El cuento de nunca acabar
Tur¨ªn es famosa por los autom¨®viles FIAT, por su museo de antig¨¹edades egipcias, porque en una de sus calles, un d¨ªa de 1881, Friedrich Nietzsche dio aquel abrazo al caballo con el que se despidi¨® de la raz¨®n, porque en un modesto cuartito del Hotel Roma, vecino a la estaci¨®n, una noche de 1951 se suicid¨® Cesare Pavese, y por muchas otras cosas m¨¢s. A ellas se sumar¨¢ pronto, tal vez, gracias al entusiasmo contagioso de uno de sus ilustres hijos, el escritor Alessandro Baricco, la de estarse convirtiendo en la capital europea de la narrativa, o poco menos.Nacido en 1958, Baricco es uno de los m¨¢s conocidos escritores contempor¨¢neos, autor de magn¨ªficas novelas, entre ellas la misteriosa, lac¨®nica y perfecta Seda, de ensayos y textos teatrales, y de estudios musicales, uno de ellos consagrado a la obra de Rossini. Pero es, tambi¨¦n, una especie de agitador y misionero cultural, un cruzado del cuento, que dedica parte de su vida no s¨®lo a crear historias y personajes de ficci¨®n, sino tambi¨¦n escritores y lectores de buena literatura, con m¨²ltiples iniciativas que, por lo que acabo de ver y o¨ªr en un viaje reciente por su tierra turinesa, han dado ya ¨®ptimos frutos. Una de ellas es la Scuola Holden, llamada as¨ª en homenaje a Holden Caulfield, el h¨¦roe de The catcher in the rye, de Salinger, que funciona a pocos metros de las orillas del Po, en una casa finesecular y modernista de una calle apropiadamente llamada Dante. En ella se ense?an las t¨¦cnicas de la narrativa, en todas sus expresiones: los libros, el cine, el teatro, la televisi¨®n.
Los j¨®venes que toman los cursos, que duran dos a?os, tienen entre 19 y 30 a?os, vienen de toda Italia y en sus aulas aprenden a leer, a contar, a o¨ªr, a construir, a frasear y a sugerir las historias que llevan adentro y quisieran volcar en libros, escenarios o pel¨ªculas. Sus maestros son todos practicantes de la narrativa, como el propio Baricco, no s¨®lo novelistas, tambi¨¦n dramaturgos, guionistas, letristas o contadores orales, cuya exclusiva calificaci¨®n es la pasi¨®n por su oficio y el deseo de enriquecerlo y propagarlo. La Scuola Holden tiene reminiscencias de los departamentos de "escritura creativa" (Creative Writing) que ofrecen muchas universidades anglo-sajonas, pero hay en ella algo que la distingue de estos ¨²ltimos: una mayor exigencia de pureza vocacional de parte de sus alumnos, quienes no reciben t¨ªtulo ni certificado acad¨¦mico alguno al t¨¦rmino de su formaci¨®n, pues la Scuola, que es privada, no tiene car¨¢cter oficial universitario, ni aspira a tenerlo. Su ambici¨®n no es formar profesionales, sino artistas. O, mejor dicho, narradores, una palabra que en las aulas, franciscanas pero plet¨®ricas de alegr¨ªa y vitalidad de la instituci¨®n, suena mejor, con m¨¢s musicalidad, gracia y dignidad que en otras partes. Varias veces he dado cursos y conferencias sobre lo que he aprendido escribiendo novelas; pero nunca me he divertido tanto haci¨¦ndolo como entre estos j¨®venes pugnaces y apasionados de la Scuola Holden, el benjam¨ªn de los cuales me susurr¨® en el o¨ªdo el ¨²ltimo d¨ªa de clase, a modo de despedida, con una convicci¨®n emocionante: "Yo llegar¨¦ a ser un escritor".
