Marcar la piel del agua
Hablar de poes¨ªa empieza a ser sin¨®nimo de normalidad. Y tal vez la frontera la est¨¢ marcando este Congreso de la Lengua. Despu¨¦s de tantas guerras literarias libradas durante a?os, en las que parec¨ªa que importara m¨¢s la generaci¨®n a la que se pertenec¨ªa o a la que no se quer¨ªa pertenecer, las batallas entre continuidad o ruptura, la utilidad o inutilidad de la poes¨ªa, o la mayor¨ªa o minor¨ªa de lectores a los que un poeta se enfrenta, la normalidad se parece a que el lector reciba cada novedad con un sano y experimentado esp¨ªritu cr¨ªtico que favorezca la libre circulaci¨®n en un pa¨ªs como el nuestro, en el que parece que se inventa la p¨®lvora en cada debate.
Claro que a esta normalidad se llega despu¨¦s de haber discutido con cierto encono, durante casi treinta a?os, sobre los garcilasistas, los de la experiencia, los nov¨ªsimos, los posnov¨ªsimos, la generaci¨®n de los ochenta, la de los noventa y de todo lo que estuviera por venir. Aquellos debates est¨¢n dando ahora sus frutos y la celebraci¨®n de este congreso podr¨ªa ser un ejemplo. Pero tampoco se trata de sacralizarlo, sino de servirnos de ¨¦l para quitarle a la poes¨ªa algunas de las m¨¢scaras que a lo largo del tiempo le han ido imponiendo. Me refiero, entre otras muchas, a las de la incomprensi¨®n o la inutilidad. No creo que ning¨²n poeta haya rebajado nunca el nivel del lenguaje para hacerse m¨¢s accesible y por tanto m¨¢s le¨ªdo. La literatura, y la poes¨ªa a¨²n m¨¢s, es algo que tenemos la obligaci¨®n de recuperar, pero no lo conseguiremos si no la hacemos necesaria, como reza el lema del congreso, lo cual va unido no s¨®lo a hablar libremente de ella, sino, y sobre todo, a leerla. Supongo que eso nos ayudar¨ªa a seguir siendo uno de los pa¨ªses europeos que m¨¢s libros publica, pero dejar¨ªamos de sufrir la verg¨¹enza de ser de los m¨¢s bajos en la estad¨ªstica lectora.
Los poetas convocados a este congreso, desde Victoriano Cr¨¦mer, nacido en 1908, hasta Vicente Gallego, de 1963, representan todas las tendencias posibles. Por Valladolid han pasado los poetas m¨¢s premiados, los fundadores de las revistas m¨¢s emblem¨¢ticas, los m¨¢s le¨ªdos y tambi¨¦n los que se estudian en los textos escolares. En lo que respecta a lo nuevo, la l¨ªrica actual mantiene una l¨ªnea acorde con la tendencia general, es decir, la del eclecticismo y la diversificaci¨®n, tanto tem¨¢tica como estil¨ªstica, en la que pervive una poes¨ªa urbana m¨¢s o menos te?ida de desencanto en convivencia con el hermetismo, el haiku y otras opciones orientalistas.
Pero, al margen de toda tendencia, de cualquier grupo e incluso del poder que pudieran tener las editoriales, lo que busca el lector de poes¨ªa es poder navegar otras aguas, que en este caso van unidas al lenguaje; lo que busca es algo en apariencia tan in¨²til, pero tan fundamental y necesario, como la belleza. El lector no tiene por qu¨¦ saber teorizar sobre poes¨ªa, pero s¨ª debe haber tenido al menos la oportunidad de remontar, con la belleza, la mediocridad que le rodea y seguir asistiendo cada d¨ªa a ese misterio que ?ngel Gonz¨¢lez expuso con la soberana precisi¨®n de unos versos inasibles y fecundos como ¨¦stos: "Escribir un poema / marcar la piel del agua".
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