Mil kil¨®metros por el desierto argelino
TENEMOS cita con Abdal¨¢ en el aeropuerto de Tamanraset, en el centro del S¨¢hara argelino. Es un hombre de unos 60 a?os que nos guiar¨¢ por el gigantesco desierto en un viaje que no ser¨¢, inevitablemente, m¨¢s que hurtar un vistazo a trav¨¦s del ojo de la cerradura. Antes de salir, todo debe estar previsto: agua, combustible y comida. Abdal¨¢ transmite una sensaci¨®n de seguridad y conoce los caminos, las dunas y uadis del desierto con un detalle sorprendente, casi imposible.
El macizo del Hoggar es de origen volc¨¢nico y se encuentra al noreste de Tamanraset. El paisaje abrupto presenta formas inveros¨ªmiles, esculturas colosales que m¨¢s parecen obra de un arquitecto megal¨®mano que del fluido cincel del aire y de los excepcionales d¨ªas de lluvia. M¨¢s all¨¢, al sureste, se encuentra el Tassili del Hoggar, la meseta. El desierto se transforma: en esta zona atravesamos tres peque?as poblaciones, Ideles, Tahifet e ?ndalah, donde los ni?os se asoman t¨ªmidamente a ver a esos seres extra?os e incomprensibles que salen de su vida tan r¨¢pido como han entrado. Durante la jornada siguiente entramos en una planicie inabarcable de tierra dura que parece el mar. Las monta?as m¨¢s cercanas se intuyen en el horizonte... Y finalmente llegamos a una zona de dunas dispersas salpicada de peque?as formaciones rocosas con formas caprichosas. El desierto es una realidad m¨²ltiple que se manifiesta en las formas de piedras y dunas, en las plantas y los tuaregs n¨®madas que con tan poco viven. Volvemos a Tamanraset con otros ojos. Un paseo por la ciudad, tras el recorrido por el desierto, nos desvela una cara m¨¢s amable. Por la noche cenamos con Abdal¨¢, y su cara muestra el gesto vivo y la sensibilidad del desierto redescubierto, a la vez que la dignidad de un hombre acostumbrado a luchar contra la escasez.
Al desierto y a su gente hay que mirarlos dos veces, con reposo, para descubrir la intensidad vital de su ritmo interior.
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