Restauradora de hogares diminutos
Acepta, por aquello de las escalas, que la llamen "restauradora m¨ªnima", pero enseguida matiza: "Aunque para m¨ª es una labor m¨¢xima: restaurar lo perdido e imaginar luego c¨®mo tantas personas habr¨¢n jugado en estas casas". Voria Harras (M¨¢laga, 1949) comenz¨® con esta afici¨®n, que le consume seis horas diarias y los fines de semana completos, hace s¨®lo 15 a?os, cuando logr¨® recuperar una casita de mu?ecas de su familia que se encontraba en estado lamentable. De oca en oca y sin nostalgia alguna, descubri¨® una pasi¨®n artesana que le ha llevado a restaurar infatigablemente microhogares infantiles hasta completar la mejor colecci¨®n particular de casas de mu?ecas que existe actualmente en Espa?a. Una muestra con diez casitas, un gabinete rococ¨®, un dormitorio art dec¨® y una vitrina de muebles en miniatura, fechadas entre el siglo XVIII y 1960, se re¨²nen en el Archivo Municipal de M¨¢laga (Alameda Principal, 25) como parte de la colecci¨®n de Harras hasta mediados de enero. Cada d¨ªa, la sala se llena de cientos de personas de todas las edades a las que les brillan los ojos hasta derramar l¨¢grimas cuando meten sus narices en estos interiores diminutos y recuperan de golpe un pasado que cre¨ªan perdido. "Yo creo que el destino de estas casas es que lo vea la gente; mejor que en mi casa estar¨ªan en un museo", dice la coleccionista que reconoce que est¨¢ "dando largas" a las ofertas que desde Madrid le llegan para adquirir all¨ª su colecci¨®n. "Yo quiero que se queden en M¨¢laga", dice. La muestra recoge joyas del g¨¦nero, como un gabinete rococ¨® del siglo XVIII, catalogado internacionalmente, un gabinete de muebles dec¨®, una casa inglesa estilo Tudor de principios de siglo o su favorita: una casa malague?a de la gran burgues¨ªa, casi r¨¦plica de los palacetes del Monte Sancha, fechada en 1896. "?sta la encontr¨¦ en el jard¨ªn de una amiga, destrozada, y en su interior hab¨ªa un nido de salamandras", recuerda. Afici¨®n cara Voria restaura primero la carpinter¨ªa del inmueble y va recuperando uno a uno muebles, utensilios y mu?ecos, arreglando sus desperfectos o adquiriendo en anticuarios mobiliario similar. Una afici¨®n cara, reconoce, pero que es extremadamente agradecida al ser expuesta al p¨²blico. "En Inglaterra y otros pa¨ªses europeos, existen museos de casitas donde la entrada es car¨ªsima y hay que pedir cita con meses de antelaci¨®n". Las primeras casitas tienen su origen en el siglo XVI, en Alemania, cuando la aristocracia realizaba maquetas de sus propias viviendas como muestra de orgullo por lo propio. Poco a poco se convirtieron en juguetes. Voria Harras a?ade que esta afici¨®n no ha tenido consecuencias en su pericia hogare?a. "Soy una persona familiar, pero yo no tengo mi casa como estas r¨¦plicas, para nada; lo del cuidado del hogar va en los genes; yo de chica jugaba a las casitas sin darle importancia y no es algo que me produzca a?oranza", cuenta. Voria procede de una familia art¨ªstica: su hermana Mach¨² es una notable escultora; su hermana Esperanza mont¨® en los setenta la primera galer¨ªa privada de arte contempor¨¢neo que hubo en la ciudad -tuvo que cerrar, claro- y ella misma ha ganado premios de pintura y modelado. "Pero nada me llen¨® tanto como esto", admite Harras, para quien estos peque?os hogares, donde conviven l¨¢mparas de cristal, animales de murano, mu?ecas de trapo o porcelana, mecedoras con rejilla de hilo o jofainas de lata, "no son simples juguetes, sino aut¨¦nticas obras de arte".
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