La arena de un momento m¨¢gico

El suave ta?ido de ocho violines se aleja lentamente de la escena. Resuena m¨¢s all¨¢ del peristilo, m¨¢s all¨¢ de la noche, de esta estrella. Con ellos, los actores callan, cierran las voces de la vanguardia art¨ªstica. Por unos segundos. Las luces, tenues, ba?an al teatro romano de M¨¦rida de una tela naranja. El escenario descansa, y piensa en alto. Tres mil personas o¨ªmos sus desvelos, sus anhelos.

Jam¨¢s se queja, jam¨¢s. Al contrario, pace tranquila deseando ser, volver a ser, la arena de un momento m¨¢gico.

T¨¦cnicamente genial, simb¨®licamente evocadora. Lis¨ªstrata, la cantante, la actriz, la obra, ha logrado aunar en el festival de M¨¦rida los distintos lenguajes pl¨¢sticos y sonoros de un teatro comprometido. Comprometido con los sentimientos, la ira, el silencio, la risa, la sonrisa, el asombro, la sencillez, la m¨²sica, la magia, el universo, la historia, nuestros pensamientos, la calle, la sorpresa, la televisi¨®n, el progreso y el atraso.

Estuve viendo Lis¨ªstrata el pasado s¨¢bado, una de aquellas noches donde uno se siente privilegiado de ser, de estar, de formar parte de un teatro como el de M¨¦rida. De que nos dejen ser parte. Una noche donde el desenfreno nos lleva a pensar que estamos asistiendo al cambio del mundo, de la historia, de nosotros mismos. Las im¨¢genes, el viento, movimientos, percusiones, actores, bailarinas, bar¨ªtonos... susurros de alto voltaje de una genialidad sin rostro. Enhorabuena. Un placer, de veras.