ªmites
Aqu¨ª o all¨¢ tomaremos el pulso a la m¨²sica y los int¨¦rpretes de Cantabria. Entre ellos, Juan Jos¨¦ Miers recibe el homenaje de diversos recuerdos, el m¨¢s reciente de los cuales nos desvel¨® una obra grande para piano, En los l¨ªmites, muy bien tocada por el santanderino Francisco San Emeterio.Escrita ya hace a?os, muestra el instinto y la imaginaci¨®n del compositor, sobre todo si se escucha en versi¨®n tan excelente como la de ahora. El claustro catedralicio se convirti¨® en un un¨¢nime o, como dir¨ªa Gerardo Diego, mult¨¢nime aplauso. Antes lo recibi¨® Rafael Castro por su d¨ªptico Otra vez el ayer, nueva asimilaci¨®n del folclor directo en ejemplos tan conocidos como la canci¨®n castellana Eres alta y delgada o el baile andaluz El Vito. Castro recibe tibios aires de Manuel de Falla, pero se acerca acaso m¨¢s a soluciones de Bela Bartok. Yo habr¨ªa programado m¨¢s pentagramas espa?oles, pues cualquiera que sean los m¨¦ritos de San Emeterio -tan evidentes- me parece que Haydn o El Carnaval de Schumann quedaban un tanto fuera de lugar.
De positivo inter¨¦s result¨® el programa del cuarteto de Amsterdam, aut¨¦nticos virtuosos de toda la familia de las flautas. Junto a m¨²sica instrumental renacentista y barroca tranforman distintas p¨¢ginas de dif¨ªcil transcripci¨®n como las de la polifon¨ªa de Victoria o las obras para tecla del organista burgal¨¦s de Felipe II, Antonio de Cabez¨®n.
Pero, es tan grande la perfecci¨®n y tan hermosas las bru?idas sonoridades, que cualquier criterio se torna ecl¨¦ctico. Seguir¨¢n las actuaciones del conjunto Huelgas, del d¨²o Marta Almajano y Jos¨¦ Miguel Moreno o una nueva cala en el legado de Juanjo Miers en el ¨®rgano de Esteban Elizondo. Importantes estancias del ayer inmediato o remoto, salvadas de la erudici¨®n y convertidas en algo vivo y palpitante.
Tal debe ser el fin ¨²ltimo de todo empe?o musicol¨®gico: hacer sonar con propiedad y belleza lo que fue investigaci¨®n. En el siglo de la difusi¨®n musical a gran escala, los festivales deben cumplir esta misi¨®n.
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