La goyesca descafeinada
El cartel promet¨ªa lo suyo, pues estaban anunciados dos toreros muy de las Ventas, lidiadores buenos y que tienen por bandera la torer¨ªa y una tauromaquia que contempla todos los tercios con sabidur¨ªa, amplitud de miras y que no dejan nada al libre albedr¨ªo de ya saldr¨¢ el sol por donde pueda. O sea, que est¨¢n atentos a cualquier detalle de la lidia. S¨ª, la goyesca promet¨ªa, pero qued¨® descafeinada y muy sosa. S¨®lo hubo detalles y puntuales instantes, en tal quite o tercio de banderillas.
Los toros fueron mayormente los culpables, ya que puede decirse que se pararon en el tercio de muleta en su mayor¨ªa, y que dieron pocas opciones a lucir quites, que de todas maneras los hubo. Tanto Espl¨¢ como Encabo acertaron a realizar interesantes quites por navarras, chicuelinas o a veroniquear por delantales o la pura ver¨®nica de diferente corte.
Acurruc¨¦n y N¨²?ez / Espl¨¢, Encabo
Toros 1?, 5? y 6? de Acurruc¨¦n; 2?, 3? y 4?, de Carlos N¨²?ez; los cuatro primeros, terciados; el rest¨®, bien presentados; mansos y rajados en la muleta; el 6?, que se resinti¨® tras un puyazo, fue devuelto; primer sobrero de Lozano Hermanos, mansurr¨®n. Dieron mal juego. Luis Francisco Espl¨¢: media estocada en lo alto (silencio); estocada (palmas); tres pinchazos, estocada y tres descabellos (silencio). Luis Miguel Encabo: dos pinchazos, estocada trasera y tres descabellos (silencio); tres pinchazos, estocada trasera -aviso-, y dos descabellos (silencio); dos pinchazos -aviso-, estocada (ovaci¨®n). Plaza de las Ventas, 2 de mayo. Miniferia de la Comunidad. Corrida goyesca. Casi lleno.
En banderillas nos brindaron en el primero un tercio que hizo concebir una tarde rutilante de torer¨ªa y lances de todo tipo que iban a hacer las delicias de la afici¨®n y concurrentes. Luego empezaron a mansear los toros, tanto los terciados como los mejor presentados, a venirse abajo y hacer cosas feas, y los doctores en tauromaquia tuvieron que conformarse con sentirse toreros y hacer las cosas bien. Encabo banderille¨® con facilidad y maneras en sus dos ¨²ltimos toros, en los terceros pares por los adentros principalmente, con riesgo y un ajuste envidiable. Y Espl¨¢ en su primero dict¨® lecci¨®n de terrenos y poder¨ªo en un su segundo par, en el cual par¨® al toro, que qued¨® encelado con el cuerpo, le provoc¨® la embestida en corto, y tras quebrarle, con pies y dominio, le clav¨® un soberano par de banderillas en todo lo alto.
El mejor momento de la tarde entoldada fue cuando Encab¨® recibi¨® al sexto por ver¨®nicas. Le ech¨® el capote abajo, y en el segundo lance lo fij¨®. Se estir¨® luego en cuatro soberbias ver¨®nicas, embraguet¨¢ndose, que tuvieron de colof¨®n dos medias arrebujadas y una larga lenta y sabrosa. Pero el toro sali¨® suelto, se fue a chiqueros, donde el Ni?o de Santa Rita tuvo tal fallo, que a poco le cuesta un serio disgusto: se cruz¨® en la galopada del toro, que fue recibido por el picador de puerta, quien le dio un puyazo tal que sali¨® resentido. Fue devuelto el toro y sali¨® el sobrero. Y con el mismo Encabo hizo lo m¨¢s cuajado de la tarde, en una faena de muleta larga, sobrada de querer y poder, sin ligar dadas las condiciones del toro, que estrope¨® por su mal manejo de la espada.
Luis Francisco Espl¨¢ es un torero al que da gusto verle andar por el ruedo, que llena con su torer¨ªa innata. Nunca sales defraudado de su actuaciones porque est¨¢ en el lugar justo y en el momento oportuno. Y tiene la virtud de hacer la faenas medidas, sin muletazos de m¨¢s ni ping¨¹is inecesarios. Estuvo muy bien en su dos primeros con la espada y pinch¨® en el quinto. Es de libro verle comenzar los trasteos de muleta, en el estribo, por alto o por bajo, sobre los pies o amarrado al muletazo sobrio y poderoso. Digamos que en su segundo hizo lo mejor de toda su actuaci¨®n, al fijar de salida al toro, el capote abajo y luego en lances hacia afuera por los dos pitones, muy templados, hondos y largos.
No fue tarde de chispazos ni de arte grande, pues para que exista tal tiene que haber toros. Tal vez si ese sexto que se invalid¨® tras el alevoso puyazo al relance, en chiqueros, no s¨¦, se hubiera mantenido en pie. O Luis Miguel Encabo fuera un estoqueador seguro, enterado y le viera claro la muerte a los toros. O puede que s¨ª se hicieran las faenas en el tiempo correspondiente, el que pide cada burel, y lo decimos por Encabo, que estuvo tesonero y desmedido en todos sus trasteos.
Malaya la poca casta y los tercios interminables. Dos horas y media dur¨® el festejo. Tomen nota.

Babelia
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