Ya nadie quiere ser de centro
Durante el a?o anterior a las elecciones atravesaron nuestro oasis dos grandes corrientes sentimentales, estimuladas por dos v¨ªsceras distintas. Una arranc¨® del est¨®mago; la otra, del coraz¨®n. Esta ¨²ltima ha sido muy visible. Me refiero a la reacci¨®n pacifista ante la guerra de Irak. La corriente que arranca del est¨®mago, el miedo o el odio a la inmigraci¨®n, mucho menos visible en apariencia, pero igualmente intensa, no naci¨® el pasado a?o, pero tuvo, meses antes de la aparici¨®n de la corriente pacifista y progre, un momento estelar: Le Pen, Fortuyn y compa?¨ªa asustaron a toda la Europa de tradici¨®n democr¨¢tica. Es interesante evocar lo que hizo Aznar aquellos d¨ªas: hablar de inseguridad ciudadana y sugerir la relaci¨®n entre inmigraci¨®n y delincuencia. Antes del verano pasado, nadie dudaba de la llegada de un ciclo duro en Europa. El ciclo del miedo, causado no solamente por el fen¨®meno de la inmigraci¨®n, sino tambi¨¦n por las incertidumbres de la nueva ¨¦poca (fundamentalismo en Manhattan, globalizaci¨®n, crisis, tensi¨®n entre lo local y lo global). Las reacciones de c¨®lera social, racismo latente y agresividad pol¨ªtica expresan el mar de fondo de estos tiempos. La derecha extrema (integrada o no en el mapa democr¨¢tico) pesca mejor en este tipo de mares. Ofrece viejas seguridades en tiempos de incertidumbre.
Pero se anunci¨® la guerra y la reacci¨®n que provoc¨® en las calles sorprendi¨® a propios y extra?os. Y eclips¨® a la otra corriente. Se dec¨ªa que estaba emergiendo una nueva izquierda humanista que, procediendo de ¨¢mbitos civiles moderados, converg¨ªa con los grupos llamados antiglobazaci¨®n. Y las elecciones han dado, ciertamente, un espacio al esp¨ªritu de aquellas manifestaciones, pero no el protagonismo central. No pod¨ªan d¨¢rselo. Hab¨ªa sido un movimiento con alma, pero sin cuerpo ideol¨®gico (y mucho menos pol¨ªtico), sin posibilidades de centrar, de momento, el discurso de la izquierda gobernante. Restaurando las viejas seguridades ideol¨®gicas de la izquierda, se ofrece seguridad a los ya politizados. Viejas seguridades, tambi¨¦n, para tiempos de incertidumbre.
Estas dos corrientes viscerales que hab¨ªan vibrado ante la opini¨®n p¨²blica (en secreto el lepenismo latente, apote¨®sicamente el pacifismo neoprogresista) han dado el salto a la pol¨ªtica en estas elecciones. Muchos otros elementos de coyuntura se han adherido a la tensi¨®n que ya de por s¨ª estas dos corrientes arrastraban. Aznar, por ejemplo, se ha propuesto rehacer la transici¨®n enfatizando el discurso nacionalista espa?ol. Y naturalmente, ha tenido aplicada r¨¦plica en la enfatizaci¨®n del nacionalismo catal¨¢n (el caso vasco, siendo la misma cosa, es, tr¨¢gicamente, otra). La campa?a, consiguientemente, ha sido de antagonismos radicales. Ya nadie quiere ser de centro. El protagonismo se ha desplazado a los extremos. In¨²tilmente, los partidos centrales catalanes, CiU y el PSC, han intentado subir al carro de la tensi¨®n. El PP (situado aqu¨ª en posici¨®n extrema) ha salvado los muebles con gran br¨ªo, y un br¨ªo muy parecido ha otorgado esta apariencia musculosa a ICV y a ERC (que se han enfrentado al PP, cada uno en su especialidad: en la batalla de las patrias, en la del radicalismo izquierda-derecha). Existen much¨ªsimas razones m¨¢s (incluso estrictamente municipales) para explicar por qu¨¦ ha fet figa el PSC cuando deb¨ªa hacer diana y por qu¨¦ CiU se mantiene en el perfil del enfermo que cada d¨ªa ve menos clara la curaci¨®n. Estrategias err¨®neas, erosi¨®n del tiempo y factores locales explican muchas cosas. Pero las corrientes de fondo est¨¢n ah¨ª: el perfil del futuro es incierto, y esto tensa la topograf¨ªa. La centralidad, propia de ¨¦pocas amables, es menos atractiva. El centro parece no ser ya el caballo ganador. Mandan las patrias y las verdades extremosas, puras, de deb¨°. Los dos partidos centrales catalanes expresan, en sus resultados, la perplejidad y la obsolescencia de la pol¨ªtica moderada ante la incertidumbre de los tiempos.
Antoni Puigverd es escritor
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