C"est une chanson... JOAN DE SAGARRA
El viernes, al salir del diario, hab¨ªa quedado con Ramon, Terenci, Terenci Moix, para almorzar juntos, en un restaurante vecino a su casa, donde ya me hab¨ªa llevado alguna que otra vez, si bien con otro nombre. Ramon vive en la calle de Muntaner, justo al lado de donde estuvo, en mi adolescencia y en mi juventud, el Emporium, uno de los mejores cabarets de Barcelona, junto con el Rigat y el Bolero. Ramon llegaba de Alejandr¨ªa y me tra¨ªa un libro que hablaba de la ciudad, m¨ªtica de Cavafis, de Durrell y de Chahine. Vamos, de nuestra ciudad. Ramon habl¨®, en franc¨¦s, con el encargado, tal vez el due?o; me lo present¨®, cruzamos unas amables frases, nos sentamos, Ramon pidi¨® un dry martini -s¨®lo beber¨¢ esto durante todo el almuerzo-, yo ped¨ª un scotch, echamos una ojeada a la carta, encargamos el men¨² y Ramon, dirigi¨¦ndose al due?o, le dijo: "?Nos pones algo de Aznavour?". Y, al instante, son¨® la voz almibarada y un punto ¨¢cida del cantante: "Que c"est triste Venise...". Le cord¨¦ a Ramon cuando, a finales de los cincuenta, Aznavour cantaba aqu¨ª al lado, en el Emporium, de telonero de B¨¦caud. Entonces cantaba Sur ma vie, y Apr¨¨s l"amour. Las putas de la barra le llamaban el Canijo. Ramon no lo hab¨ªa o¨ªdo; el Emporium era, a la saz¨®n, terreno vedado para ¨¦l. El Emporium marcaba la frontera entre la calle de Ponent, donde Ramon se lavaba a diario en el fregadero, y la Barcelona de los ricos, cuyo faro era el cartel del Emporium, donde Ramon ve¨ªa brillar unas veces el rostro de Jacqueline Fran?ois -Mademoiselle de Paris...- y otras el coxis perfecto de Rita Cadillac. Nos despedimos hacia las cuatro menos cuarto, las cuatro de la tarde. En el taxi que me llevaba a casa susurraba las primeras estrofas de Apr¨¨s l"amour -Nous nous sommes aim¨¦s...-, al tiempo que recordaba los versos de Jaime Gil de Biedma: "Y fue en aquel momento, justamente / en aquellos momentos de miedo y esperanzas / -tan irreales, ay- que apareciste, / ?oh rosa de lo s¨®rdido, manchada / creaci¨®n de los hombres, arisca, vil y bella / canci¨®n francesa de mi juventud!". Y al llegar a casa me aguardaba la noticia -"han llamado del peri¨®dico y de la radio"- de la muerte de Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo. "Demasiados Goytisolos", dec¨ªa mi padre, a mediados de los cincuenta. Lo dec¨ªa sin maldad alguna, un pelo harto, eso s¨ª, de c¨®mo Emilio y Mar¨ªa Bofill vend¨ªan a los amigos de su hijo Ricardo. M¨¢s a¨²n; recuerdo haberle o¨ªdo a mi padre frases elogiosas de El retorno, el primer libro de poemas de Jos¨¦ Agust¨ªn. De los tres Goytisolos -Jos¨¦ Agust¨ªn, Juan y Luis-, es el primero, el mayor, con el que m¨¢s me relacion¨¦. Tal vez por ser el marido de Ton Carandell, la hermana de mi amigo Josep Maria. Nos conocimos al comienzo de los sesenta, con motivo de la traducci¨®n al castellano, excelente, que Jos¨¦ Agust¨ªn hizo, con Manolo V¨¢zquez Montalb¨¢n, de Vida privada, la novela de mi padre, por encargo del se?or Cendr¨®s, el propietario, a la saz¨®n, de Proa. Era, como Jaime Gil, un se?orito, un se?orito de izquierdas. Sarc¨¢stico y un punto fr¨¢gil. Sol¨ªa citarme en la terraza del Sandor. A la saz¨®n, en la terraza del Sandor, en la plaza de Calvo Sotelo, hoy Maci¨¤, sol¨ªa haber un camarero con mandil que te serv¨ªa una docena de ostras de aperitivo. Jos¨¦ Agust¨ªn me daba una ostra, me recitaba un poema, para mi desconocido, de Lezama Lima o de Quasimodo (en italiano, correct¨ªsimo), al tiempo que me rega?aba por tal o cual art¨ªculo que yo hab¨ªa escrito -"todav¨ªa te falta un poco m¨¢s de mala leche, Juanito"-, y me invitaba a mearme, discretamente, eso s¨ª, en tal o cual personaje o personajillo de aquellos a?os, m¨¢s bien curiosos, entre la cultureta y el estado de excepci¨®n. Cuando muri¨® Jaime Gil, que era mi poeta, mi Cavafis barcelon¨¦s, ya dije que la ciudad se me hab¨ªa quedado hu¨¦rfana, sobre todo en sus noches. Ahora, con la muerte de Jos¨¦ Agust¨ªn, como antes con la de Carlos Barral, para los muchachos que ¨ªbamos a la caza de una ostra o de un poema, esa orfandad se agiganta. A falta de una ostra o de un poema, propio o ajeno, correctamente dicho, en el momento preciso, con la voz de la amistad, sin tr¨¦molo o falsete alguno, como quien te besa o te abofetea- as¨ª era Jos¨¦ Agust¨ªn-, todav¨ªa nos queda aquella arisca, vil y bella canci¨®n francesa de nuestra juventud. P. S. Ayer, junto a la esquela de Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo Gay, ven¨ªa la de Joan Rosell¨® i Esteve, el hombre que abri¨® el Jamboree, en la plaza Reial, y Los Tarantos. El jazz y el flamenco; Chet Baker y Gades. Noches de vino tinto y de ginebra Gir¨® para Jos¨¦ Agust¨ªn y los muchachos que so?¨¢bamos con una ostra o un poema.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.