Acciones y bombas
'Esta situaci¨®n de la Bolsa..., ?cu¨¢les son las opciones militares?'. ?sta era la leyenda de uno de los chistes del New Yorker el mes pasado. Pero estos d¨ªas la realidad encuentra la forma de superar la s¨¢tira; ya en junio el lumbrera de la CNBC Larry Kudlow public¨® una columna en The Washington Times con el titular 'Taking Back the Market... by Force' ('Recuperar el mercado... por la fuerza'). En ¨¦l defend¨ªa una invasi¨®n de Irak para impulsar el Dow.
Bastante asombroso, aunque no tanto como una columna en The New York Post de John Podhoretz, cuyo titular era 'October Surprise, Please' ('Sorpresa de octubre, por favor'), seguido por el requerimiento 'Go On, Mr. President: Wag the Dog' ('Adelante, se?or presidente: cortina de humo').
'Si la econom¨ªa necesita una explosi¨®n de gasto federal, ni la econom¨ªa ni la pol¨ªtica requieren que esta explosi¨®n adopte la forma de una guerra'
En general, es un mal presagio cuando los defensores de una pol¨ªtica afirman que solucionar¨¢ problemas no relacionados con su prop¨®sito original. La tornadiza raz¨®n para la bajada de impuestos de Bush... es para devolver el super¨¢vit; no es para estimular la demanda; no, es una pol¨ªtica del lado de la oferta... Deber¨ªa habernos advertido de que era una obsesi¨®n en busca de una justificaci¨®n.
La tornadiza raz¨®n fundamental para la guerra con Irak (Sadam estuvo detr¨¢s del 11-S y los ataques con ¨¢ntrax-carbunco; no, pero est¨¢ a punto de desarrollar armas nucleares; no, pero es un hombre realmente malvado -que lo es-) da la misma sensaci¨®n. La idea de que la guerra ser¨ªa de hecho buena para la econom¨ªa parece un paso m¨¢s en esta progresi¨®n. Pero hay que admitir que ha habido momentos en los que la guerra tuvo efectos econ¨®micos positivos. En concreto, no hay duda de que la II Guerra Mundial sac¨® a EE UU de la Gran Depresi¨®n. Y a la econom¨ªa estadounidense actual, aunque no est¨¦ deprimida, desde luego no le vendr¨ªa mal una ayuda; las pruebas m¨¢s recientes indican una recuperaci¨®n tan lenta y desigual que da la sensaci¨®n de ser una recesi¨®n continua. Entonces, ?es la guerra la respuesta?
No: la II Guerra Mundial es un modelo muy malo para los efectos econ¨®micos de una nueva guerra en el golfo P¨¦rsico. Mir¨¢ndolo bien, es mucho m¨¢s probable que una guerra as¨ª deprima nuestra renqueante econom¨ªa en vez de estimularla.
El gasto militar no tiene nada de m¨¢gico: no proporciona m¨¢s est¨ªmulo econ¨®mico que si gast¨¢ramos la misma cantidad en, por ejemplo, limpiar emplazamientos de residuos t¨®xicos.
La raz¨®n por la que la II Guerra Mundial consigui¨® lo que el New Deal no pudo conseguir fue que la guerra elimin¨® las inhibiciones habituales. Hasta Pearl Harbor, Roosevelt no tuvo la determinaci¨®n o la influencia legislativa para decretar programas verdaderamente amplios para estimular la econom¨ªa. Pero la guerra no s¨®lo hizo posible, sino necesario, que el Gobierno gastara a un nivel inconcebible hasta entonces, restableciendo el pleno empleo por primera vez desde 1929.
Por el contrario, esta vez el Congreso est¨¢ ansioso por invertir en proyectos nacionales; si la Administraci¨®n quiere inyectar dinero a la econom¨ªa, todo lo que tiene que hacer es retirar sus objeciones a cosas como la ayuda contra la sequ¨ªa a los campesinos y nuevos equipos de comunicaciones para los bomberos. En otras palabras, si la econom¨ªa necesita una explosi¨®n de gasto federal, ni la econom¨ªa ni la pol¨ªtica requieren que esta explosi¨®n adopte la forma de una guerra.
Y, en cualquier caso, no est¨¢ claro cu¨¢nto est¨ªmulo podr¨ªa proporcionar una guerra. Uno da por hecho que las municiones necesarias ya est¨¢n en el almac¨¦n, as¨ª que no habr¨¢ un aumento de los pedidos a f¨¢brica. Habr¨¢ gasto en misiones de paz -?no?-, pero se repartir¨¢ a lo largo de muchos a?os.
Entretanto, est¨¢ el posible lado negativo para la econom¨ªa, que se puede resumir en una palabra: petr¨®leo.
En la actualidad, Irak suministra tan poco petr¨®leo al mercado que la interrupci¨®n de su producci¨®n a causa de la guerra plantear¨ªa pocos problemas. Pero ni la guerra ¨¢rabe-israel¨ª de 1973 ni la revoluci¨®n iran¨ª de 1979 afectaron directamente a la producci¨®n de petr¨®leo.
En cambio, las repercusiones pol¨ªticas indirectas del conflicto fueron la causa del incremento de los precios del petr¨®leo. Esta vez, los l¨ªderes ¨¢rabes han advertido de que una invasi¨®n de Irak 'abrir¨ªa las puertas del infierno'. Eso no suena bien para el mercado de petr¨®leo.
Vale la pena recordar que cada una de las crisis del petr¨®leo de la d¨¦cada de los setenta estuvo seguida por una recesi¨®n severa y que el repunte m¨¢s suave de los precios del petr¨®leo antes de la guerra del Golfo tambi¨¦n estuvo seguido de una recesi¨®n. ?Podr¨ªa una subida de los precios del crudo socavar nuestra d¨¦bil recuperaci¨®n y provocar una reca¨ªda en la recesi¨®n? S¨ª.
Nada de esto deber¨ªa disuadirnos de invadir Irak si la Administraci¨®n expone argumentos convincentes de que debemos hacerlo por razones de seguridad. Pero es insensato y peligroso quitar importancia a las posibles consecuencias de la guerra, por no hablar ya de decir que ser¨¢ buena para la econom¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.