El futuro de la izquierda
1) Jacques Chirac ha perdido Par¨ªs. Todo lleva a reducir, a relativizar las dos brillantes victorias de la izquierda y a evitar encontrar coartadas en ellas. Su derrota en el plano nacional. Todo, salvo las reacciones en el extranjero, que, por mi parte, utilizo a modo de referencia. Pero, ?qu¨¦ vemos en las portadas de nuestros colegas europeos y estadounidenses? Par¨ªs, conquistado por la izquierda. La capital cae en manos de la izquierda. D¨¦cadas despu¨¦s, el pueblo de Francia vuelve a hacerse con la capital. ?Le hace sonre¨ªr? ?Considera que exageran? En primer lugar, ¨¦se no es el parecer de los j¨®venes electores de Bertrand Delano?. En segundo lugar, hab¨ªamos olvidado (lo que uno desea mediante una especie de distanciamiento t¨¦cnico, olvidar) lo que todav¨ªa representa Par¨ªs en el mundo. Desde hace tiempo, en cada uno de mis viajes he conocido a hombres p¨²blicos o a intelectuales que so?aban con ser recibidos en el Ayuntamiento de Par¨ªs. Pero me da la impresi¨®n de que al insistir sobre este tema se corre el riesgo de ser sospechoso o partidista.
Sin embargo, aunque no crea en absoluto que Par¨ªs y Ly¨®n sean suficientes para salvar a la izquierda, ni mucho menos, en cambio estoy convencido de que las victorias en estas dos ciudades corrigen, alteran y, en el fondo, arruinan la forma en que los electores de derechas, y sobre todo los estados mayores de sus partidos, viven su revancha. De De Gaulle a Chirac, pasando por Pompidou, Giscard y Mitterrand, tambi¨¦n lo han afirmado: Francia es un pa¨ªs de derechas que s¨®lo vota a la izquierda por accidente y que se gobierna desde el centro. Y casi todos ellos a?adieron que Par¨ªs ten¨ªa una leyenda de izquierdas y una historia de derechas.
As¨ª pues, el acontecimiento no deja de ser significativo y Jacques Chirac lo sabe mejor que nadie. Porque fue un buen alcalde. Tom¨® la medida justa del cargo, es decir, de su especial prestigio. Impresion¨® a los visitantes por su conocimiento de los asuntos extranjeros, su cultura sobre el arte primitivo, por su cordialidad. Por lo tanto, el hecho de haber elegido para este cargo a un hombre como Jean Tib¨¦ri no es inocente. La tentaci¨®n de encontrar en esta elecci¨®n explicaciones oscuras es grande. En todo caso, se ve al presidente de la Rep¨²blica en la ra¨ªz del fracaso de su sucesor en el Ayuntamiento.
2) ?Por qu¨¦ el pueblo se aleja con frecuencia de la izquierda? En el plano nacional, los fen¨®menos que los analistas coinciden en subrayar son: la fuerte abstenci¨®n, el empuje de los Verdes y de los alternativos de todo tipo, la mala correlaci¨®n de votos en el interior de la izquierda plural, el declive de los comunistas y la recuperaci¨®n de la extrema derecha por parte de la derecha. M¨¢s adelante veremos las conclusiones que de ello sacan nuestros amigos.
Pero me gustar¨ªa insistir en el sentido de las tres primeras observaciones. La abstenci¨®n y la indiferencia que expresa, el ¨¦xito de los Verdes y la toma de conciencia ecol¨®gica planetaria que traduce y, por ¨²ltimo, la superaci¨®n de la izquierda por la extrema izquierda y la aglutinaci¨®n de los descontentos contradictorios que pone de manifiesto.
Lo m¨¢s interesante es que estos tres fen¨®menos se producen cuando el Gobierno de izquierdas ha vencido al paro, ha impuesto las 35 horas semanales, ha sostenido y prolongado el crecimiento y, mediante la paridad, ha iniciado una promesa de cambio de sociedad. Todas estas medidas no est¨¢n te?idas de una orientaci¨®n de derechas. A?adir¨ªa que la reapropiaci¨®n por parte de la izquierda de una preocupaci¨®n por la seguridad no puede considerarse como una concesi¨®n exclusiva hacia las clases medias. Las primeras v¨ªctimas de la inseguridad son los pobres.
Entonces, ?de d¨®nde viene el desapego hacia cierta izquierda popular o su desaprobaci¨®n? Curiosamente, se puede encontrar la respuesta en varios informes sobre el estado del mundo publicados en Estados Unidos, en parte por el Instituto Rockefeller. Estos informes coinciden en una observaci¨®n: debido a las l¨®gicas m¨²ltiples y convergentes del crecimiento, el mundo estar¨¢ cada vez m¨¢s dividido entre desarrollados y subdesarrollados y las sociedades de los pa¨ªses ricos ser¨¢n cada vez m¨¢s unas sociedades con dos velocidades. Se trata de estos estadounidenses que abandonan la noci¨®n fundamental del liberalismo seg¨²n la cual el enriquecimiento de los ricos traer¨¢ consigo el de los pobres. M¨¢s a¨²n: aunque los pobres se vuelvan menos pobres, la disparidad de las rentas aumentar¨¢ de forma tan indecente que provocar¨¢ una conducta de alejamiento de la pol¨ªtica y una actitud contestataria, si es preciso insurrecta, en las corporaciones o entre los excluidos de todo tipo.
