El regreso de Zahir
El regreso del ex rey Zahir a Afganist¨¢n, tras 29 a?os de exilio, no ha suscitado mayor inter¨¦s en Kabul, aunque Estados Unidos se esfuerza en presentarlo como una oportunidad ¨²nica de unir bajo la misma bandera el ca¨®tico y violento rompecabezas ¨¦tnico del pa¨ªs centroasi¨¢tico. La tarea m¨¢s importante del antiguo monarca, cuyo retorno fue aplazado dos veces por motivos de seguridad, es convocar y presidir en junio el gran consejo de dirigentes tribales -Loya Jirga- que debe elegir un Gobierno provisional de dos a?os y conferirle legitimidad. As¨ª se pact¨® en la conferencia de Bonn del pasado diciembre. Sus leales quieren, adem¨¢s, que esa asamblea le designe jefe del Estado.
Las esperanzas sobre el papel de Zahir, sin embargo, deben manejarse con extrema cautela. No s¨®lo porque tiene 87 a?os, demasiados en cualquier lugar y mucho m¨¢s en Afganist¨¢n, sino, sobre todo, porque el hombre que gobern¨® durante cuatro d¨¦cadas, hasta su derrocamiento en 1973, es visto con profundas sospechas por muchos afganos ordinarios y por una buena parte de los caudillos regionales que controlan en realidad el devastado pa¨ªs.
La situaci¨®n en Afganist¨¢n, seis meses despu¨¦s de la intervenci¨®n estadounidense, es tan vol¨¢til como el control real por parte del primer ministro interino, Hamid Karzai. En el sur y el este se desarrolla una guerra de guerrillas contra focos de resistencia talib¨¢n y de Al Qaeda. La fuerza internacional que patrulla Kabul es ocasionalmente atacada, lo mismo que el personal de la ONU, en diferentes lugares. El ¨²ltimo intento de asesinato es el del ministro de Defensa. Comandantes locales luchan en varias zonas, apoyados por potencias vecinas -Rusia, Ir¨¢n o Pakist¨¢n- que se resisten a perder sus palancas de influencia.
Hasta la fecha no est¨¢ claro que el Afganist¨¢n al que Bush promete un nuevo Plan Marshall se dirija hacia un futuro muy diferente de su turbulento y tr¨¢gico pasado. Lo que exige la estabilidad del pa¨ªs con urgencia creciente es un amplio despliegue de tropas internacionales, no s¨®lo en la capital. Pero Washington se opone frontalmente a este compromiso, que exigen por igual Karzai y el secretario general de la ONU, alegando contra toda evidencia que las fuerzas afganas pueden hacer la tarea. En este escenario, el antiguo rey prestar¨¢ un servicio suficiente si se aplica a reunir a los notables que deben poner en marcha la futura Constituci¨®n y preparar elecciones.
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