Racista t¨² VICENTE MOLINA FOIX
Cuando un espa?ol dice que no es racista hay que creerle ling¨¹¨ªsticamente. El castellano carece de palabras hist¨®ricas para calificar esa autosatisfacci¨®n at¨¢vica que sent¨ªa el simplic¨ªsimo soldado napole¨®nico Nicolas Chauvin, convertido con el tiempo en el chauviniste de la leyenda.Tampoco disponemos del jingoism ingl¨¦s, t¨¦rmino de enrevesada ra¨ªz pol¨ªtico-musical popularizado por quienes apoyaron la decisi¨®n de Disraeli de hacer intervenir tropas brit¨¢nicas en el conflicto ruso-turco de 1878; el jingoist de hoy es el beligerante de la superioridad patri¨®tica.Ya se ve. Las tenemos que traducir: chovinista, jingo¨ªsta. Nosotros no producimos de eso.
A la carencia ling¨¹¨ªstica hay que a?adir el derrotismo cultural. No hay otro pa¨ªs del mundo moderno con m¨¢s desconfianza intr¨ªnseca que Espa?a hacia su producto art¨ªstico nacional, bruto siempre a la primera ojeada. Aunque hoy el recelo est¨¦ desapareciendo, resulta dif¨ªcil olvidar el tiempo reciente en que decir en p¨²blico que ibas a ver una pel¨ªcula espa?ola o segu¨ªas de cerca nuestra joven narrativa provocaba sonrisas lastimeras en los cen¨¢culos m¨¢s distinguidos.
Amparados en ese escepticismo senequista, en esa tendencia ?racial? al rebajamiento de los pr¨®jimos, nadie pod¨ªa pensar que el espa?ol escondiera un sentimiento de superioridad en su alma estoica. De ah¨ª los chistes innumerables contra los seis millones de catalanes magnificados y apropiados por Pujol o la incontaminada sangre vasca de Arzalluz. "La peste del nacionalismo separatista", decimos preocupados, sinti¨¦ndonos por encima de ella. Esa peste sigue oliendo igual, pero los sucesos de El Ejido (los primeros brotes violentos y omisiones policiales, antes de que el efecto Haider y la correcci¨®n pol¨ªtica sincera o forzosa hayan limado las aristas) vienen a despertarnos del sue?o de la inocencia racista.
Dos manifestaciones informativas. El mismo d¨ªa en que los escuadrones de la "muerte al moro" se apoderaban de la poblaci¨®n almeriense conmovida -l¨®gicamente- por el asesinato de la muchacha en el mercadillo, una noticia espeluznante quedaba relegada a una esquina de la p¨¢gina de sucesos: el intento de violaci¨®n en Avil¨¦s de una peluquera de 22 a?os, a la que el agresor, contrariado seg¨²n parece por la frustraci¨®n de sus deseos, le arranc¨® los ojos antes de salir corriendo. El asesino de la chica es un enfermo grave con un historial de tratamiento psiqui¨¢trico, que no deber¨ªa haber estado en aquel mercado; el violador, un soldado profesional que al ingresar en el Ej¨¦rcito en 1999 fue considerado normal en todos los ex¨¢menes psicol¨®gicos. Nada he le¨ªdo de que los avilesinos indignados hayan ido con palos y piedras a arrasar el cuartel donde serv¨ªa el soldado. Claro que ¨¦ste era de casa, mientras que el primero naci¨® en un pueblo de Marruecos.
En la noche del lunes 7 segu¨ª con pasi¨®n el debate sobre el asunto del d¨ªa en Cr¨®nicas marcianas. Hab¨ªa dos hombres j¨®venes de la zona y un dirigente de los inmigrantes marroqu¨ªes tambi¨¦n joven, Hamza al Hanafi; no creo que olvide este nombre. De los espa?oles, uno era moderado y conciliador; llamaba "v¨¢ndalos" a sus paisanos atacadores de los peones extranjeros y del subdelegado del Gobierno,cuya imagen apaleada el programa de Sard¨¢ no dejaba de pasar. El otro, cuyo nombre lamento no recordar, se dec¨ªa tolerante y, como es natural en un espa?ol, absolutamente no-racista. Pero cuando Hamza, sentado a su lado, reclamaba unos b¨¢sicos derechos para sus compatriotas hostigados ante los ojos de una polic¨ªa con gafas negras y brazos cruzados, a su vecino de mesa le sal¨ªa el "jingo¨ªsmo" por la boca. La muerta era m¨¢s v¨ªctima que los ¨¢rabes cuyas tiendas y posesiones han sido quemadas, y el trabajo que ¨¦stos hacen por cuatro perras, algo que s¨®lo si no hay espa?oles dispuestos deber¨ªa conced¨¦rseles.
?Dos Espa?as? Dos mundos. El nuestro, el de ellos.
Espero no haber sido el ¨²nico espectador del programa que, olvidando el certificado de nacimiento de Hamza, viera en ese hombre indignado y justo a un semejante de la ¨²nica raza a la que quiero pertenecer, la humana.
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