El laberinto de La Encarnaci¨®n
Las primeras figuras del toreo pol¨ªtico, no se anuncian en esta plaza, ni est¨¢n ellos, seg¨²n dicen, para esta corrida tan comprometida. Tal y como est¨¢n las cosas a nadie se le escapa que, s¨®lo la osad¨ªa tremendista, casi novilleril, de hacerse un hueco en la fiesta, por llamarlo de alg¨²n modo, lleva a quien, en la peor de las irresponsabilidades, tratan de entrar en estos carteles de pavor, sabiendo lo que hay, sustos incluidos, creyendo que pueden salir indemne de este coso.
Y es que a este laberinto de la plaza de la Encarnaci¨®n, en lugar del Minotauro, se le ha alojado en sus entra?as un terror¨ªfico encierro de Palha, dispuesto a llevar a los hules al guapo que se le ponga por delante. La opini¨®n p¨²blica empieza a interesarse por el asunto y la afici¨®n hasta sospecha mal¨¦volamente por que se le meti¨® mano, si la Ley establece unas excavaciones que, por lo que se desprende, se intentaba soslayar con pretextos inexplicables. El hecho de que empezaran unas obras, 16 de abril, y se contratara un equipo de arque¨®logos dos meses despu¨¦s, 15 de junio; que se coloque la primera piedra, 26 de julio, y que hasta el 16 de agosto no se nombre arquitecto; que en septiembre se paralicen las excavaciones por razones de m¨¦todo y no se reanuden hasta finales de febrero, que 20 d¨ªas despu¨¦s aparezcan vestigios valios¨ªsimos, como pueden ser cinco casas almohades del siglo XII y XIII, donde se dijo que no hab¨ªa nada, y que el arquitecto, sin tener una valoraci¨®n final, que corresponde a la Conserjer¨ªa de Cultura, tenga realizado los planos del mercado semienterrado, ya de por s¨ª son astifinas arboladuras para tener en cuenta y si no se encuentra la salida al menos deber¨ªan de empezar la faena, o los mantazos, sus lidiadores, cerca de la puerta de enfermer¨ªa.
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