"Al discapacitado se le condena a los puestos laborales inferiores"
Alicia Alonso no ha parado de luchar desde que un accidente de moto cambi¨® el trazado de su vida. La ¨²ltima batalla la acaba de emprender con el Ayuntamiento de M¨¢laga, al que reclama que no limite su reserva de puestos de trabajo para discapacitados a los puestos de categor¨ªa inferior.
Alicia, arrolladora, atractiva y coqueta, no quiere acordarse ni de su edad ("treintaymuchos"), ni del tiempo que hace de su accidente. "Era un 23 de abril, hace 12 o 14 a?os, y s¨®lo recuerdo que ese d¨ªa tuve una intuici¨®n de mala suerte, incluso cambi¨¦ mis planes, pero eso ten¨ªa que llegar y lleg¨®", explica.
Pas¨® diez d¨ªas en el Hospital Carlos Haya de M¨¢laga, donde le diagnosticaron una lesi¨®n medular. "Despu¨¦s tuvieron que buscarme un sitio fuera de M¨¢laga, porque en M¨¢laga no hay nada dedicado a lesiones medulares, aunque parezca incre¨ªble, porque el clima que tenemos permitir¨ªa una recuperaci¨®n m¨¢s sana, m¨¢s alegre y m¨¢s r¨¢pida, pero nada, me tuve que ir", a?ade.
Acab¨® en el Hospital de Traumatolog¨ªa de Granada, donde sufri¨® complicad¨ªsimas intervenciones quir¨²rgicas que la llevaron al borde de la muerte y donde empez¨® a familiarizarse con la paraplejia que le diagnosticaron. "Yo no sab¨ªa ni qu¨¦ era un parapl¨¦jico. Te metes en un mundo donde nadie te dice nada. No te dejan cerrar la habitaci¨®n para que te acostumbres a ver sillas de ruedas. El m¨¦dico me explic¨® que la m¨¦dula espinal es como un cable y que el m¨ªo se hab¨ªa cortado, que no iba a volver a andar. Como tambi¨¦n ten¨ªa la clav¨ªcula rota, no mov¨ªa m¨¢s que la cabeza. Y encima, una complicaci¨®n pulmonar despu¨¦s de una operaci¨®n estuvo a punto de dejarme seca", relata. Los esfuerzos de su rehabilitador durante meses lograron que llegara a ponerse en pie. "Aquello fue muy fuerte. Llor¨¦ y llor¨¦", confiesa. "Y claro, como en el hospital te arropan tanto y te dan tanta fuerza, al cabo de un a?o yo me com¨ªa el mundo, y ped¨ª el alta voluntaria".
Objetivo: la normalidad
A partir de ah¨ª, Alicia empez¨® a comprobar que la sociedad no tiene nada claro c¨®mo cumplir el precepto constitucional de la igualdad de oportunidades para las personas con necesidades especiales. "Recuerdo el primer d¨ªa que sal¨ª en silla de ruedas a tomar copas. Las reacciones de la gente, sus caras...De repente te planteas que has vivido una peli y que vuelves a la realidad. La gente no sabe c¨®mo comportarse, se mueve entre la pena y la extra?eza", dice.
La normalidad se convirti¨® entonces en su meta: "Yo ten¨ªa muchas ganas de trabajar, pero al salir del hospital el ¨²nico trabajo que me ofrec¨ªan era de cajera de supermercado. Me espant¨® la idea de verme todo el d¨ªa peg¨¢ndole a las teclas. Yo pensaba que val¨ªa m¨¢s, as¨ª que me matricul¨¦ en Ingenier¨ªa Industrial, y saqu¨¦ la carrera con becas".
En la Universidad se enfrent¨® a la odisea de las barreras arquitect¨®nicas. "Era un horror. Escaleras por todos lados. Luego pusieron una rampa que ya me gustar¨ªa que tuviera que subirla y bajarla el que la dise?¨®. Las ciudades no est¨¢n al alcance de las personas con discapacidad. En M¨¢laga, por ejemplo, no hay ni una playa accesible", denuncia.
Pero las grandes barreras las encontr¨® buscando trabajo. "Desde que te ve¨ªan entrar en las entrevistas, ya sab¨ªas que el trabajo no era para t¨ª. Adem¨¢s, las bolsas de trabajo para discapacitados no est¨¢n interconectadas, y para nosotros andar por toda la ciudad con el curr¨ªculum a cuestas es un v¨ªa crucis".
Entonces se li¨® la manta a la cabeza, se compr¨® un coche y se fue de agente de desarrollo local a la Serran¨ªa de Ronda. "La gente me lleg¨® a valorar mucho, porque nosotros nos esforzamos el doble que los dem¨¢s en el trabajo. Tenemos que demostrar que somos capaces, y lo consegu¨ª, pero al ayuntamiento donde estaba se le termin¨® el dinero y me tuve que volver". Ahora vive de alquiler sin lujos en Rinc¨®n de la Victoria -"las pensiones no dan ni mucho menos para una casa"- y espera aprobar las oposiciones para trabajar en el Ayuntamiento de M¨¢laga, pero no est¨¢ dispuesta a conformarse con un puesto "de jardinera". "A veces somos nosotros mismos los que nos ponemos el list¨®n bajo. Hay mucha desinformaci¨®n y poca ambici¨®n entre las personas con discapacidad, pero hay que cre¨¦rselo", concluye.
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