"Hablamos de democracia"
Las autoras afirman que la paridad, como instrumento para garantizar la presencia equilibrada de los sexos, es m¨¢s democr¨¢tica y permite una mayor capacidad de elecci¨®n.
La democracia paritaria, t¨¦rmino acu?ado a principios de los noventa en la Cumbre de Atenas, pretende subrayar la urgente necesidad de mejorar nuestro sistema de representaci¨®n pol¨ªtica, incorporando al mismo a las mujeres, verdaderas ausentes a lo largo de la historia en el espacio p¨²blico de toma de decisiones.
Las mujeres avanzamos mucho despu¨¦s de conseguir el derecho al voto y la categor¨ªa de 'electoras', la segunda fase de esta tarea es conquistar tambi¨¦n la posibilidad de ser elegidas, pues aunque no lo proh¨ªbe ninguna ley -al menos en nuestra civilizaci¨®n occidental y desarrollada- existe una clara resistencia de orden cultural que dificulta enormemente su acceso a la toma de decisiones: el famoso techo de cristal.
Las mujeres no son un grupo social, ni un colectivo, sino que constituyen m¨¢s de la mitad de la ciudadan¨ªa
Las mujeres sufren en todas las sociedades, aunque con grandes diferencias, niveles altos o muy altos de desigualdad, cuya ra¨ªz, partiendo de una simple diferencia biol¨®gica, es ancestral, muy profunda y de ¨ªndole estructural. Alrededor del sexo femenino se elabora toda una construcci¨®n filos¨®fica, religiosa e ideol¨®gica de inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres que trasciende el hecho biol¨®gico diferencial y constituye una de las discriminaciones m¨¢s flagrantes de la historia de la humanidad.
Ni siquiera el desarrollo econ¨®mico y de los sistemas democr¨¢ticos, el acceso de las mujeres a la educaci¨®n y su mayor presencia en el mundo profesional, son elementos suficientes para vencer las enormes trabas que hoy por hoy padecen la mayor¨ªa de ellas en su camino hacia la igualdad.
Ya forma parte del consenso -al menos en los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea- la necesidad de intervenir desde la pol¨ªtica con medidas que allanen ese camino. No es ni m¨¢s ni menos que poner en pr¨¢ctica aquella reflexi¨®n tan cargada de sentido com¨²n: 'No se puede tratar igual a quienes son desiguales'. De esa idea parten todas las estrategias de acci¨®n positiva que aplicamos en muchos de los Estados miembros de la Uni¨®n Europea, en la pol¨ªtica de empleo, de formaci¨®n, etc¨¦tera.
La representaci¨®n pol¨ªtica es uno de los ¨¢mbitos que m¨¢s se resisten a la presencia significativa de mujeres. S¨®lo tenemos que echar un vistazo a nuestros Gobiernos y Parlamentos para comprobar c¨®mo la desigualdad se hace patente en todos los terrenos: en los Gobiernos auton¨®micos la media de presencia de mujeres es de un 19,10%, y en el conjunto de los altos cargos de la Administraci¨®n, con el Gobierno de la naci¨®n incluido, es de un 16,05%. Las mujeres, adem¨¢s, son el 10,09% de quienes tienen las alcald¨ªas de los ayuntamientos, y el 21,10% de las concejales. Si miramos a los Parlamentos la situaci¨®n mejora pero no es equilibrada, puesto que la media de todos los Parlamentos auton¨®micos es de un 31,55%, y no llega al 30% en el Parlamento nacional.
La democracia moderna no debe seguir permitiendo esta desigualdad, que como ya se?alamos se repite con mayor o menor intensidad en todo el mundo. Tampoco puede permitirse desperdiciar el caudal de experiencias, capacidades e ideas que de hecho aportan las mujeres.
Nuestra Constituci¨®n nos 'obliga' a garantizar la igualdad entre los sexos en su art¨ªculo 14, y, en su art¨ªculo 9.2 convierte en deber de los poderes p¨²blicos remover los obst¨¢culos que la dificultan, avanzando, de esta forma, en el desarrollo de una democracia de calidad. Para hacer real la libertad de elecci¨®n de quienes son representados nuestro sistema debe asegurar la pluralidad, y ofrecer al cuerpo electoral la posibilidad de votar a hombres y a mujeres. Hasta hace muy poco tiempo en la pr¨¢ctica s¨®lo se pod¨ªa votar a los hombres porque eran los ¨²nicos presentes en las candidaturas electorales. La paridad, como instrumento para garantizar la presencia equilibrada de los sexos, es por lo tanto m¨¢s democr¨¢tica y permite una mayor capacidad de elecci¨®n.
En contra de alguna idea reaccionaria, que es recurrente en este debate, debemos aclarar que las mujeres no son un grupo social, ni un colectivo, sino que constituyen m¨¢s de la mitad de la ciudadan¨ªa. La desigualdad por raz¨®n de g¨¦nero cruza todas las categor¨ªas, clases sociales, nacionalidades, edades, razas, etnias, confesiones religiosas, orientaci¨®n sexual, etc¨¦tera, por eso la democracia paritaria no tiene nada que ver con la democracia org¨¢nica.
La democracia del siglo XXI servir¨¢ para completar un concepto de ciudadan¨ªa que se construy¨® sin tener en cuenta ni la realidad, ni los intereses, ni los anhelos de las mujeres. Ahora queremos incorporarnos a la pol¨ªtica como sujetos activos del pacto y no como meras espectadoras, objeto del pacto de otros.
Por eso el PSOE ha propuesto garantizar la presencia significativa de mujeres de todas las procedencias e ideolog¨ªas y no s¨®lo de aquellas que, en las filas de la izquierda, y a trav¨¦s de los Estatutos actuales de sus partidos (art¨ªculo 9.k en los Estatutos del PSOE, y 14 en los de Izquierda Unida), tienen asegurada su presencia en las listas. El Grupo Parlamentario Socialista present¨® a finales del a?o 2001 en el Congreso de los Diputados una proposici¨®n de ley para modificar la Ley Org¨¢nica de R¨¦gimen Electoral General, de forma que en el futuro todas las candidaturas garanticen la presencia equilibrada de hombres y mujeres (ni menos de un 40% ni m¨¢s de un 60% de cada uno de los sexos).
El ¨¦xito de esta propuesta depender¨¢ del conjunto de las fuerzas pol¨ªticas que deben considerarla con especial inter¨¦s, puesto que, avanzar en esta l¨ªnea, garantizando la paridad por ley, contribuir¨¢, estamos seguras, a mejorar la democracia porque nos compromete a todos y todas con la igualdad, y con la apuesta por un modelo de ciudadan¨ªa que en la pr¨¢ctica ser¨¢ m¨¢s completo, m¨¢s rico y m¨¢s justo.
Micaela Navarro es secretaria de Igualdad de la Comisi¨®n Ejecutiva Federal del PSOE y diputada. Elena Valenciano es diputada del PSOE en el Parlamento Europeo.
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