Joaqu¨ªn Garrigues, un elegido de los dioses
La transici¨®n fue una ¨¦poca singular. Los nacidos a partir de la segunda mitad de los sesenta no han conocido aquella mezcla de ilusi¨®n por la libertad y sentido com¨²n para conseguir la convivencia pac¨ªfica que produjo el cambio vertiginoso de la sociedad espa?ola. Aquello fue simult¨¢neamente un "nunca m¨¢s" y un "ahora s¨ª" envuelto en entusiasmo colectivo. Por supuesto, las profundas transformaciones encontraban resistencias, la coyuntura econ¨®mica era nefasta y los problemas se desbordaban cada d¨ªa, pero el avance era incontenible.Inicialmente, y en t¨¦rminos jur¨ªdico-pol¨ªticos, la contraposici¨®n reforma-ruptura amenazaba con convertirse en un dilema. Sin embargo, fue uno de los c¨ªrculos que se consigui¨® cuadrar. Reforma sin soluci¨®n de continuidad jur¨ªdica en lo formal fue pol¨ªticamente una revoluci¨®n pac¨ªfica con el impacto de un movimiento s¨ªsmico.
En tales circunstancias, siempre hay hombres nuevos que aparecen en un escenario transformado. Los protagonistas son potenciados por las circunstancias, personifican ideales y sentimientos de colectivos sociales, son personas a las que les ha llegado su momento. Los j¨®venes de hoy que ven a Adolfo Su¨¢rez defendiendo sus ideas de siempre al recibir alg¨²n premio, con un cierto aire de tristeza digna, no conocen lo que fue su capacidad de persuasi¨®n en los momentos de gloria. Los que vean al Felipe Gonz¨¢lez de hoy calificado, de dinosaurio por su Alfonso Guerra, no se imaginan el imparable optimismo contagioso de Isidoro. Joaqu¨ªn Garrigues fue uno de ellos. Surgi¨® de la nada, la nada del silencio en la dictadura y la nada del barullo y la sopa de letras del comienzo de la transici¨®n. Conforme se fue desarrollando el proceso, r¨¢pido y dram¨¢tico, la combinaci¨®n de decisiones, apoyos, coaliciones y tomas de posici¨®n p¨²blica fue decantando a los llamados a protagonizar el futuro. Joaqu¨ªn Garrigues fue haciendo la carrera obligada, sin caer en trampas ni descarrilar en las curvas, y todo ello a gran velocidad. Fund¨® su peque?o partido, sufri¨® la regla de que el tama?o es inversamente proporcional a la conflictividad, no se confundi¨® con la Junta Democr¨¢tica, acert¨® en el di¨¢logo con el primer Su¨¢rez, entr¨® en UCD y fue ministro de Obras P¨²blicas en el primer Gobierno constitucional. Lleg¨® vivo a la playa en un dif¨ªcil surfing en el que se ahogaron algunos favoritos en las apuestas previas.
Pol¨ªtica e ideol¨®gicamente, era liberal; como lo era de verdad no cre¨ªa que el t¨¦rmino necesitara demasiados adjetivos ni excesivas matizaciones. Ten¨ªa un fino olfato pol¨ªtico, entend¨ªa que al final siempre era un juego de personas el que defin¨ªa las situaciones. Ten¨ªa convicciones firmes y fuerte sentido de prop¨®sito, aunque escond¨ªa la pasi¨®n bajo una capa de iron¨ªa.
A lo largo del tiempo, una serie de perlas cultivadas fueron dando color a su personalidad p¨²blica. Bajo el humor hab¨ªa siempre profundidad en el comentario. La noche electoral del 77 hizo famosa su frase "hemos ganado los menos malos". De los consejos de ministros en que particip¨® dej¨® comentarios fascinantes: "Si este Consejo dura 12 horas, ?cu¨¢nto durar¨¢n los de Estados Unidos?", "Aqu¨ª hay tres grupos: los que saben que saben, los que saben que no saben y los que no saben que no saben".
El humor ir¨®nico relajaba las tensiones. Cada semana, al principio de la reuni¨®n de direcci¨®n en el ministerio comenzaba con la misma frase, que adquiri¨® un tono lit¨²rgico: "La situaci¨®n pol¨ªtica es estable y con ello quiero decir que no es probable que se produzca nada trascendental en las pr¨®ximas 24 horas".
Fue un maestro de los gestos. Algunos de los miembros del primer Gobierno constitucional, reformistas del r¨¦gimen anterior, sufrieron ataques en el Congreso de los socialistas que se arrogaban el derecho a repartir carn¨¦s de dem¨®crata. En una de aquellas ocasiones, Joaqu¨ªn Garrigues se levant¨® de su esca?o y fue a sentarse al lado del ministro agredido, lo que sell¨® mejor que ninguna explicaci¨®n la solidaridad del Gobierno.
El d¨ªa de las elecciones generales de abril del 79, el descubrimiento de la enfermedad trunc¨® su carrera. La enfermedad hizo que nos dejara para siempre hace 20 a?os justos.
Especular con lo que hubiera podido ser es gratuito. Hubiera podido emerger como la figura decisiva tras Adolfo Su¨¢rez. Hubiera podido organizar un contrapeso centrista a la hegemon¨ªa felipista. Personalmente creo que tal cosa hubiera podido suceder; otros dir¨¢n que tambi¨¦n hubiera podido ser desbordado por la ola del cambio del 82.
Lo ¨²nico cierto es que estaba all¨ª, que era una oportunidad, que fue un individuo de enorme personalidad, que dej¨® una huella imborrable en su entorno cercano y que ejerci¨® una influencia notable en la corta etapa pol¨ªtica que pudo vivir. Pero era un elegido de los dioses, que se lo llevaron envolviendo su triunfo en la tragedia.
Pedro L¨®pez Jim¨¦nez es ex subsecretario de Obras P¨²blicas y Urbanismo con Joaqu¨ªn Garrigues.
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