Baricco es tambi¨¦n el creador y protagonista de un espect¨¢culo bautizado con el nombre de Totem, que ha recorrido los teatros de Italia, congregando multitudes, y alguna de sus versiones ha sido filmada y transmitida por la RAI. Yo no lo he visto en vivo, s¨®lo en v¨ªdeo, pero, aun as¨ª, a trav¨¦s de la pantalla se advert¨ªa la concentraci¨®n ext¨¢tica con que el p¨²blico escuchaba -ri¨¦ndose, entristeci¨¦ndose o maravill¨¢ndose- las historias que Baricco y sus acompa?antes les le¨ªan y contaban, entremezclando sus relatos con an¨¦cdotas, comentarios, y, a veces, fragmentos musicales. Historias tomadas de escritores cl¨¢sicos o modernos, Dickens, C¨¦line, o de Guillermo Tell, la ¨²ltima ¨®pera que escribi¨® Rossini, revividas en el escenario literalmente, y enlazadas unas con otras a partir del efecto psicol¨®gico que causaron en quienes las resucitaban, explic¨¢ndolas y ley¨¦ndolas en voz alta para compartir con el auditorio el placer, la sorpresa, la ternura o la angustia que aquellas lecturas les depararon. En algunos casos, un actor reproduc¨ªa, mim¨¢ndolo, al personaje de la historia, y en otros una m¨²sica, grabada o ejecutada en escena por un peque?o conjunto, acompa?aba la lectura para a?adir cierto ¨¦nfasis, o rodear de cierto clima, a los textos le¨ªdos. Pero en todos estos casos la escenograf¨ªa no se serv¨ªa de las narraciones para fines teatrales, extranarrativos; estaba a su servicio, daba mayor relieve a los relatos y contribu¨ªa a situarlos dentro de un contexto inteligible.
Totem renueva, en un mundo moderno, la m¨¢s antigua y la m¨¢s extendida de las tradiciones: en todas las culturas y civilizaciones, desde los tiempos m¨¢s remotos, los seres humanos acostumbraban reunirse para escuchar historias. Historias que les explicaban el mundo y el trasmundo, aplacaban sus miedos e incertidumbres o los multiplicaban, sac¨¢ndolos de sus vidas limitadas y haci¨¦ndolos vivir, en el tiempo milagroso del cuento, otras, m¨¢s ricas, m¨¢s libres, m¨¢s intensas. La literatura es un brote tard¨ªo de aquella antigua magia urdida con el verbo y la fantas¨ªa para hacer la vida m¨¢s llevadera, para apaciguar simb¨®licamente ese surtidor de deseos inalcanzables de que est¨¢ hecha la existencia humana. El espect¨¢culo concebido por Baricco llega tan f¨¢cilmente a grandes p¨²blicos no literarios porque tiene la virtud de mostrar, en los textos y narraciones que ¨¦l escoge y que trenza refiri¨¦ndolos a su propia experiencia y a la vida de nuestros d¨ªas, c¨®mo la buena literatura es diversi¨®n, una manera exaltante de pasar el tiempo, c¨®mo las buenas historias de los libros pueden excitar el ¨¢nimo ni m¨¢s ni menos que un concierto de rock o un match de f¨²tbol.
La ¨²ltima de las invenciones de Alessandro Baricco en su inexorable combate en favor de la literatura es una librer¨ªa. Se hab¨ªa inaugurado apenas seis d¨ªas atr¨¢s cuando la visit¨¦. Se halla en el centro de Tur¨ªn, en una esquina de la Piazza Bodoni, y es peque?a, de apenas 100 metros cuadrados. Una frase de Nora Joyce a su c¨¦lebre marido recibe a los visitantes: "?Por qu¨¦ no escribes libros que la gente entienda?". La librer¨ªa de Baricco ha sido concebida de tal modo que todos los libros que en ella se venden resulten accesibles a sus compradores, porque cada uno de ellos viene acompa?ado de un padrino (o una madrina) que los describe, explica y promueve a lo largo de tres minutos, en unas grabaciones que los potenciales compradores pueden escuchar en unos auriculares, como en las tiendas de discos. Para que esto sea posible -que cada libro reciba ese tratamiento deferente y especial que lo recomienda al comprador- se ha fijado un tope de libros puestos a la venta: veintiocho, ni uno m¨¢s. Este n¨²mero es inflexible,
pero los t¨ªtulos no: cada mes se renuevan diez, que vienen, asimismo, elegidos, descritos y promocionados por una persona. Quienes eligen se renuevan tambi¨¦n, naturalmente. Son traductores, escritores, cr¨ªticos, pero la idea no es que estas 28 personas salgan exclusivamente del ¨¢mbito intelectual. Ser¨¢n gentes procedentes de distintos medios y actividades, con afici¨®n por la lectura, un cierto gusto, y capaces de desarrollar de viva voz en tres minutos unas razones claras y persuasivas por las que el libro que recomiendan deber¨ªa ser le¨ªdo.No hay limitaci¨®n alguna -ni de g¨¦nero, ni de ¨¦poca, ni de lengua- en la selecci¨®n de los 28 afortunados vol¨²menes hu¨¦spedes de la librer¨ªa ideada por Baricco. Algunos ejemplos de esta primera selecci¨®n dan una idea de la variedad de la oferta: Las confesiones, de Jean Jacques Rousseau; cuentos de Charles Bukowski y novelas de Alberto Savinio, Philip Roth, Jorge Ibarg¨¹engoitia, William Vollmann, Virginia Woolf, George Simenon, Serena Vitale, Joao Guimaras Rosa, Antonio Moresco, Sebastian Junquer y Antonia S. Byatt, entre otras. Mi insistencia en averiguar si esta original librer¨ªa minimalista estar¨ªa en condiciones de sobrevivir econ¨®micamente provoc¨® entre los amigos embarcados en la aventura de la Piazza Bodoni bastantes sonrisas y alg¨²n bostezo: s¨ª, sobrevivir¨ªa. En todo caso, el ¨¦xito econ¨®mico no era su objetivo primordial. M¨¢s bien, el de sentar un ejemplo susceptible de ser imitado. En sus primeros seis d¨ªas de existencia la librer¨ªa hab¨ªa vendido un promedio de medio centenar de vol¨²menes diarios: ?acaso era un mal comienzo?
