Terrorismo y/o resistencia
Durante las ¨²ltimas semanas una nueva pol¨¦mica se ha instalado entre nosotros. Se trata de diagnosticar si los atentados cometidos en Irak contra tropas extranjeras e instituciones internacionales constituyen actos de terrorismo o, por el contrario, son el reflejo de la resistencia de sectores de la poblaci¨®n iraqu¨ª contra la ocupaci¨®n llevada a cabo por los Estados Unidos y sus aliados. A Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar parece preocuparle mucho que se diga que en Irak hay resistencia, y preferir¨ªa que se hablara ¨²nicamente de acciones terroristas, pues no en vano trata de justificar la presencia de tropas espa?olas en Irak como parte de una misi¨®n de lucha contra el terrorismo. En su l¨®gica, si a los terroristas se les llama resitentes, el argumento se viene abajo, y aunque el presidente del Gobierno espa?ol no es muy aficionado a dar explicaciones de sus actos, siempre es inc¨®modo que a uno le est¨¦n todo el d¨ªa pillando con el paso cambiado.
Reconocer el m¨®vil pol¨ªtico de muchos actos terroristas no deber¨ªa implicar disculparlos
El fanatismo en la defensa de las ideas genera monstruos para los que los seres humanos no cuentan
El debate suscitado recuerda algunos episodios que ya hemos vivido anteriormente por estos pagos. El Gobierno espa?ol ha venido emprendiendo diversas acciones durante los ¨²ltimos a?os con el objetivo de explicar a la prensa internacional que ETA no es una organizaci¨®n separatista -calificativo comunmente usado en bastantes medios de comunicaci¨®n extranjeros- sino un grupo terrorista. Pareciera que insistiendo en una determinada calificaci¨®n, el problema adquiriese una dimensi¨®n diferente y su tratamiento fuera mucho m¨¢s simple: si a una organizaci¨®n se le denomina s¨®lo como terrorista, se le sit¨²a ya autom¨¢ticamente fuera del ¨¢mbito de la pol¨ªtica y, por lo tanto, la lucha contra ella no debe tener en cuenta ninguna consideraci¨®n de esta naturaleza. Como si la violencia ciega no se cimentara muchas veces sobre problemas preexistentes, cuya importancia y gravedad suelen ser directamente proporcionales a la dificultad de eliminar aquella.
Sin embargo, la experiencia de las ¨²ltimas d¨¦cadas nos ha ense?ado que, desgraciadamente, la pr¨¢ctica del terror no es incompatible con la b¨²squeda de objetivos pol¨ªticos. El fanatismo en la defensa de las ideas genera monstruos para los cuales no existen consideraciones sobre la utilizaci¨®n de unos u otros m¨¦todos. Los seres humanos no cuentan, y lo ¨²nico que interesa es sembrar el terror para, de esa manera, llamar la atenci¨®n sobre los objetivos que se persiguen. Pero el terror no lo promueven unicamente personas u organizaciones. Muchos gobiernos han recurrido y recurren a la pr¨¢ctica del mismo para sembrar el miedo y lograr el desistimiento de quienes se oponen a sus designios. Las sanguinarias dictaduras argentina o chilena -o la propia de Sadam Hussein- lo hicieron ante la mirada benevolente del Gobierno de los EE UU. Tambi¨¦n lo hace el Gobierno de Ariel Sharon contra los palestinos, en te¨®rica respuesta a los actos terroristas promovidos por estos ¨²ltimos. De ah¨ª que, objetivamente, la linea divisoria entre los calificados como terroristas y algunos de los que dicen combatir el terrorismo sea a veces tan imperceptible.
El reconocimiento del m¨®vil pol¨ªtico de muchos actos terroristas no deber¨ªa significar en ningun caso la disculpa de los mismos. Imponer la fuerza bruta y despreciar la vida humana es siempre deleznable. Pero querer ocultar las motivaciones de quienes ejercen el terror como m¨¦todo de acci¨®n pol¨ªtica, pretendiendo que problemas complejos pueden solucionarse con meros juegos sem¨¢nticos, no parece muy inteligente, por m¨¢s que pueda generar r¨¦ditos electorales a corto plazo. Y ante lo que hoy est¨¢ sucediendo en Irak, s¨®lo los m¨¢s necios son incapaces de percibir que los actos terroristas contra personas e instituciones son la expresi¨®n de formas de resistencia hacia una ocupaci¨®n ilegal, percibida por muchos como una cruzada en defensa de intereses occidentales. Una resistencia que ejerce el terror contra una ocupaci¨®n que ha generado destrucci¨®n y muerte, sembrando tambi¨¦n el terror entre buena parte de la poblaci¨®n.
Pretender ocultarlo s¨®lo constituye una est¨²pida hu¨ªda hacia adelante.
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