Aguas
JOS? RAM?N GINER
Los valencianos se han quedado dos d¨ªas sin agua corriente y el suceso ha producido un revuelo considerable. Hojeaba uno los diarios y parec¨ªa que no hubiera acontecimiento mayor en la Comunidad Valenciana. Los comentaristas de la prensa, tan ponderados siempre, levantaban esta vez la voz para clamar contra la compa?¨ªa de aguas, a la que acusaban de intenciones inconfesables. Protestaban los vecinos, los partidos pol¨ªticos, los sindicatos. En fin, una buena batahola.
Entiendo que abrir el grifo y que no mane el agua, es un espect¨¢culo poco habitual en las grandes ciudades. Comprendo que, ante este fen¨®meno, los valencianos se pongan nerviosos. Sin embargo, en este nerviosismo advierto yo su escasa preparaci¨®n para la vida moderna. Los veo como ciudadanos poco sufridos, faltos de un entrenamiento adecuado. Unos d¨ªas de verano en cualquier poblaci¨®n de La Marina Alta o en uno de nuestros pueblos del interior, les dar¨ªan una notable resistencia ante estos avatares que, seg¨²n profetizan los expertos, no ser¨¢n infrecuentes en un futuro pr¨®ximo.
En este punto, quienes no habitamos en las grandes urbes, tenemos una considerable ventaja. Nuestro esp¨ªritu se ha fortificado en las dificultades cotidianas. Yo mismo vivo, desde hace a?os, en un pueblo de L'Alacant¨ª y cada vez que abro el grifo, el agua que fluye por ¨¦l apenas me sirve para otra cosa que para lavar los platos. No me la puedo beber, ni puedo cocinar con ella, ni utilizarla para la limpieza de la ropa y, con el tiempo, mi piel ha adquirido un aspecto blanquecino y salitroso. Cada vez que quiero beber agua potable, he de acudir a la tienda y comprarla embotellada. O peregrinar, como hac¨ªan mis abuelos, hasta la fuente del pueblo. La ¨²nica novedad es que la fuente procede ahora de una depuradora que nos ha pagado la Comunidad Europea.
Pero, si estos son los problemas provocados por el agua, los causados por la electricidad no son muy distintos. Basta una corriente de aire o un ligero aguacero para que nos quedemos sin luz y debamos apa?arnos sin ella hasta el d¨ªa siguiente. Si esto ocurre durante los inviernos, los veranos no son muy diferentes. Durante los veranos no se va la luz, pero la que nos llega es tan pobre que nos devuelve a una infancia de posguerra. El filamento de la l¨¢mpara temblequea, impidi¨¦ndonos seguir el orden de los renglones, en tanto que los electrodom¨¦sticos, faltos de potencia, entran en un estado espasm¨®dico que no abandonar¨¢n hasta la madrugada. Es, precisamente en ese momento, cuando uno piensa que les est¨¢ pagando a las compa?¨ªas el¨¦ctricas un bill¨®n de pesetas para fomentar la competencia y se pregunta qu¨¦ clase de competencia es ¨¦sta que le ha trasladado al siglo XIX.
En este estado de cosas, yo propondr¨ªa a nuestro alcalde que nos declarasen municipio singular, para ver de ganar algo con ello. De este modo, as¨ª como hay lugares a los que el turista acude para admirar sus ruinas o monumentos, bien podr¨ªa visitarnos para asombrarse con nuestras condiciones de vida, que no son menos singulares. Incluso cabr¨ªa considerarnos una extensi¨®n de Terra M¨ªtica, cosa nada dif¨ªcil teniendo en cuenta nuestra proximidad al parque. En tal caso, pedir¨ªa a Roc Gregori que nos proporcionara unos cuantos pollinos. Con ellos, los vecinos acudir¨ªamos a la fuente, provistos de nuestros c¨¢ntaros, provocando esa escena de fuerte rusticidad que tanto aprecia el visitante.
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