Quiero poder ser nacionalista
1. En el debate pol¨ªtico de los ¨²ltimos tiempos ha aparecido con cierta frecuencia la figura argumentativa de la renuncia. Desde posiciones nacionalistas vascas se ha afirmado con rotundidad que no es l¨ªcito pedir la renuncia a los propios planteamientos, a las propias ideas. Y l¨ªderes no nacionalistas como Ram¨®n J¨¢uregui han afirmado que no se trata de pedir al nacionalismo que renuncie a sus propias metas, sino de plantear un pa¨ªs para todos ateni¨¦ndose a las reglas de juego.
Se entiende perfectamente el significado de esa figura argumentativa. Se podr¨ªa incluso decir que se trata simplemente de un corolario l¨®gico y necesario de la libertad de conciencia y de pensamiento, de algo b¨¢sico en democracia. Pero es preciso introducir algunos matices, especialmente si se considera esa figura argumentativa en relaci¨®n con esta otra: condenada la violencia terrorista, cualquier idea pol¨ªtica, cualquier planteamiento pol¨ªtico es l¨ªcito y leg¨ªtimo.
Democracia implica, en su propio meollo, renuncia a algo. Y es necesario captar la importancia b¨¢sica de esa renuncia, y captarla en su significado profundo. Implica la renuncia a organizar la sociedad a partir del acuerdo en torno a una verdad sustantiva, absoluta. Implica la renuncia a organizar la sociedad tomando como fundamento una verdad, una fe v¨¢lida y obligatoria para todos los ciudadanos.
Fruto de la experiencia de las guerras religiosas, en la dualidad del espacio p¨²blico y del espacio privado, la libertad y el derecho se constituyen a partir de la neutralidad del espacio p¨²blico. La libertad de conciencia como matriz de todas las libertades democr¨¢ticas se basa en una renuncia fundamental: no hay verdad ni fe p¨²blica obligatoria. Nadie tiene que suicidarse tomando la cicuta por no estar de acuerdo con la verdad de la mayor¨ªa. No hay identidad obligatoria, no hay identidad normativa.
La democracia vive de la verdad de que no hay verdad ¨²ltima v¨¢lida y obligatoria para todos. La mayor¨ªa no hace verdad: decide s¨®lo qui¨¦n puede gobernar durante un tiempo determinado. En esto radica la tan citada formalidad y procesalidad de la democracia. Una naci¨®n democr¨¢tica es una naci¨®n pol¨ªtica, aquella determinada por el acuerdo en las reglas de juego cuya ¨²nica sustancia y materialidad no proviene de la historia y de la tradici¨®n, sino de la renuncia a la verdad ¨²ltima.
A todos y en todo momento es preciso exigir en democracia esa renuncia. Nadie est¨¢, ni por su historia ni por su naturaleza, libre del peligro de que en sus planteamientos pol¨ªticos se cuele algo de verdad ¨²ltima, de fe religiosa o natural, de identidad normativa. Ni el nacionalismo, ni el marxismo, ni el socialismo, ni el constitucionalismo sacralizado y dogm¨¢tico est¨¢n, a priori, libres de sospecha.
2. El debate sobre la legitimidad o ilegitimidad de exigir renuncia a las propias ideas se produce en el contexto del debate sobre el derecho de autodeterminaci¨®n. Es probablemente in¨²til discutir sobre su existencia. M¨¢s de uno ha afirmado que es evidente, y sobre lo evidente no se discute. Y otros pueden a?adir que s¨ª, que es evidente, y que por ello mismo no significa nada.
Tan evidente, sin embargo, como la existencia del derecho de autodeterminaci¨®n es la existencia de un problema en relaci¨®n a ese derecho. Tan evidente como el derecho de autodeterminaci¨®n es que, en el caso vasco, existen problemas serios sobre la existencia del sujeto del que se predica dicho derecho. Tratar¨¦ de apuntar algunos de los elementos que componen ese problema.
?Cu¨¢l es la funci¨®n del t¨¦rmino autodeterminaci¨®n en el discurso que lo incorpora como elemento central? Poner de manifiesto la insuficiencia del sujeto pol¨ªtico vasco definido e institucionalizado en el Estatuto de Gernika, y afirmar formalmente la existencia de otro sujeto pol¨ªtico, el aut¨®s que se determina a s¨ª mismo.
?Por qu¨¦ es insuficiente el sujeto pol¨ªtico del Estatuto de Gernika? Porque es un sujeto pactado, h¨ªbrido, de compromiso, no homog¨¦neo, no cerrado en y sobre s¨ª mismo, relacional, con vinculaciones hacia su exterior porque no termina en s¨ª mismo, no absolutamente soberano y aut¨®nomo.
Por el contrario, el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n constituye formalmente un sujeto pol¨ªtico homog¨¦neo en su voluntad de entenderse como naci¨®n con derecho a Estado propio, negando as¨ª la pluralidad constitutiva de la sociedad vasca precisamente en lo referente a esa voluntad de autocomprensi¨®n, aunque luego el ejercicio del reconocimiento formal del derecho resulte en alg¨²n tipo de vinculaci¨®n externa. Pero esa vinculaci¨®n ser¨ªa resultado de una voluntad gratuita, paternalista, y no exigencia necesaria de la pluralidad de la sociedad vasca.
