Colegio macho
Apertura del a?o universitario. Llegada de los alumnos novatos a los colegios mayores. Primeras noches del curso. La gamberrada inici¨¢tica, un vestigio macho-fascista que muchos sufrimos en los cuarteles de la mili obligatoria, se sigue practicando de manera general en esos "centros de formaci¨®n cultural y cient¨ªfica" que te¨®ricamente son los colegios y residencias universitarias. ?Forma parte la novatada de las esencias patrias, de la "cadena del ser" (t¨¦rmino del fil¨®sofo Arthur Lovejoy), en este caso de una cadena del ser espa?ol y muy hombre?
Duchas de agua fr¨ªa en la madrugada, manteos, pruebas de resistencia f¨ªsica en pelota picada, un peque?o surtido de humillaciones que a veces saltan a los peri¨®dicos por el drama: un estudiante herido, un recluta que no lo aguanta m¨¢s y se suicida. Sin embargo, una de las novatadas predilectas de los veteranos del Colegio Mayor Marqu¨¦s de la Ensenada, del campus de Moncloa, es obligar a los nuevos a ir a ese temible parque tem¨¢tico de maricones que es el barrio de Chueca y hacerse una foto junto al r¨®tulo de la estaci¨®n de metro que hay en la plaza; y por si su buen nombre heterosexual no sufriera con tal exposici¨®n suficiente deshonra, el novato ha de comprar en un kiosko la revista gay Zero, exhibi¨¦ndola imp¨²dicamente en el regreso a la Ciudad Universitaria. M¨¢s que drama, como se ve, sainete de una rancia estirpe.
Pero en el pasado curso, este colegio mayor, un centro privado propiedad de la Asociaci¨®n de Hidalgos a Fuero de Espa?a (sic) aunque adscrito a la Universidad Complutense, ha albergado escenas que trasformaban la zafia astracanada chulesca en grave persecuci¨®n y acoso a cuatro residentes homosexuales, hoy expulsados del colegio y sancionados econ¨®micamente con p¨¦rdida de la cuantiosa bonificaci¨®n. Dos de ellos, Ismael Arranz y Juan M. Fern¨¢ndez, han descrito -y publicado en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Zero- la pesadilla sufrida en forma seminovelada (los nombres de los cuatro aparecen cambiados; las familias, ya se sabe, a¨²n no est¨¢n por la labor de comprender al que entiende, sobre todo si es hijo suyo). El asunto me interes¨®, y la curiosidad me ha llevado a hablar con tres de los muchachos implicados (estudiantes, por cierto, de periodismo) y con el director del colegio, que de forma correcta aunque herm¨¦tica no quiso, tras tildar de "mentiras" los hechos reflejados en el art¨ªculo, entrar en conversaci¨®n sobre lo ocurrido. Lo ocurrido no s¨®lo est¨¢ ahora siendo investigado, tras la denuncia de los ex colegiales, por el jefe de inspecci¨®n de servicios de la Universidad Complutense, sino que, naturalmente, como toda disputa, ofrece versiones opuestas. Pero hay, en el escalofriante relato que les o¨ª, en el detallado y serio art¨ªculo escrito por Arranz y Fern¨¢ndez y en la amplia documentaci¨®n que he examinado (incluyendo una maravillosa carta de apoyo y protesta de los padres del segundo: esta familia s¨ª comprende), los suficientes indicios para que cualquier observador imparcial detecte la persistente mancha negra de la fobia al homosexual; al homosexual, claro, que se muestra como tal o, en palabras que los chicos ponen en boca del director del colegio en el memor¨¢ndum enviado al rector de la Complutense, "hace alarde de una supuesta condici¨®n sexual".
Alardear o no alardear (m¨¢s que ser o no ser); ¨¦sa es la cuesti¨®n. El drama del colegio Marqu¨¦s de la Ensenada empez¨® cuando unos cuantos colegiales olieron "marica" en dos compa?eros de cuarto o pasillo, y vieron confirmadas sus tremebundas sospechas con el hallazgo en la mesilla de uno de ellos de un tubo de vaselina y una gu¨ªa de bares de Chueca. Los insultos velados o expl¨ªcitos, la broma vejatoria, el boicot, la conspiraci¨®n de silencio; la realidad, por desgracia, confirma que, tras la aparente aceptaci¨®n social del concepto de gay y lesbiana se sigue escondiendo la recelosa inquina al homosexual que pretende vivir su identidad sin ocultar vergonzantemente los modos de expresarla.
Se trata de un caso que la Universidad Complutense ha de esclarecer y, una vez probado, castigar hasta sus ¨²ltimas consecuencias, sobre todo si se quiere cumplir con la normativa dictada por la propia vicerrector¨ªa de alumnos prohibiendo cualquier atentado a la dignidad de los estudiantes. Pues indigno ser¨¢ nuestro futuro civil si el ¨¢mbito universitario no da el m¨¢s rotundo ejemplo eliminando la intolerancia y la discriminaci¨®n contra aquellos de sus miembros que hacen pac¨ªfica muestra de su diferencia.
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