Democracia interna y esca?os
El pasado mi¨¦rcoles 1 de octubre, Javier Pradera vert¨ªa sus opiniones sobre esca?os y lealtades en un art¨ªculo que a mi juicio daba una visi¨®n parcial de los muchos problemas que surgen en torno al transfuguismo y a la libertad de expresi¨®n en el seno de
los partidos pol¨ªticos. En efecto, Pradera parece reducir el eventual conflicto y la necesaria convivencia entre la disciplina de partido y el ejercicio de la libertad de expresi¨®n a un problema marginal, y olvida analizar que en nuestro sistema constitucional el mandato del diputado es representativo y la jurisprudencia constitucional no es simplemente una interpretaci¨®n sometida a enfoques diferentes, sino que se trata de un tema central, que excluye el mandato imperativo.
La doctrina es contundente al respecto, "en el supuesto de confrontaci¨®n entre diputado y partido es evidente que la l¨®gica de la democracia partidista y el principio de proporcionalidad tienen que ceder por obligaci¨®n a la l¨®gica del principio cl¨¢sico de representaci¨®n por ser el ¨²nico constitucionalmente regulado. Proceder de otra forma equivaldr¨ªa a consagrar aut¨¦nticas rupturas y violaciones constitucionales" (P. de Vega Garc¨ªa).
Y precisamente la monograf¨ªa que cita el se?or Pradera en su art¨ªculo, de Beatriz Tom¨¢s Mall¨¦n, sobre Transfuguismo parlamentario y democracia de partidos, aboga por la creaci¨®n de la figura del diputado no adscrito, que tendr¨ªa, entre otras ventajas, la de desincentivar el transfuguismo, fen¨®meno que todos condenamos y en el que perder¨ªan presencia los partidos pol¨ªticos, que, como es sabido, han usado y abusado de su utilizaci¨®n con fines propios.
Otra cosa ser¨ªa, lo que parece no interesar al se?or Pradera, el supuesto de personas expulsadas o escindidas de un partido pol¨ªtico antes de que termine la legislatura y que han de salir necesariamente del grupo parlamentario al que pertenecen por no formar parte ya de sus filas. Todos recordamos el caso de Cristina Almeida y Diego L¨®pez Garrido, que terminaron la anterior legislatura en el Grupo Mixto. Almeida, sentada en un esca?o obtenido por la formaci¨®n pol¨ªtica de Izquierda Unida, se present¨® nada menos que como candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid por el PSOE, y el segundo concurri¨® en las siguientes elecciones en las listas tambi¨¦n del PSOE por Madrid, obteniendo su esca?o de diputado e incluso un destacado puesto en la Comisi¨®n Ejecutiva del Partido Socialista Obrero Espa?ol.
?Estamos ante un caso de transfuguismo? No necesariamente. Eso s¨ª, en este supuesto el PSOE lo aval¨® y refrend¨® y a nadie se le ocurre compararlos con los diputados Tamayo y S¨¢ez, que protagonizaron la espantada en la Asamblea de Madrid. Por tanto, se?or Pradera, habr¨ªa que contemplar m¨¢s supuestos y tratar de analizarlos con objetividad, as¨ª como reflexionar sobre la necesidad de impulsar la democracia interna en los partidos pol¨ªticos y el espacio de libertad necesario para que afloren las ideas y los debates enriquecedores, y que ¨¦stos dejen de ser "coto de paniaguados sin m¨¢s m¨¦ritos que la obediencia a su partido y el cabezazo ante el que manda", como dec¨ªa certeramente un reputado periodista hace pocos d¨ªas.
La lealtad a un partido pol¨ªtico no debe estar re?ida con el ejercicio de la siempre sana libertad de expresi¨®n. Pretender amordazar el libre pensamiento en el seno de los partidos, bajo la excusa de lealtades que en demasiadas ocasiones son clientelares, supondr¨ªa aceptar que por el hecho de ser diputado queda cercenado un derecho fundamental. Si adem¨¢s aceptamos que pueda perseguirse, con expedientes disciplinarios y amenazas de expulsi¨®n, a quien discrepa p¨²blicamente de las posiciones asumidas por la direcci¨®n de su partido, estar¨ªamos resucitando, aunque sea circunscrito al ¨¢mbito interno de un partido, el delito de opini¨®n de ¨¦pocas afortunadamente superadas.
Y cuando se dice que pertenecer a un partido pol¨ªtico es voluntario, hay que a?adir que para trabajar en pol¨ªtica necesariamente hay que pertenecer a un partido pol¨ªtico, por lo que s¨®lo ser¨ªa voluntaria la elecci¨®n de la formaci¨®n pol¨ªtica en la que se quiere militar. Por ello es coherente su regulaci¨®n constitucional y la obligatoriedad del cumplimiento de todas las garant¨ªas en su funcionamiento interno y tambi¨¦n su financiaci¨®n p¨²blica, que pagamos todos a trav¨¦s de nuestros impuestos.
En suma, creo que para hablar de esca?os y lealtades hay que matizar algo m¨¢s y no olvidar que, seg¨²n nuestra Constituci¨®n, los partidos pol¨ªticos "han de ser democr¨¢ticos en su estructura interna y en su funcionamiento", y ello significa asumir la discrepancia y no estorbar el ejercicio de los derechos fundamentales de sus afiliados y de sus representantes pol¨ªticos.
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