?Qu¨¦ significa constituir formalmente un sujeto pol¨ªtico de voluntad homog¨¦nea por medio del reconocimiento del derecho de autodeterminac¨®n en un contexto pol¨ªtico y social marcado por la presencia de una violencia terrorista que busca su legitimidad y su justificaci¨®n en la voluntad de transformar en realidad material el sujeto formal constituido en el reconocimiento del derecho de autodeterminaci¨®n? Que cada cual responda desde su responsabilidad.
En cualquier caso, ser¨ªa conveniente discutir sobre el derecho de autodeterminaci¨®n teniendo en cuenta los elementos expuestos, teniendo en cuenta que es muy dif¨ªcil mantener el principio del derecho de autodeterminaci¨®n en el mero plano de la instrumentalidad para acabar con la violencia o con el conflicto, como se hace muchas veces. Y si se discute sobre la autodeterminaci¨®n teniendo en cuenta todos los elementos que conforman el contexto, puede suceder lo que recientemente escrib¨ªa en estas mismas p¨¢ginas Javier Tusell: que quienes recurren al argumento del derecho de autodeterminaci¨®n pierdan el inter¨¦s y el gusto por ¨¦l.
3. Entiendo que para muchos nacionalistas vascos el discurso de que no se nos puede pedir la renuncia a nuestras ideas y el aferrarse al derecho de autodeterminaci¨®n provienen del convencimiento de que sin esos elementos el nacionalismo vasco deja de serlo, y que definitivamente habr¨ªa sido vencido por el nacionalismo espa?ol -y ambos elementos parecen ser consustanciales-.
?Es esto cierto? Es cierto que el PP que gobierna en Espa?a da demasiadas veces la impresi¨®n de querer resucitar un nacionalismo espa?ol rancio. Es cierto que demasiadas veces act¨²a con tics centralistas. Es cierto que usa un estilo de hacer pol¨ªtica al mismo tiempo miedoso y prepotente, que no ha superado 'la angustia de Espa?a' (Javier Tusell), que esconde sus incapacidades y su falta de proyecto en la existencia del terrorismo de ETA y en una sacralizaci¨®n de la Constituci¨®n.
Todo eso es cierto. Pero la cuesti¨®n no radica ah¨ª. La cuesti¨®n para el nacionalismo vasco radica en saber si, teniendo en cuenta lo dicho, es posible o no formular su proyecto sin los elementos del discurso de la renuncia y del derecho de autodeterminaci¨®n -que bien analizados no son, en el fondo, en nada distintos al del resucitado nacionalismo espa?ol del PP-.
La cuesti¨®n radica en saber si el nacionalismo se debe definir a s¨ª mismo desde la oposici¨®n al PP, o desde la voluntad de construir una naci¨®n vasca. La cuesti¨®n radica en saber si se puede construir una naci¨®n vasca sin tener en cuenta la sociedad vasca real. La cuesti¨®n radica en saber si se puede construir naci¨®n vasca hoy s¨®lo desde la definici¨®n jur¨ªdica, o si tambi¨¦n es preciso hacerlo desde la sociedad real, m¨¢xime si la definici¨®n jur¨ªdica -la sacralizaci¨®n de ciertas f¨®rmulas igual a la sacralizaci¨®n de la Constituci¨®n- supone ahuyentar del proyecto de naci¨®n vasca posible a una buena parte de los ciudadanos vascos. La cuesti¨®n radica en saber si somos capaces de formular el nacionalismo desde el reconocimiento del derecho de todos los ciudadanos vascos a definir lo que es, lo que debe ser la sociedad vasca, la naci¨®n vasca, Euskadi.
Y todo esto es posible s¨®lo desde un concepto de naci¨®n pol¨ªtica y de naci¨®n c¨ªvica. Todo esto es posible s¨®lo en una institucionalizaci¨®n abierta, de tipo estatutario, de esp¨ªritu de pacto, capaz de dar cauce a la participaci¨®n en varios ¨¢mbitos de decisi¨®n -vasco, espa?ol, europeo, global-, constituyendo la matriz institucional que posibilite identidades complejas y plurales, cada una en s¨ª misma, aunque de forma asim¨¦trica.Y todo esto es posible s¨®lo desde la renuncia a la sustantividad de los nacionalismos en liza, de esos dioses modernos (Josep R. Llobera) cuya condena al exilio del espacio privado es la ¨²nica v¨ªa de crear la posibilidad del espacio p¨²blico neutro de la democracia -y no estar¨ªa mal que los nacionalistas vascos interpret¨¢ramos, a modo de hip¨®tesis, el 'Grave y Transcendental' de Sabino Arana como un juego de pensamiento en el que quer¨ªa probar este reparto: la fe pura e inc¨®lume del nacionalismo radical para su intimidad individual, el nacionalismo autonomista institucionalizado como partido pol¨ªtico para el espacio p¨²blico de la democracia-.
Yo quiero poder ser nacionalista. Y s¨¦ que lo puedo. Pero tambi¨¦n s¨¦ que la meta de una naci¨®n pol¨ªtica y c¨ªvica vasca s¨®lo es posible desde una renuncia a determinadas formas de nacionalismo sustantivo, vasco y espa?ol, que corren el peligro de convertirse en el principal obst¨¢culo para la construcci¨®n de la naci¨®n vasca y, por cierto, tambi¨¦n de la naci¨®n espa?ola.
Joseba Arregi fue consejero de Cultura del Gobierno vasco y parlamentario por el PNV.
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