Vaya corridita

Toros que sal¨ªan fren¨¢ndose en el capote y buscando los tobillos del torero. Toros que hac¨ªan sonar los estribos de los caballos y reculaban ante el lanzazo de los piqueros. Toros que esperaban a los banderilleros y les cortaban el terreno. Toros con aspereza en la muleta que no pasaban y que se iban sin titubeos a atrapar las femorales de los diestros. ?Vaya corridita!Con el infame encierro que el marqu¨¦s de J¨®dar y el marqu¨¦s de Ruchena han enviado a la cuarta corrida de esta feria invernal de Legan¨¦s era imposible el lucimiento. Y se ha quebrado la racha triunfalista que llevaba el serial. Pero que nadie piense que el espect¨¢culo result¨® aburrido. La corrida tuvo momentos de angustia y emoci¨®n, pues los tres matadores del cartel no volvieron la cara en ning¨²n instante y se la jugaron de verdad.

Se sali¨® Jos¨¦ Antonio Campuzano con facilidad al centro del anillo, toreando con el capote al que abri¨® plaza, un animal que se iba de los lances en busca de lugares m¨¢s tranquilos. Ya empez¨® a ofrecer peligro en el segundo tercio y a la muleta lleg¨® venci¨¦ndose por ambos pitones. El veterano diestro se limit¨® a trastearlo con oficio y seguridad. Tore¨® muy bien con ver¨®nicas al cuarto y trat¨® de hacerle pasar en la faena con el trapo escarlata, sin conseguirlo. Tras evitar h¨¢bilmente los hachazos del burel volvi¨® a los pases de castigo de pit¨®n a pit¨®n. Supo resolver con soltura su papeleta.

Juan Jos¨¦ Padilla dio muestras, desde la larga cambiada de rodillas con la que recibi¨® a su primer antagonista, de que ven¨ªa decidido a buscar el ¨¦xito. Le ech¨® reda?os al tercio de banderillas, sobre todo en un tercer par de dentro afuera en el que aguant¨® lo suyo. Se quedaba el bicho en la muleta y miraba m¨¢s las piernas del matador que el enga?o ofrecido. Cuando se decid¨ªa a tomarlo, sacaba peligro, sobre todo por el pit¨®n izquierdo. Pero no tuvo Padilla recursos lidiadores para hacerse con ¨¦l. Como tampoco los tuvo en el quinto, al que se empe?¨® en volver a banderillear, esta vez sin lucimiento. Y arriesg¨® mucho con ¨¦l hasta sacarle pases de aut¨¦ntico escalofr¨ªo. Llevaba el bicho los pitones a la altura de la cubierta de la plaza, pero esta circunstancia no pareci¨® importar al torero, que estuvo valiente de verdad.

Es Jos¨¦ Antonio Iniesta espada de maneras cl¨¢sicas y ortodoxas. As¨ª intent¨® torear al tercero de la tarde, otro toro peligroso que le miraba mucho. Como se desplazaba mejor por el pit¨®n derecho, el de Albacete pudo hacerle pasar. Iba y ven¨ªa el morlaco con soser¨ªa e Iniesta toreaba cargando la suerte. Al intentar embarcarlo por el pit¨®n izquierdo sufri¨® una cogida sin consecuencias. Con el ¨²ltimo del encierro, que sali¨® berreando y con ¨ªmpetu, hasta el punto de astillar la madera de un burladero con sus topetazos, Iniesta estuvo, adem¨¢s de torero, con derroche de valor, sin arredrarse por los hachazos que atizaba la fiera.