Pocos gitanos acompa?aron a los acusados
Periodistas y responsables del Tribunal Superior de Justicia esperaban que la poblaci¨®n gitana invadiera la Audiencia de Valencia durante el juicio a Jos¨¦ y Soledad Mu?oz. Tambi¨¦n esperaban que eso pudiera acarrear problemas y desencuentros con la prensa. No fue as¨ª. Pocos gitanos se vieron por la sala, casi siempre la familia estricta de los acusados. Y no hubo conflictos. S¨ª los hubo hace tiempo, en 1998, cuando los reporteros gr¨¢ficos quer¨ªan captar im¨¢genes en el funeral del hijo del matrimonio, cosa que a la multitud de asistentes gitanos les enfureci¨®, entre otros motivos, porque lo entend¨ªan como una falta de respeto.
Muchas cosas, no obstante, han sido peculiares en este juicio. Por ejemplo, la elecci¨®n del jurado, que result¨® muy delicada, puesto que hab¨ªa que tener muy en cuenta que sus miembros fueran sospechosos de tener sentimientos racistas. Sobre todo en unos d¨ªas en que el clima general del mundo pod¨ªa provocar reticencias contra el color de piel m¨¢s oscuro. Cabe decir que entre el jurado no hab¨ªa ning¨²n miembro de etnia gitana.
Durante el desarrollo de la vista, tambi¨¦n se dieron circunstancias que han dificultado su desarrollo, y que ponen de manifiesto la situaci¨®n que oprime la atm¨®sfera de Natzaret. Diversos testigos asumieron que evitaron ver lo que estaba sucediendo en el momento del homicidio. Que se encerraron en sus casas, o que se dedicaron a otra cosa, mientras todo aquello acontec¨ªa. Apartarse de los problemas era su premisa delante del miedo.
Los problemas siguen en el barrio, y en la prensa, y la sociedad. Porque el peligro real de que el horror no tenga consecuencias de an¨¢lisis y de medidas globales, es que el horror se puede repetir. Bien en Natzaret, bien en cualquier otro sitio donde se conjuguen una serie de problemas que puedan converger en un conflicto mayor.
La tendencia administrativa con los sucesos de gran impacto medi¨¢tico y social es la de no hurgar en ellos una vez se ha pasado ese golpe, por si el olor a podrido revive el impacto.
Por el contrario, todo eso sigue ah¨ª, latiendo. Natzaret re¨²ne todos los elementos para convertirse en un paradigma de esto, hasta que su situaci¨®n y lo que significa se quiera afrontar con la suficiente honestidad.
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