En principio, los gobiernos de izquierdas que, tanto en los dos primeros a?os de Mitterrand como en los de Tony Blair, no han dejado de querer humanizar el estatismo para moralizar el capitalismo, son plenamente conscientes de la necesidad de garantizar el crecimiento junto con la preocupaci¨®n de vigilar las molestas repercusiones sociales. Pero es la cuadratura del c¨ªrculo. Para evitarla es necesaria no s¨®lo una imaginaci¨®n t¨¢ctica considerable, sino una gran capacidad de entrenamiento y una cooperaci¨®n permanente y franca con unos agentes sociales representativos. Dicho de otro modo, las obligaciones inherentes a la econom¨ªa de mercado reclaman una gesti¨®n conjunta de los asuntos p¨²blicos con unos sindicatos fuertes.
3) El conflicto y el contrato.Desde luego, no puede decirse que, al menos desde hace ocho meses, Lionel Jospin y su Gobierno no se hayan preocupado de lograr la concertaci¨®n. A este respecto, ya conocemos el punto de vista de Nicole Notat. Siguiendo la estela de Edmond Maire, reprocha a los gobiernos de izquierda el creerse los representantes m¨¢s autorizados de las necesidades de los trabajadores, y a Lionel Jospin, de escuchar con benevolencia sin estar dispuesto a compartir la decisi¨®n surgida de una discusi¨®n. Al hacer esto, y ocurra lo que ocurra, Lionel Jospin contribuir¨ªa a mantener a los trabajadores en una cultura del conflicto en vez de ense?arles una cultura del contrato. As¨ª, se ver¨ªa constantemente conducido a resolver el conflicto mediante concesiones.
Pero tambi¨¦n conocemos la respuesta de Lionel Jospin seg¨²n la cual Nicole Notat busca de todas las formas posibles hacer olvidar esa temible excepci¨®n francesa que es la debilidad de los sindicatos. Si a?adimos unos tras otros los argumentos de Lionel Jospin y de Nicole Notat, sacamos una respuesta sobre la dificultad, casi insuperable, de conciliar en este pa¨ªs una responsabilidad de izquierda con un apoyo popular duradero.
4) Poderes y contrapoderes.Una de las ilusiones m¨¢s persistentes de la izquierda (la compart¨ª durante mucho tiempo) es creer que, una vez en el Gobierno, se pueden hacer desaparecer los descontentos populares a la vez que las insatisfacciones de las clases medias. Pero el descontento y la insatisfacci¨®n existen a la vez por naturaleza y por necesidad.
Es necesario que exista un partido, una organizaci¨®n y, preferentemente, unos sindicatos para expresar p¨²blicamente las reivindicaciones. En el fondo, es una de las cosas que figuraban en la filosof¨ªa de la izquierda cuando preconizaba, m¨¢s que una conquista del poder, un control permanente de ese poder mediante las iniciativas asociativas.
Durante un tiempo, y en especial bajo Giscard, la noci¨®n de un contrapoder sindical fue el ideal de alguien como Edmond Maire. Los sindicalistas y los intelectuales gozaban de una consideraci¨®n que sus adversarios les otorgaban y que les conduc¨ªa a pensar que dispon¨ªan de capacidad de audiencia, de influencia e, incluso, de acci¨®n. Era, claro est¨¢, antes de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, de la implosi¨®n de los partidos comunistas, del declive de la CGT (Confederaci¨®n General de Trabajadores), de la aparici¨®n de las influencias trotskistas u otras en el seno de Fuerza Obrera y de la existencia de una complicidad soterrada entre unos libertarios antiestalinistas y una derecha, si no un Estado, anticomunista.
Pero el futuro de la izquierda en Francia no pasa ni por el abandono de las masas de clase media por una demagogia populista ni por resignarse a que desaparezca una base popular. Pasa por el renacimiento del sindicalismo y, en contra de lo que se ha escrito, y a pesar del fin de la apasionante experiencia de cogesti¨®n en Alemania, no creo que esto sea definitivamente imposible.
5) La nueva conciencia ecol¨®gica. ?Por qu¨¦ los Verdes? ?Por qu¨¦ ese incremento de su peso y de su audiencia? La respuesta hay que buscarla en Porto Alegre y la movilizaci¨®n, con raz¨®n o sin ella, contra las instituciones internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Central, etc.).
La respuesta est¨¢ en la popularidad y en la promoci¨®n de Jos¨¦ Bov¨¦ y en su presencia en la larga marcha del subcomandante Marcos hacia M¨¦xico. La respuesta est¨¢ en el propio t¨ªtulo del movimiento Cambiar de Aire, que no es s¨®lo una denuncia de la contaminaci¨®n. El horror econ¨®mico se ha acabado y, en todo caso, sabemos que puede vencerse. Se ha transformado en un deseo alocado, extendido, so?ado o realizado de 'vivir de otro modo'. ?Es vago? Como todas las contestaciones al principio. Y precisamente por ello hay que insertar la din¨¢mica en un prop¨®sito ambiciosamente pol¨ªtico.
Jean Daniel es director del semanario franc¨¦s Le Nouvel Observateur.
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