Locos por el 2000
Los extravagantes preparativos de la familia Milne, exponente de la preocupaci¨®n que recorre EEUU
En el coraz¨®n de la Virginia rural, en una peque?a parcela de tierra situada a 350 kil¨®metros al sur de Washington, Paul Milne est¨¢ construyendo su ¨²ltimo reducto.En lo que ¨¦l considera un triunfo de la raz¨®n, y no de la demencia, Milne, antiguo agente en el mercado de materias primas de Nueva York, ha llevado a su esposa, sus cinco hijos y varios miembros de su familia a una vieja granja destartalada en busca de refugio ante la destrucci¨®n que se extender¨¢ por todo el mundo en torno al a?o 2000. "Yo le digo a todo el mundo: "Corr¨¦is peligro. Mirad, detr¨¢s de vosotros viene un autob¨²s". Pero si no escuchan, si no se dan la vuelta, all¨¢ ellos; que se mueran", explica.
"Luego est¨¢n los que me dicen: "No te preocupes, nos las arreglaremos. Todo se resolver¨¢". Esas personas est¨¢n locas. No se dan cuenta de que van a morir. Creen que va a venir el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa. Y no es as¨ª".
Milne fuma un cigarrillo tras otro y afirma que ¨¦se es un placer del que tendr¨¢ que aprender a prescindir; est¨¢ sentando en un banco delante de su casa, un gran edificio de madera blanca, gris¨¢ceo por falta de pintura, situado en una colina y al final de un largo camino pedregoso. No se ven otras casas. El pueblo m¨¢s cercano est¨¢ a 15 kil¨®metros.
A su derecha, bajando por una ladera, hay un corral con una cerda de gran tama?o, llamada Mabel, cuya ¨²ltima cr¨ªa ha sacrificado para la cena. Milne ha aprendido por su cuenta a matar animales. Incluso a castrarlos, que es el destino que ha sufrido una de sus tres reses, un novillo que pretende usar para arar un campo en el que cultiva hortalizas. Estamos muy lejos de Nueva York.
"La clave est¨¢ en que, en la sociedad tecnol¨®gica moderna, todos dependen por completo unos de otros. La manera de acabar con esa dependencia y lograr sobrevivir es aprender a ser lo m¨¢s autosuficiente posible", a?ade Milne.
Asegura que ha almacenado cereal, ma¨ªz, az¨²car, legumbres y levadura, en recipientes de pl¨¢stico enterrados en su propiedad, en cantidad suficiente para alimentar a 15 personas durante dos a?os. Es el n¨²mero total de personas que espera que vayan a vivir con ¨¦l, cuando se incorporen su hermana y su cu?ado con sus dos hijos, sus suegros y dos amigos.
Adem¨¢s de la cerda y el ganado, tiene pollos y conejos. Dice que puede cultivar lechugas, tomates, coles y otras verduras para alimentar a media docena de familias. Tiene una vaca, de la que puede sacar leche, mantequilla y queso. Cuenta con dos pozos de agua y suficiente le?a a su alcance para cocinar y mantener caliente a su familia en invierno.
"He hablado con algunas de las personas m¨¢s ancianas de la regi¨®n para aprender algunas t¨¦cnicas de agricultura y cocina del siglo XIX", explica.
Los problemas m¨¦dicos tambi¨¦n est¨¢n resueltos. Milne fue m¨¦dico durante la guerra de Vietnam, en un barco fondeado frente a la costa de aquel pa¨ªs asi¨¢tico. "Tenemos aparatos quir¨²rgicos", asegura. "Puedo extraer un ap¨¦ndice o amputar una pierna si es necesario". Respecto a la educaci¨®n de sus hijos, es su mujer la que se encarga. Las leyes de Virgina la autorizan a ense?arles en casa. Su marido, como dice ella con solemnidad, es "el director del colegio".
Milne, que obtiene unos modestos ingresos haciendo reparaciones el¨¦ctricas, es un hombre de gran formaci¨®n. Posee un t¨ªtulo en griego y hebreo antiguo, es un ¨¢vido estudioso de la ling¨¹¨ªstica y, cuando habla, cita con frecuencia a Kierkegaard y Oscar Wilde. Es una base de datos ambulante sobre el estado de la econom¨ªa mundial, una informaci¨®n que obtiene, sobre todo, gracias a su devoci¨®n casi fan¨¢tica por Internet; pasa la mayor parte del d¨ªa absorbiendo datos y comunic¨¢ndose con almas gemelas.
