Las verg¨¹enzas
El prestigio del anciano Fraga es pringoso como el chapapote. Y el buque del Gobierno espa?ol parece naufragar azotado incluso por sus propios medios. Es fenomenal la ineficacia organizativa de este Gobierno, acostumbrado a vientos favorables. Es fenomenal la indiferencia de los ministros cazadores, acostumbrados al devoto algod¨®n del periodismo adulador y de una oposici¨®n penitente, con un f¨¦tido pasado en el armario. Es fenomenal el irritado silencio de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, acurrucado en el Olimpo, incapaz de bajar a las playas infectadas, ofendido por las cr¨ªticas, viciado por tantos a?os de incienso. El buque que pilota Aznar parece m¨¢s inconsistente de lo que es a causa de un efecto ¨®ptico: durante a?os, Aznar, sin rubor, se ha apropiado de unos ¨¦xitos econ¨®micos y sociales que eran hijos de una coyuntura m¨¢s que de la gobernaci¨®n; sin rubor, Aznar ha representado el papel de superm¨¢n: campe¨®n del liberalismo, jabato en Europa, martillo de corruptos, gestor inigualable, dem¨®crata ¨¢ureo, salvador de la patria amenazada. Durante a?os, legiones de juglares radiotelevisivos han cantado las haza?as del campe¨®n. De ah¨ª el efecto corrosivo de la situaci¨®n presente: al primer embate de un viento desfavorable, Aznar aparece desnudo, como el rey de la f¨¢bula. Acobardado y ofendido. Desnudo de sentimientos y de iniciativa. A su espalda, aparece el Estado, tambi¨¦n desnudo: vaciado de recursos, lento y miope ante las dificultades.
Aznar, acurrucado en el Olimpo, es incapaz de bajar a las playas infectadas, ofendido por las cr¨ªticas, viciado por tantos a?os de incienso
El desastre gallego es un espect¨¢culo insoportable. El desbarajuste gubernamental y la consiguiente constataci¨®n de la miseria del Estado se suman al dolor por la cat¨¢strofe y a sus m¨²ltiples consecuencias sociales, ambientales y econ¨®micas. Y se suman al desconsuelo que produce constatar, una vez m¨¢s, que la naturaleza y, por tanto, la vida, est¨¢ en manos de la pura avidez: lejos, incomprensiblemente lejos del sentido com¨²n.
En Catalu?a, sin embargo, la cat¨¢strofe de Galicia y, muy especialmente, la s¨²bita desnudez de Aznar y sus ministros podr¨ªan estar funcionando como un calmante vitaminado. Es curioso, cuando menos, observar la prontitud y la euforia con que se han lanzado a la cr¨ªtica observadores siempre ben¨¦volos con el poder aut¨®nomo, que oculta tantas verg¨¹enzas en su armario. Es curioso observar a algunos veteranos practicantes de la silenciosa benevolencia catalana. Maravilla el entusiasmo con que ponen el dedo en la llaga que se ha abierto en el coraz¨®n del Gobierno central. Cuanto m¨¢s supure la pringosa sangre del buque aznariano, m¨¢s larga ser¨¢, tal vez, la sombra que cubrir¨¢ las verg¨¹enzas locales. No ser¨ªa necesario, por cierto, que ning¨²n nautile, ning¨²n costoso submarino, investigara las incompetencias o el desbarajuste cotidiano del poder aut¨®nomo catal¨¢n, nunca verdaderamente fiscalizado. No ser¨ªa necesario investigar las pistas del caciquismo comarcal catal¨¢n (que tanto abundan en el paisaje gallego que relatamos, pero que nadie parece advertir en el nuestro: ?caciquismo en la moderna Catalu?a? ?Imposible!). No ser¨ªa necesario, tampoco, detenerse con malicia a describir el obsceno uso de los instrumentos de gobierno y propaganda que Jordi Pujol regala diariamente a su delf¨ªn. Bastar¨ªa con situar la grotesca mezquindad de la Sindicatura de Cuentas catalana en el lugar que se merece. En portada.
Durante el mes de noviembre, en efecto, los embrollos de este organismo, supuestamente encargado de controlar el gasto de nuestras instituciones p¨²blicas, han saltado a la luz con toda su obscena, bochornosa lista de miserias. El periodista Pere Rusi?ol nos ha informado exhaustivamente en este diario. Sabemos que la instituci¨®n est¨¢ bloqueada por incomprensibles pleitos internos entre los s¨ªndicos; sabemos que, en lugar de vigilar las cuentas p¨²blicas, la sindicatura ha falseado las propias y ha malgastado sus fondos; que 20 informes han tardado casi medio a?o en ser enviados al Parlament por falta de encuadernaci¨®n; que una investigaci¨®n sobre los negocios de un hijo de Pujol (caso Europraxis) ha sido aparcada durante m¨¢s de dos meses con la infumable excusa de que no hab¨ªa sellos con que enviar cartas a los ayuntamientos catalanes. Sabemos que el informe sobre el caso Pallerols, que afecta a UDC, era tan incompleto que el Parlament oblig¨® al s¨ªndico mayor, Mari¨¤ Nicol¨¤s, a rehacerlo, aunque ¨¦ste, con mofletes de cemento, se ha resistido a cumplir la orden de la autoridad democr¨¢tica, de la misma manera que se ha negado a firmar convocatorias para aumentar la plantilla de auditores. Sabemos que la Sindicatura de Cuentas est¨¢ empantanada org¨¢nica y administrativamente, que el s¨ªndico mayor abusa de su poder, que se permite actuaciones grotescas y excusas pintureras, que desobedece al Parlament, que se niega a ejecutar sus obligaciones. Sabemos que el Parlament lo sabe e incluso lo dice; sabemos que el Gobierno de Mas y Pujol lo sabe, aunque no contesta. Sabemos que Nicol¨¤s, el herm¨¦tico protagonista de la farsa, es un oscuro funcionario que procede, como su antecesor, Xavier Vela, del proceloso mundo de Banca Catalana. Sabemos que Nicol¨¤s y alguno de sus antecesores han conseguido convertir una de las m¨¢s altas instituciones de la democracia catalana en una asquerosa provincia de la burla, en un monumento a la perversi¨®n democr¨¢tica, en una desinhibida demostraci¨®n de que las instituciones p¨²blicas pueden ser manoseadas por los que mandan sin provocar indignaci¨®n.
El espect¨¢culo de la Sindicatura de Cuentas es tan obsceno y deprimente como el silencio o la ben¨¦vola mirada de la mayor¨ªa de medios de comunicaci¨®n catalanes y de nuestra prudente sociedad civil. ?Qu¨¦ tiene que pasar, en Catalu?a, para que la sensibilidad democr¨¢tica de la opini¨®n p¨²blica se sienta herida? ?C¨®mo se explica tanta complacencia y mansedumbre? ?No estar¨¢ ya solidificado el pringoso chapapote del cinismo mercantil en el interior de nuestra democracia naufragante? ?La Catalu?a europea que daba lecciones a la Espa?a ca?¨ª, aquella Catalu?a hija de una celebrada y din¨¢mica sociedad civil, tolera eso?
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