EL VAG?N DE METRO, COMO UNA POCILGA
La extravagancia llevada con aplomo es una de las se?as de identidad de los brit¨¢nicos, como acaba de demostrar John Shirley, un hombre de negocios de Canterbury que exporta paquetes de ayuda a los refugiados de Kosovo. Su mascota, una cerdita llamada Charlotte, necesitaba una casa nueva y nada mejor que un viejo vag¨®n del metro londinense. La empresa que explota el ferrocarril subterr¨¢neo sac¨® a subasta un grupo de siete m¨¢quinas que circularon en 1959, y Shirley vio en ellas la soluci¨®n a sus problemas de espacio. Por 250.000 pesetas se hizo con la curiosa porqueriza que le permitir¨¢ conservar cerca a Charlotte. Una vez conocido el destino final del vag¨®n, el Metro ha lamentado no tener m¨¢s clientes como ¨¦ste. "Es una pena que el mercado de los cerdos de compa?¨ªa sea limitado. Cedido como chatarra, un vag¨®n s¨®lo vale 25.000 pesetas", han dicho con la misma naturalidad sus portavoces.-
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