Esperanza para Liberia
Para alivio sobre todo de los civiles liberianos, v¨ªctimas propiciatorias de los combates que ensangrentan su pa¨ªs, las primeras tropas nigerianas de pacificaci¨®n han aterrizado en Monrovia, aunque presumiblemente pasar¨¢n varios d¨ªas antes de que se aventuren en la devastada capital, a medio centenar de kil¨®metros. Son la modesta avanzadilla de la fuerza conjunta de alrededor de 3.000 soldados, respaldada por la ONU, con que los pa¨ªses de la regi¨®n, que se reunieron el viernes en Ghana para perfilar su intervenci¨®n, intentar¨¢n detener una de las guerras m¨¢s largas y crueles de ?frica.
M¨¢s vale tarde que nunca. Miles de inocentes han perecido o se han visto reducidos en los ¨²ltimos meses a una condici¨®n animal en el fuego cruzado entre las ca¨®ticas partidas del presidente Charles Taylor, un genocida cuyo exilio inminente a Nigeria es una de las claves de la intervenci¨®n, y los milicianos rebeldes que cercan Monrovia. El desenlace efectivo del conflicto, sin embargo, y la estabilizaci¨®n de uno de los pa¨ªses m¨¢s martirizados del continente, tras 13 a?os de pesadilla bajo la bota de Taylor, s¨®lo puede venir de Estados Unidos, cuyos marines se acercan a las costas liberianas.
El presidente Bush se ha resistido hasta el ¨²ltimo minuto a intervenir en una guerra civil que no amenaza directamente los intereses de su pa¨ªs. Pero Liberia es un caso cegador de imperativo moral. Si no bastasen su continuada tragedia y sus estrechos lazos hist¨®ricos con EE UU, el mejor argumento es que el peque?o pa¨ªs es un foco de inestabilidad y exportador de luchas tribales a toda ?frica occidental, desde Guinea a Costa de Marfil o Sierra Leona, pa¨ªs ¨¦ste donde Taylor est¨¢ acusado de cr¨ªmenes de guerra.
Bush condiciona la intervenci¨®n de sus tropas a que Taylor abandone inmediatamente Liberia, como ha prometido, y se mantenga un efectivo alto el fuego. Es exigir demasiado. Durante los pr¨®ximos d¨ªas, mientras se despliegan lentamente las fuerzas africanas, la incertidumbre reinar¨¢ en Monrovia, acentuada por el hecho de que los jefes de cada bando apenas controlan a sus hombres en esta lucha sin reglas. Washington debe aprovechar el momento para desembarcar a sus marines y demostrar que no era un eslogan m¨¢s el compromiso con ?frica anunciado por Bush durante su reciente viaje por el continente olvidado.
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