Vox populi
Cuenta Joan Mart¨ªn, en¨®logo valenciano empe?ado con otros conocidos profesionales en sacar adelante una bodega con la acreditada calidad de nuestros caldos, que el prestigioso tabaquero Zino Davidoff, le advirti¨® un d¨ªa en Suiza, que hab¨ªa que hablar bien de los competidores valiosos, pues estas palabras son como la buena siembra, que el viento la esparce, y el tiempo nos la devuelve con creces. Sin duda, se refer¨ªa a aquellos quienes de val¨ªa contrastada, su concurrencia, lejos de limitarnos, nos refuerza, y sus diferencias, por el contrario, nos debilitan. Recordaba estas palabras, al leer varios de los art¨ªculos aparecidos recientemente en estas mismas p¨¢ginas, en los que desde diferentes puntos de vista, se trata de recuperar el discurso pol¨ªtico progresista, en ocasiones, sin dejar de lado, la discusi¨®n partidista, que a ninguno de ellos conviene, y menos todav¨ªa a sus posibles votantes alcanza. A este respecto cabe se?alar, que s¨®lo sumando votos del m¨¢s amplio espectro, se puede obtener la mayor¨ªa necesaria. El razonamiento es tan simple y l¨®gico, que todos dicen pretenderlo pero s¨®lo algunos lo consiguen. Si el comportamiento del votante fuera est¨¢tico, y permanentemente ideol¨®gico, s¨®lo bastar¨ªa votar una vez en la vida, a medida que las nuevas generaciones se fueran incorporando al deber ciudadano. Pero como que ello no es as¨ª, y depende de la edad, del momento, de la situaci¨®n, del candidato, y hasta del partido que lo presenta, es por lo que hay que hacer campa?a, precisamente para captar los votos que ideol¨®gicamente no te son propios. Esto que parece tan claro, y que es celebrado cuando produce buenos resultados, vengan de donde vengan, d¨ªgase lo que se diga, es a lo que se renuncia, cuando la pol¨ªtica de disensiones internas, "tots altercaven i disputaven, tots parlaven no s"escoltaven", recuerda la advertencia de Jaume Roig hace cinco siglos, y fuerza a mensajes alejados de la voluntad popular. Y ya es sabido, vox populi, vox Dei. Si creemos en la democracia, el pueblo no se equivoca, sino que el candidato y el partido deben expresar el discurso adecuado. La victoria popular en las pasadas elecciones, por mayor¨ªa absoluta, en una demarcaci¨®n como la valenciana, que anta?o otorg¨® su confianza a otras fuerzas pol¨ªticas, se?ala claramente el abandono en el que se han sentido los votantes que fueron de ¨¦stas, al tiempo que indica c¨®mo los populares han abordado el terreno que antes no les fue propio, pero que abandonado o bald¨ªo, ha sido cultivado con propuestas, que en el pasado fueron reconocidas como de sus adversarios pol¨ªticos. No tiene que sorprendernos, lo se?alaba hace ya a?os el profesor Sampedro, al comparar los programas electorales presentados por el grupo gubernamental franc¨¦s de Giscard, y el de la oposici¨®n. De la comparaci¨®n se desprend¨ªa que, en muchos casos, las promesas del programa de gobierno, lo fueron gracias a haber aparecido previamente en programas de la oposici¨®n. As¨ª pues, la oposici¨®n legitima al gobierno, s¨®lo la contrastaci¨®n cr¨ªtica da validez a un programa, ajeno y cuanto m¨¢s propio, y la constante revisi¨®n de las formas preestablecidas, confiere la autoridad necesaria, para recibir la confianza de los ciudadanos. El ¨¦xito est¨¢ en merecerla, y el mayor de los fracasos en perderla ante otras opciones, que ocupen el lugar que supuestamente a uno corresponde. Y en ello estamos.
Alejandro Ma?es es gerente de la Fundaci¨® General de la Universidad de Valencia.
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