Las mentiras, la paz y la palabra
Estamos a mediados de marzo, y la guerra que muchos cre¨ªan que se producir¨ªa en febrero, todav¨ªa no ha comenzado. Ahora parece que puede que empiece a primeros de abril. Depende de si a Sadam le dan 7 o 40 d¨ªas de plazo, de lo que pase en el Parlamento de Turqu¨ªa y en el Consejo de Seguridad. Depende de la sensatez que puedan tener los insensatos miembros del complejo militar petrolero que aconsejan al presidente de EE UU, George W. Bush, que reconocen que puede que la guerra no sea un paseo, y por ello el pistoletazo de salida a las "graves consecuencias", o mejor dicho a la primera ola de bombardeos intensivos con la nueva generaci¨®n de armas llamadas inteligentes que deben ser probadas, se demora. Como tambi¨¦n se demora la puesta en libertad de los 16 magreb¨ªes detenidos el 24 de enero en diferentes localidades de las comarcas gerundenses que eran la supuesta c¨¦lula espa?ola de Al Qaeda. C¨¦lula terrorista a la que Colin Powell se refiri¨® en su comparecencia en el Consejo de Seguridad del 5 de febrero, que se anunciaba que ser¨ªa tan determinante como aquella en la que el embajador ruso se qued¨® mudo al ver las fotos de los misiles que, desde Cuba, apuntaban a Estados Unidos. Ahora resulta que el magistrado franc¨¦s que orden¨® la operaci¨®n ya no solicita la extradici¨®n de los 16 magreb¨ªes, y las peligrosas sustancias para fabricar armas qu¨ªmicas se ha demostrado que eran puro detergente.
Lo dijo Donald Rumsfeld: si era necesario mentir para despistar al enemigo se mentir¨ªa
Ya lo dijo el mismo secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Si era necesario mentir para despistar al enemigo se mentir¨ªa, aunque los que no queremos ser enga?ados no sabemos si tambi¨¦n tenemos que considerarnos enemigos. Puede que alguno de los argelinos haya cometido alg¨²n delito al poseer pasaportes falsos, pero una guerra, contra Cuba o contra Irak, no se justifica porque unos inmigrantes vendan pasaportes. Hace 12 a?os, al acabar la guerra del Golfo, Deriva Editorial edit¨® en Barcelona un libro, con firmas como la de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n o Vicen? Fisas, titulado Las mentiras de la guerra. Muchas m¨¢s mentiras se est¨¢n contando ahora, m¨¢s cuando la guerra no tiene la cobertura jur¨ªdica que tuvo la de 1991, aunque posiblemente la magnitud de esas falsedades tardaremos mucho en conocerlas. De momento, en Barcelona, el movimiento pacifista tiene una nueva cita, la cadena humana del pr¨®ximo s¨¢bado, que unir¨¢ el consulado de Estados Unidos con la sede del Partido Popular. Es importante que esta incertidumbre sobre la guerra no desanime a la ciudadan¨ªa ni a los movimientos sociales y ciudadanos implicados.
Mientras en la Casa Blanca se pondera que tendr¨ªa consecuencias m¨¢s graves para Bush empezar la guerra en solitario con los calores de primavera en el desierto, o demorarla, tal vez, hasta oto?o, en Espa?a tenemos a la ministra Ana Palacio comport¨¢ndose como la Dama de Hierro del Consejo de Seguridad. Una ministra que el pasado mes de julio se estren¨® en el cargo con viento de poniente y aromas de Perejil, que tuvo que ser rescatada por Colin Powell del islote africano permiti¨¦ndole salir airosa del contencioso con el joven Mohamed VI. Y ahora, tras el idilio telef¨®nico que tuvo con Powell, su salvador, codo a codo con ¨¦l en el Consejo de Seguridad, le devuelve con belicosa generosidad el favor para meter en cintura al viejo Sadam.
Cuando se habla de guerra y violencia, existe una corriente de opini¨®n seg¨²n la cual la violencia y la agresividad son caracter¨ªsticas masculinas. Yo no lo tengo claro del todo. El pasado 8 de marzo, tras leer art¨ªculo de Empar Moliner en EL PA?S referente al sexismo y encontrarme en todos los pe-ri¨®dicos las fotos de dos mujeres trabajadoras y nada temerosas de la guerra, la ministra Palacio, y la mujer de color, ultraconservadora, Condoleezza Rice, se me plantearon muchas dudas y me acord¨¦ de la Dama de Hierro de la d¨¦cada de 1980, Margaret Thatcher, aunque no imagino qu¨¦ dir¨ªa de ello la perspicaz Moliner.
Pero volviendo a las verdades y mentiras, a las caras nuevas y viejas que estos d¨ªas hablando de paz y guerra aparecen en la televisi¨®n, tengo muy claro con qui¨¦n me quedo. Con Jos¨¦ Antonio Labordeta, al que el otro d¨ªa, mientras explicaba en el Parlamento que no es antiamericano, le abucheaban los diputados del PP dici¨¦ndole que se fuera con la mochila. Ese viajero, m¨²sico y poeta que, como los cientos de miles de personas que se manifestaron el pasado 15 de febrero en Barcelona, y como lo volver¨¢n a hacer el pr¨®ximo s¨¢bado, citando a Blas de Otero, pide ante Palacio y Aznar, "la paz y la palabra".
Xavier Rius-Sant es periodista
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