Sacrilegio en Augusta

Bienvenidos al reino de la met¨¢fora, al para¨ªso del t¨®pico; bienvenidos al dominio de la hip¨¦rbole; est¨¢n ustedes en el Augusta National Golf Club, el campo en el que a los greens se les fertiliza con cemento (as¨ª de duros est¨¢n), en el santuario en el que cualquier cambio es un sacrilegio.
Hace 20 a?os desapareci¨® la hierba bermuda de los greens. Se fue la hierba sana y crecedera, la hierba natural, r¨¢pida ma non troppo. Lleg¨® la bentgrass, m¨¢s artificial, veloz, deslizante y dura. Naci¨® entonces la leyenda del calvario de los greens de Augusta, territorios inconquistables, despendolados. Fueron la gran defensa del par del campo abierto, ancho y sencillo. Aumentaron su leyenda (agrandada por el secreto con el que la gente del club rodea su verdadera velocidad, y dispara las especulaciones: ?ser¨¢ de cuatro pies? ?de cinco?) y hasta resistieron la resaca de Woods y sus -18 del 97 que amenazaron con cambiar todo el golf conocido. Pero con lo que ya no parecen poder es con los avances tecnol¨®gicos, las nuevas bolas que vuelan m¨¢s, los nuevos palos que le dan m¨¢s lejos y m¨¢s recto. '?Prohibici¨®n!', brama la leyenda Nicklaus. Que hagan las bolas exc¨¦ntricas, para que sean incontrolables; que hagan las maderas de madera; que hagan algo para que el Masters no se convierta en un pim pam pum en el que cualquiera llegue al green de los pares cuatro con el driver, en un concurso de putts que permita a desconocidos como Di Marco, empalmar birdie tras birdie sin despeinarse.
Pero como contra el progreso no se puede ir (y menos contra los abogados de las grandes empresas de bolas y palos), Augusta se ha decidido por el sacrilegio: a partir de 2002 los pares cuatro ser¨¢n m¨¢s largos y m¨¢s estrechos. Puede que entonces Augusta sea un poco m¨¢s dif¨ªcil, pero ser¨¢ tambi¨¦n m¨¢s parecido a cualquier campo.
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