El chico al que le encanta la Luna
A Ra¨²l L¨®pez (Vic, Barcelona, 1980) no le gustan las entrevistas. Y menos hablar de s¨ª mismo con gente ajena a su c¨ªrculo de amistades. Es t¨ªmido, excesivamente en ocasiones. Y rebelde, como deja entrever su cabellera despeinada y revuelta. Huye de los convencionalismos y le aburren sobremanera los procesos de adaptaci¨®n a nuevas formas de vida. S¨®lo de pensar en la que le espera en Utah, al margen del baloncesto, le entra la pereza. Lo del american way of life no va demasiado con ¨¦l: 'Me gusta la vida en Espa?a'.
Lo del baloncesto ya es otra cosa. Si por ¨¦l fuera, se pasar¨ªa la vida botando el bal¨®n, haciendo malabarismos, intentando tiros imposibles. Desde que a los seis a?os su padre le llev¨® por primera vez a una cancha no ha dejado de jugar ni siquiera en el verano. Nadie m¨¢s que ¨¦l pele¨® con el Real Madrid para que rebajase su cla¨²sula de rescisi¨®n y poder marcharse este a?o a jugar con los Jazz de Utah. Hasta que lo consigui¨®: 'No es que me gusten los retos, pero s¨ª ir superando etapas'.
Dentro de la pista, con el bal¨®n, Ra¨²l L¨®pez se transforma. Su mirada se ilumina, sus peque?os ojos brillan, olvida su timidez y se convierte en un chico juguet¨®n, travieso, pillo y el¨¦ctrico. Bromea con sus compa?eros -con Gasol o Navarro hay cachondeo seguro-, les provoca, les reta..., disfruta y se divierte.
Fuera de ella, en cambio,Ra¨²l se recoge en su caparaz¨®n y su mirada se pierde en esa Luna que siempre prefiri¨® a Marte. Se toma un donuts para desayunar, se engancha a su m¨²sica, desde el pop espa?ol hasta el funky, y, si se lo piden, firma aut¨®grafos y posa, sol¨ªcito, ante las c¨¢maras. Con un poco de confianza, se revela como un tipo encantador.
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