La cl¨ªnica de don Silvestre
Este edificio con aspecto de dispensario suizo fue el mascar¨®n de proa de la f¨¢brica de calzados Segarra de La Vall d'Uix¨®. Fue una p¨¢tina de humanidad sobre la legendaria resistencia de los zapatos que salieron de esa factor¨ªa. Pero su reloj se par¨® sobre las siete y media de no se sabe qu¨¦ a?o, aunque en su interior, en cierto modo, contin¨²a la actividad sanitaria que motiv¨® su creaci¨®n. Ahora las Misioneras de Cristo lo han convertido en una residencia para el cuidado de internos minusv¨¢lidos bajo el amparo del municipio.
?sta fue la residencia del director del hospital de la empresa, el edificio m¨¢s vistoso de un extraordinario complejo sanitario que estaba por encima de muchos hospitales de Valencia. Fue inaugurado el 11 de noviembre de 1945 por el ministro de Trabajo Jos¨¦ Antonio Gir¨®n de Velasco, y en sus dependencias ten¨ªa quir¨®fanos, c¨¢maras de esterilizaci¨®n, rayos X y ultravioleta, una veintena de habitaciones con ba?os y agua caliente, comedor, cocina y farmacia para poder atender a pacientes de las especialidades m¨¦dicas principales.
La cl¨ªnica, como una consecuencia m¨¢s de la inspiraci¨®n paternalista de la empresa, ya estaba en la cabeza de Silvestre Segarra desde los d¨ªas de la Rep¨²blica, incluso tuvo su espacio, pero sucumbi¨® bajo los bombardeos de la aviaci¨®n nacional. Tras la guerra, seg¨²n las valiosas investigaciones del profesor Fernando Pe?a Rambla, el empresario destin¨® cerca de mill¨®n y medio para su construcci¨®n entre la f¨¢brica y la colonia obrera. Segarra no s¨®lo pudo superar con facilidad las trabas oficiales, sino que pudo importar material cl¨ªnico alem¨¢n de primera calidad en plena guerra mundial, lo que da la exacta medida de su capacidad y sus recursos.
En el verano de 1944 ya funcionaba a pleno rendimiento la consulta de radiolog¨ªa y radioterapia, y apenas unos meses despu¨¦s, los servicios de otorrinolaringolog¨ªa y cirug¨ªa estaban en las mismas condiciones. Ese mismo a?o en la cl¨ªnica se realizaron una docena de intervenciones quir¨²rgicas, y en el plazo de dos a?os se completar¨ªa el cuadro definitivo de m¨¦dicos y especialidades, siendo ¨¦ste el ¨²nico centro hospitalario que hab¨ªa en ese momento entre Valencia y Castell¨®n.
El ideal que impuls¨® la creaci¨®n de la cl¨ªnica, por utilizar las palabras del propio Silvestre Segarra, rebasaba los accidentes que pudieran producirse entre los trabajadores: 'Sal¨ªa del taller y llegaba a los hogares de nuestros obreros, para amparar en sus brazos caritativos lo mismo a la esposa parturienta que al hijo d¨¦bil o al obrero enfermo'. Sin embargo, este manto paternalista arropaba otros beneficios para la empresa, como eran la enorme publicidad y la seguridad de tener la mano de obra engrasada y a punto, controlada m¨¦dicamente para reducir el absentismo laboral a cero.
Incluso 'uno de los Segarra se oper¨® aqu¨ª', seg¨²n la memoria que Eleuterio Abad exprime sentado a la sombra de su casa en la colonia. Este hombre trabaj¨® 50 a?os para esta empresa de alpargateros, que prosper¨® gracias a la relaci¨®n de monopolio que mantuvo con el ej¨¦rcito y lleg¨® a ser la m¨¢s potente en su sector. En los a?os sesenta empez¨® la decadencia, y una cadena de acontecimientos, en la que no es ajena la muerte del dictador, llev¨® al Estado a expropiar la empresa. Pero ya no pudo reflotarla y la f¨¢brica fue descuartizada y vendida, reducida a un pol¨ªgono industrial. Entonces, muchos trabajadores, como Eleuterio se hicieron empresarios. La cl¨ªnica sobrevivi¨® s¨®lo para sostener la memoria.

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