La pasi¨®n del coleccionista
?Qu¨¦ es lo que lleva a ciertas personas a no llegar a fin de mes con tal de poderse comprar una obra de arte deseada, perseguida, tal vez codiciada por otro? Coleccionar es entrar en una historia de amor y de apego apasionado por un objeto (e incluso, desde hace unos a?os, por una idea) hasta conseguirlo, para disfrutar con su goce est¨¦tico y su posesi¨®n. Se pueden coleccionar obras de arte, objetos de todas clases, libros y documentos, pero en todos ellos intervienen dos variantes fundamentales: la calidad y la rareza.
Si crey¨¦ramos que el acto de coleccionar ha existido toda la vida, andar¨ªamos errados: en las sociedades primitivas s¨®lo los pr¨ªncipes y las organizaciones religiosas acumulaban objetos. Tal como las conocemos hoy en d¨ªa, las curiosidades son un invento de los romanos, que empezaron a fijarse en lo que hoy llamamos antig¨¹edades. En sus conquistas, los romanos pillaban objetos art¨ªsticos aqu¨ª y all¨¢ y a ellos se les atribuye el m¨¦rito de haber salvaguardado su patrimonio tanto como el dem¨¦rito de empezar a falsificarlo. Vuelve a coleccionarse a partir del siglo XIII, se extiende la costumbre en los siglos XV y XVII, y de la corte y la nobleza se ampl¨ªa entonces a los banqueros, negociantes, jueces, eclesi¨¢sticos. Un cronista relata que en l660, en Holanda, llegan a verse m¨¢s de cien cuadros en casas de clase media...
Y tras la bonanza para el coleccionismo durante el siglo XVIII y el par¨®n inevitable producido por la Revoluci¨®n Francesa, a finales del siglo XIX una gran parte de la burgues¨ªa se pone a coleccionar.
Ahora, seg¨²n el International Herald Tribune del pasado 23 de marzo, el mercado del arte es v¨ªctima de su propio ¨¦xito. Seg¨²n el columnista Souren Melikian, sencillamente se est¨¢n acabando las existencias de buenas piezas de arte antiguo. El coleccionismo se ha vuelto tambi¨¦n masivo (no as¨ª en Espa?a, h¨¦las!): restringida hasta l960 a unas ¨¢reas muy concretas del mundo occidental (Europa y Norteam¨¦rica), la demanda del arte se extiende ahora a otras capas sociales y a otras zonas geogr¨¢ficas. En el mundo, a?adir¨ªamos nosotros, los ricos son cada vez m¨¢s y los pobres tambi¨¦n. La masificaci¨®n del rico comporta querer aparentar, y el arte es uno de los bienes que otorgan m¨¢s prestigio.
El descenso de la cantidad de buenas obras de arte lleva paralela una disminuci¨®n de los expertos, que lo son por su contacto directo con gran cantidad de piezas, no por un conocimiento libresco.
Y la rareza de las piezas se extiende ya a las primeras vanguardias de este siglo, que est¨¢n alcanzando ahora precios cada vez m¨¢s altos, a veces fabulosos. No extra?a, pues, que para suplir la demanda los marchantes y casas de subasta ofrezcan ahora las obras de dign¨ªsimas segundas figuras de cada movimiento importante (cubismo, surrealismo....) y tambi¨¦n que los precios del mercado del papel (documentos, cartas) se hayan disparado. Igualmente, la obra gr¨¢fica ha subido espectacularmente en estos ¨²ltimos a?os y la memorabilia (objetos asociados a un personaje importante) tambi¨¦n . Espa?a, en este terreno, va corta de g¨¦nero -al no haber tradici¨®n coleccionista, hay poco movimiento de obras- y escasa de apasionados del arte. Pero esto tiene tambi¨¦n su lado bueno, pues cuando salen piezas interesantes es mucho m¨¢s probable obtenerlas, dada la poca competencia existente entre amateurs. No hay mal que por bien no venga.
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