Las regentas
Quiz¨¢ le ha llegado al cine espa?ol la hora de las mujeres fuertes. No me refiero al repertorio de los papeles de dura o mala (lo que en la jerga de Hollywood se llama broad, una palabra que a?ade la bastedad a la dureza). ?sos ya exist¨ªan, y ahora mismo, sin hacer un examen de memoria, recuerdo grandes broads recientes de Victoria Abril, de Cayetana Guill¨¦n Cuervo, de Charo L¨®pez. Tambi¨¦n me acuerdo de la impresi¨®n de ver a Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n sacando unas garras afilad¨ªsimas en el montaje esc¨¦nico de A puerta cerrada, de Jean-Paul Sartre. La misma Aitana dulce y pre-rafaelista de otras obras teatrales y pel¨ªculas. Despu¨¦s fue elegida presidenta de la Academia del Cine, un puesto de alto riesgo, en el que ahora la releva Marisa Paredes.?La Paredes, una basta? Hay que estar loco para insinuar una cosa as¨ª. Aunque es alta y poderosa de voz, la gente que la adora -que es todo el mundo- la asocia a una figura con halo y alas, no enteramente terrestre ni ponderable. Si no tuvi¨¦ramos con tanta frecuencia la prueba de su gran peso espec¨ªfico en las pantallas, lo normal ser¨ªa creerla un esp¨ªritu escapado de la porcelana pintada o el frasco m¨¢gico. Pero la Paredes es una actriz, no un geniecillo de f¨¢bula. S¨®lo una int¨¦rprete realmente genial puede transformarse, siendo ella lo contrario, en coronela decr¨¦pita o cantante fr¨ªvola y cruda. S¨®lo una suprema elegante puede ponerse ficticiamente una bata de obrera industrial y emocionarnos (v¨¦ase a Catherine Deneuve, otro prodigio de la estilizaci¨®n, en Dancer in the dark, de Lars von Trier). La dureza, la resistencia, el empuje que va a necesitar en los cruciales a?os que se le presentan a la Academia del Cine, Marisa los tiene. La conozco desde 1968, aunque no fue en Par¨ªs ni en el mes de mayo. Era ya una gran actriz inquieta y arriesgada, con un brillo estelar limitado a un cielo teatral o televisivo. Como contaba ella misma en el retrato-entrevista que le hice para El Espectador hace dos a?os, Marisa abandon¨® por amor y pedagog¨ªa un momento dulc¨ªsimo de su carrera. Corr¨ªa el a?o 1971, y el hombre del que estaba enamorada se fue a Londres. Sin apenas dinero, sin hablar ingl¨¦s, sin contar siquiera con la certeza de una continuidad amorosa, Marisa se plant¨® all¨ª dispuesta a todo. Le di cobijo unos cuantos d¨ªas en un peque?o flat compartido de South Kensington, y pude comprobar que mi espiritual amiga no andaba por las nubes. Busc¨® trabajo, hizo amistades en su profesi¨®n, ejerci¨® la curiosidad por encima del dolor. Quer¨ªa vivir el gran teatro del mundo de los sentimientos y no perderse de paso ning¨²n espect¨¢culo del West End. Siempre ha dicho que aquellos dif¨ªciles meses londinenses la ayudaron a ser, cuando volvi¨® a Madrid, otra actriz. Otra mujer.
He sido testigo, como cualquier otro espectador, de su pleno desarrollo interpretativo y sus triunfos internacionales.Pero conservo y valoro muchas im¨¢genes privadas de su car¨¢cter intr¨¦pido. Ninguna para m¨ª m¨¢s intensa que la del desaf¨ªo de interpretar, a principios de los noventa (junto a otro gran actor, Joaqu¨ªn Hinojosa), unas dificil¨ªsimas, extraordinarias piezas finales de Samuel Beckett que yo mismo hab¨ªa seleccionado y tradujo Juan Benet para una funci¨®n del CDN dirigida por ?lvaro del Amo. El d¨ªa antes del estreno en el Mar¨ªa Guerrero, Marisa tuvo un ataque de miedo esc¨¦nico en el camerino. "?Yo no!", me dijo evocando el t¨ªtulo de su mon¨®logo principal. Claro que ella s¨ª. Esa actuaci¨®n suya sigue siendo una de las mejores que he visto en mi vida.
?Saben los artistas representarnos o s¨®lo representar? En este momento hay un director de cine, Eduardo Campoy, encabezando a los productores espa?oles; otro, Guti¨¦rrez Arag¨®n, al frente de la SGAE, y Marisa Paredes sucede a Aitana,que lo ha hecho bien y en su d¨ªa sucedi¨® a otro creador, Jos¨¦ Luis Borau. No me olvido tampoco de Pilar Mir¨®, que tantas transformaciones positivas consigui¨® para la televisi¨®n y el cine espa?oles sin abandonar, entre despacho y despacho, su trayectoria art¨ªstica. Hay pendiente una gran guerra europea para salvar la industria y el arte cinematogr¨¢ficos, y es conveniente que a las instituciones que tendr¨¢n que liderar la lucha lleguen mujeres y hombres con una buena facha y un est¨®mago de hierro.
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