Victoria o la perfecci¨®n
HACE YA muchos a?os, no s¨¦ cuantos, le¨ª, y tampoco s¨¦ d¨®nde, un texto de Gerald Moore, uno de los pianistas virtuosos en el complicado arte de acompa?ar, en el que dec¨ªa que de todos aquellos excelsos artistas con los cuales actu¨® ninguno podr¨ªa compararse a Victoria de los ?ngeles en lo tocante a perfecci¨®n, estilo, respeto a la partitura y al compositor y sensibilidad para dar el toque justo... Y su timbre, su voz. Me alegr¨® leer esto, porque aunque los "argumentos de autoridad" no son en verdad argumentos (por eso lo he entrecomillado), en mi ingenuidad de mero oidor o escuchador hac¨ªa mucho tiempo que yo pensaba lo mismo. ?Desde cu¨¢ndo? Pues exactamente desde 1946 en que Victoria de los ?ngeles cant¨® por primera vez en Madrid en el Palacio de la M¨²sica y nos dej¨® estupefactos. Porque Victoria era ya entonces el saber cantar, el supeditarse a lo que hab¨ªa que cantar, sin a?adidos espurios de ninguna especie. Cant¨® aquella ma?ana su parte en una sinfon¨ªa de Mahler. Poco despu¨¦s en el teatro Fontalba, le o¨ª Boh¨¨me con Beniamino Gigli. Tengo para m¨ª que Gigli debi¨® quedar asombrado ante aquella muchacha -¨¦l ya en su madurez y con sus "recursos"- en la que a la perfecci¨®n se un¨ªa la modestia. Porque esa es la raz¨®n de ser del int¨¦rprete: la modestia en su consideraci¨®n de que ¨¦l es, como no debe ser de otro modo, alguien para quien el compositor es el origen y al que se debe. La he o¨ªdo luego muchas veces. Nunca dej¨® de asombrarme el que su instrumento estuviera tan perfectamente al servicio de su talento en el saber lo que se ha de hacer ante una partitura, la que sea. No ya Butterfly, sino Peleas y Melisande: inolvidables. Y todo.
Un d¨ªa le¨ª un art¨ªculo de Josep Pla en la revista Destino. Refer¨ªa que hab¨ªa ido a Peralada a o¨ªr a Victoria, que no entend¨ªa de m¨²sica ni sol¨ªa acudir habitualmente a conciertos, pero que cuando, al concluir ¨¦ste, ingenuamente habl¨® de su vivencia a un amigo suyo compositor (?Montsalvatge?), y le dijo que hab¨ªa permanecido todo el tiempo en arrobo, su amigo le a?adi¨®: "Mire, Pla, siempre es as¨ª... Victoria es la perfecci¨®n".
Hace unos veinte a?os, antes de una entrevista radiof¨®nica, me pidieron que eligiera una m¨²sica para el intermedio. Eleg¨ª Nana, de mi querido don Manuel de Falla, pero puse como condici¨®n que fuera en la versi¨®n de Victoria de los ?ngeles de las Siete canciones espa?olas. Nadie las ha cantado como ella; pero la Nana me conmueve de tal modo que he dispuesto que cuando llegue el momento de abandonar definitivamente la vida s¨®lo quiero o¨ªr una y otra vez la voz de Victoria en la canci¨®n de Falla... Y ya que estoy en vena de confidencialidades contar¨¦ que hace dos a?os me atrev¨ª por fin a hacer lo que a menudo hab¨ªa tan s¨®lo proyectado: le escrib¨ª a Victoria y le dije que no quer¨ªa irme de este mundo sin que supiera cu¨¢nto le deb¨ªa. Me llam¨® y hablamos y hablamos y hablamos durante m¨¢s de una hora. "?Y qu¨¦ es lo que me debe?", me pregunt¨® a trav¨¦s del hilo telef¨®nico. Yo le respond¨ª tan s¨®lo y sin ret¨®rica alguna: "Me ha hecho mejor"... ?Perfecta!
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