Infanta Beatriz de Borb¨®n, ¨²ltima superviviente de los hijos de Alfonso XIII
FERNANDO SCHWARTZ
En la madrugada de ayer muri¨® en Roma, en el palacio Torlonia que hab¨ªa sido su casa desde 1935, la infanta Beatriz de Borb¨®n y Battemberg, ¨²ltima superviviente de la generaci¨®n exilada de los hijos de Alfonso XIII. Su muerte deja al Rey Juan Carlos, del que era t¨ªa carnal, como jefe por rango ¨ªntimo de la familia reinante espa?ola. No quedan otros: ahora la familia real es s¨®lo la que desciende del Rey. Con la infanta, toda una generaci¨®n se ha extinguido.
La infanta Beatriz hab¨ªa nacido hac¨ªa 93 a?os en La Granja ("San Ildefonso", correg¨ªa ella, por ser precisa y por usar un nombre que le parec¨ªa m¨¢s sonoro y m¨¢s espa?ol) y durante toda su vida hab¨ªa conservado un casticismo de ra¨ªz que, tanto en ella como en su hermana la infanta Mar¨ªa Cristina, era fruto de la nostalgia, del sentido de sangre espa?ola que le hab¨ªa sido inculcado por una educaci¨®n espartana en palacio y por un exilio, forzoso al principio y familiar, despu¨¦s, mucho menos dorado de lo que hubiera podido suponerse y, desde luego, nada c¨®modo. En ella, al igual que en sus hermanos, hab¨ªa un sentimiento fort¨ªsimo de pertenencia a la patria, tanto m¨¢s fuerte cuanto que durante d¨¦cadas le estuvo vedado visitarla a ella, que, como los dem¨¢s infantes de su generaci¨®n, hab¨ªa sido educada en la conciencia de que, quisi¨¦rase o no, como familia eran la cabeza visible de aquella naci¨®n.
Para todos los suyos era Zia Baby, un apelativo cari?oso y tierno tras el que se escond¨ªa una gran fortaleza de car¨¢cter y una cierta indiferencia ante los golpes a veces insoportables del destino. Se hab¨ªa casado con Alessandro Torlonia, pr¨ªncipe Civitella-Cesi, un patricio romano encantador y original, casi exc¨¦ntrico, como s¨®lo los romanos pueden serlo. Enviud¨® en 1986; tambi¨¦n murieron sus dos yernos y, en 1995, su hijo Marino. Golpes as¨ª se soportan con estoicismo s¨®lo si una educaci¨®n casi victoriana le ha dado a uno la dosis suficiente de indiferencia aparente. Zia Baby afront¨® esas tragedias con grave discreci¨®n y en silencio. Para mayor dolor, hace pocos a?os un incendio destruy¨® su palacio romano y casi acab¨® con su ¨¢nimo, porque con el fuego ardieron todos sus recuerdos, lo que quedaba de su vida y de su gente desaparecida: las fotos, los cuadros, la plata, las telas, las alfombras, todo. No se quej¨® ni una vez; mudo testigo del desastre, se limit¨® a no querer moverse de la esquina de la v¨ªa Bocca di Leone que corre a lo largo de una de las fachadas del palacio mientras ¨¦ste quedaba envuelto en llamas. Luego acept¨® con fatalidad lo que le hab¨ªa enviado el destino y se dispuso a vivir de la memoria. Pero sus hijos y uno de sus yernos, con infinito cari?o, copiaron las fotos, hicieron pintar los cuadros calc¨¢ndolos de los originales fotografiados, encargaron telas y reconstruyeron y repusieron el palacio en el estado en que estaba el d¨ªa antes del incendio.
Las dos hermanas, Beatriz y Mar¨ªa Cristina, estuvieron siempre muy ligadas a Santander, cuyo palacio de la Magdalena hab¨ªa sido residencia de verano. A¨²n existe una curiosa colecci¨®n de fotograf¨ªas sepia de toda la familia real veraneando en Santander. Y el amor por Cantabria les dur¨® a ambas toda la vida: las dos acabaron siendo alcaldesas de Honor, de Pi¨¦lago, Beatriz, y de Cabez¨®n de la Sal, Mar¨ªa Cristina. La infanta Beatriz llamaba "colega" al alcalde de Santander, para mayor sorpresa de ¨¦ste.
Zia Baby muri¨® ayer con el casticismo corri¨¦ndole por las venas. En tal trance no hay enga?ifa. Pocas horas antes de fallecer, deshidratada y dolorida, con el cuerpo ya rendido, pidi¨®... un chocolate con churros. Es posible que ya no se diera cuenta de lo que reclamaba, pero le sali¨® del alma. Sus 60 a?os de exilio romano le sirvieron de poco en el combate con lo que llevaba en el coraz¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.