Hay que desear que tenga ¨¦xito, que su vida se prolongue largo tiempo. El proyecto es original y revela un amor hondo y personal por el libro. No por el libro en general, ente abstracto; por ¨¦ste, ¨¦se y aqu¨¦l, por cada uno de los que han entrado a ocupar un lugar en los anaqueles aristocr¨¢ticos de esa tienda que tiene algo de santuario o ¨¢mbito ceremonial. Pues cada uno de ellos lleg¨® hasta aqu¨ª no por efecto de un mecanismo impersonal -las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda- sino como un acto de amor, de reconocimiento, de gratitud, de un lector que gracias a aquellas p¨¢ginas vivi¨® unas horas o d¨ªas de ilusi¨®n, de sue?o y de felicidad, y quiere de este modo, asumiendo su padrinazgo, que otros vivan una experiencia igualmente gratificante. Esto no es renunciar al mercado, desde luego. Es actuar de manera que el mercado del libro, adem¨¢s de producir beneficios a editores y libreros, dinamice la cultura literaria, difundiendo el producto valioso, el m¨¢s creativo, y vaya ganando lectores y educ¨¢ndolos a la vez que los sirve. Si, como supone Baricco, esta peque?a librer¨ªa tiene ¨¦xito, muchas otras nacer¨¢n a su imagen y semejanza en Tur¨ªn y en el resto de Italia, y esto servir¨¢, tambi¨¦n, para estimular a los buenos editores, aquellos que quieren publicar libros de calidad y no se atreven por falta de circuitos de distribuci¨®n para llegar a los lectores. Y acaso sirva, asimismo, para disminuir la pl¨¦tora asfixiante de publicaciones en aras de la calidad.
?Utop¨ªas? ?Sue?os de novelista? Tal vez lo sean. Pero, la verdad, Alessandro Baricco nos est¨¢ dando un admirable ejemplo a todos los escritores y lectores que, de un tiempo a esta parte, nos dedicamos a gemir premonitoriamente como unas magdalenas por la bancarrota de la literatura creativa, debido a la tiran¨ªa creciente de la televisi¨®n, a la basura manufacturada que es la literatura de gran consumo, a las grandes superficies de venta que est¨¢n aniquilando a las queridas librer¨ªas de anta?o, y a predecir una inminente humanidad sin lectores sensibles. A Baricco deben de asaltarle los mismos temores que a nosotros sobre el futuro de la literatura, sin duda. Pero, en vez de adoptar la c¨®moda postura del victimismo, o jugar a ser Casandra, se ha puesto a actuar, a pelear, como un verdadero tit¨¢n, en defensa de aquello que ama y que constituye su vida. Su filosof¨ªa es muy simple. Si la literatura es importante, y merece ser salvada, pues ?a salvarla! ?C¨®mo? Escribiendo buenos libros, ante todo, claro est¨¢. Pero, como estos libros no llegan normalmente a un vasto p¨²blico, ama?¨¢ndose de m¨ªl maneras para fabricar buenos lectores, y, adem¨¢s, si es posible, tambi¨¦n buenos escritores, que mantengan viva la exigencia y la ambici¨®n de la calidad literaria en las nuevas hornadas. ?Es posible eso? S¨ª, lo es. Invirtiendo en ello un poco de la imaginaci¨®n y el empe?o, que son requisitos obligatorios de un novelista, se pueden hacer milagros en favor de la literatura. ?No me creen? Amigos: vayan a Tur¨ªn, v¨¦anlo y as¨®mbrense.
? Mario Vargas Llosa. 2000. ? Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Diario El Pa¨ªs, SL, 2000.
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