"El problema del a?o 2000 no es lo ¨²nico que debemos temer", afirma. "Est¨¢, adem¨¢s, la econom¨ªa. Cuando trabajaba en el sector de las materias primas, se me pon¨ªan los pelos de punta. Me parec¨ªa obsceno con qu¨¦ facilidad se obten¨ªan cr¨¦ditos. Siempre se daba por supuesto que iba a haber una expansi¨®n. Pero llega un momento en el que la capacidad sobrepasa a la demanda, los bienes de consumo son todav¨ªa m¨¢s superfluos de lo que ya son, y uno no puede hacer frente a sus deudas. De modo que el derrumbe no es m¨¢s que cuesti¨®n de tiempo".
Si a la fragilidad intr¨ªnseca del sistema financiero mundial se a?ade el problema del a?o 2000, que "basta por s¨ª solo para acabar con todos nosotros", la cat¨¢strofe est¨¢ garantizada. "El Gobierno federal nos miente cuando dice que todo se va a arreglar de la noche a la ma?ana", declara, lleno de indignaci¨®n. "La verdad es que no hay tiempo ni capacidad f¨ªsica de conseguirlo. Y cuando esa verdad sea evidente, se producir¨¢ una aut¨¦ntica estampida".
Y si Estados Unidos tiene problemas, eso no es nada comparado con el centenar de pa¨ªses que, sencillamente, no se han puesto todav¨ªa a pensar en la cuesti¨®n inform¨¢tica. "Jap¨®n es una zona catastr¨®fica. China, tambi¨¦n. En Rusia no existe el presupuesto necesario para ocuparse del problema. Con una econom¨ªa mundial tan interdependiente, eso significa que, cuando el resto del mundo se hunda, Estados Unidos se hundir¨¢ con ¨¦l".
"Es pura cuesti¨®n de n¨²meros", insiste. "No se trata de pesimismo ni optimismo. En cierto modo, es un problema de la naturaleza humana". ?La naturaleza humana? "S¨ª. La gente se niega a creer lo que est¨¢ pasando. Si tienes un trabajo c¨®modo, una casa agradable y un futuro pr¨®spero y viene alguien a decirte que va a suceder una cosa que te va a cortar las alas, no puedes tolerar la idea. No la puedes aceptar".
Milne, en quien, por supuesto, la inteligencia ha vencido a la naturaleza humana, tiene una visi¨®n muy clara de lo que nos espera.
"Lo primero ser¨¢n las repercusiones econ¨®micas; luego, el deterioro de los centros vitales de energ¨ªa. La electricidad y el agua se acabar¨¢n. Los aviones se estrellar¨¢n. El sistema m¨¦dico se derrumbar¨¢. En pocas palabras, de aqu¨ª a dos a?os, Nueva York se parecer¨¢ a Beirut occidental. Podr¨ªan ya muy bien colgar un cartel que diga "Bienvenidos a Beirut".
Los da?os ser¨¢n graduales", explica, "no un gran estallido. El 60% de los problemas van a surgir antes del 31 de diciembre de este a?o. No ser¨¢ un derrumbe, una bomba nuclear, sino una muerte producida por mil heridas y un mont¨®n de sal en cada una de ellas".
En su opini¨®n, va a morir mucha gente. "Seg¨²n mis c¨¢lculos, miles de millones. Empezando por todas esas personas del Tercer Mundo que dependen por completo de los alimentos que les env¨ªan de otros lugares. Esos alimentos no les llegar¨¢n. Y ya tenemos ah¨ª a mil millones. De un plumazo".
Milne est¨¢ muy seguro de que su familia y ¨¦l sobrevivir¨¢n. Pero la hambruna general tendr¨¢ sus peligros.
"Si alguien se acerca a mi propiedad en actitud suplicante, no tendr¨¦ ning¨²n inconveniente. Le daremos cobijo y comida", declara, como dando por supuesto que su familia ser¨¢ una nueva aristocracia posapocal¨ªptica. "Pero si alguien cree que va a poder violar mi propiedad privada, no sabe lo que le espera. He hecho sacrificios y estoy preparado. Estoy perfectamente armado. Pistolas, rifles, ametralladoras. Tengo suficiente munici¨®n para varios a?os. Y seremos media docena de hombres hechos y derechos".
Ha rodeado su terreno con una verja para que nadie tenga la menor duda de cu¨¢les son los l¨ªmites. "Si es necesario, mantendremos turnos de guardia toda la noche. Lo que tendr¨¦ que decidir es si no disparo. Porque, si veo a alguien merodeando entre los ¨¢rboles, es hombre muerto. Si le encuentro en mi propiedad despu¨¦s de que se ponga el sol, primero morir¨¢, y luego preguntaremos".
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