Un contrato con la muerte prematura
La muerte en el Everest del 'sherpa' Babu Chiri, un alpinista legendario para Occidente, ilustra la precariedad de los gu¨ªas de altura de su etnia
Los alpinistas asiduos del Himalaya cuentan que no hay sensaci¨®n m¨¢s descorazonadora que acostarse o despertarse con la noticia de un desaparecido en la monta?a, algo frecuente en el Everest. Dicen que en estos casos el silencio del campo base oprime mientras el pesar por la muerte ajena se conjuga obligatoriamente con una ego¨ªsta sensaci¨®n de alivio: 'al menos no me ha tocado a m¨ª'. El pasado 29 de abril, la monta?a m¨¢s alta del planeta se trag¨® uno de sus mitos, el sherpa Babu Chiri, el hombre cuyas gestas han ridiculizado sin pretenderlo el af¨¢n occidental por hollar la codiciada cima.
Babu Chiri hab¨ªa contemplado diez veces el mundo desde la cima, desafiado la cordura, el fr¨ªo extremo y la muerte para acampar durante 21 horas en su punta y, desde hace pr¨¢cticamente un a?o ostentaba la ascensi¨®n m¨¢s r¨¢pida: 15 horas y 56 minutos entre el campo base (a 5.300 metros) y la cima (8.850 m). Sherpa de ¨¦lite elevado a la categor¨ªa de h¨¦roe nacional de Nepal, Chiri tambi¨¦n hab¨ªa hollado el Kangchenjunga (8.586 m), el Sisha Pangma (8.027), en dos ocasiones) y el Cho Oyu (8.201 m, seis veces). Sus idas y venidas por las laderas del Everest, su facilidad para re¨ªrse del fr¨ªo, de la falta de ox¨ªgeno, del peligro, no han impedido que acabara su trayectoria en el fondo de una grieta. Una macabra iron¨ªa. Babu Chiri hab¨ªa decidido volver a exhibirse en el Everest. Le pagaban (y muy bien) por ello. Instalado en su rutina, sali¨® el pasado domingo de su tienda anclada en el campo 2 (6.400 m) alrededor de las cuatro de la tarde. Pretend¨ªa fotografiar el atardacer y dar un paseo por un lugar helado, un paraje tan familiar como aparentemente seguro. No regres¨® bajo su techo de lona: sus compa?eros de expedici¨®n lo encontraron ocho horas despu¨¦s destrozado en el fondo de una grieta.
Los cad¨¢veres no se rescatan en el Himalaya. Nadie arriesga su vida para rescatar a un muerto, es una m¨¢xima rara vez contradecida. Pero Babu Chiri merec¨ªa una despedida, el adi¨®s budista. Una veintena de sherpas trasladaron a hombros y por turnos el cuerpo de Chiri, un tipo orondo, una bola de m¨²sculo, que atraves¨® por ¨²ltima vez las espelunnantes grietas de la c¨¢scada del Khumbu sin advertirlo. La c¨¢scada en cuesti¨®n es un laberinto de hielo inestable, formaciones de varios metros de altura bautizados como seracs que amenazan constantemente con su derrumbe y que se sortean gracias a un complejo entramado de cuerdas fijas y escalas met¨¢licas dispuestas para sortear las grietas. La desaparici¨®n de Babu Chiri, conocido como el rey del Khumbu, colaps¨® el campo base del Everest, donde este a?o se encuentran varios alpinistas espa?oles. Uno de ellos, I?aki Otxoa de Olza, acaba de estrenarse como el primer gu¨ªa de este pa¨ªs que conduce a clientes (casi todos estadounidenses) hasta el punto m¨¢s elevado del planeta. Habitual de este lugar, Otxoa de Olza coincidi¨® con Babu Chiri cuando ¨¦ste logr¨® la haza?a de permanecer durante pr¨¢cticamente un d¨ªa en lo m¨¢s alto del Everest. 'Ese d¨ªa se le tribut¨® un gran recibimiento y hubo una gran celebraci¨®n. Por la noche hac¨ªa mucho fr¨ªo en el campo base, pero a Chiri deb¨ªa sobrarle la ropa porque le recuerdo en pantal¨®n corto y chanclas de ducha. A m¨ª, en cambio, no me cab¨ªa m¨¢s ropa', recuerda I?aki.
Babu Chiri era un fen¨®meno dentro de una etnia, la sherpa, que fascina a los alpinistas occidentales desde hace un siglo y, sobre todo, desde que uno de ellos, Tenzing Norgay acompa?ara a Edmund Hillary en su conquista del Everest, en 1953. Los sherpas son carne de ca?¨®n, sin embargo. Los m¨¢s solventes, aquellos que gu¨ªan a sus clientes de la mano hasta lo m¨¢s alto de cualquiera de los ochomiles del Himalaya, viven seg¨²n las reglas de la ruleta rusa. De tanto coquetear con el peligro, los m¨¢s acaban su carrera sepultados por un alud, en el fondo de una grieta o destrozados tras un resbal¨®n. A cambio, disfrutan de un prestigio enorme y de una posici¨®n social imposible de alcanzar, en su caso, por otros medios. En realidad, los sherpas de altura tienen firmado un contrato con la muerte prematura.

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