Una alternativa global
La violencia contra las mujeres ha sido y es un instrumento para su dominaci¨®n. Esa violencia, espec¨ªfica y distinta de otras, es una manifestaci¨®n de las relaciones de poder hist¨®ricamente desiguales entre hombres y mujeres, que ha consolidado la discriminaci¨®n. La violencia se ha sufrido normalmente en la familia, ha sido tolerada y, salvo casos muy graves y hasta hace poco tiempo, apenas se denunciaba por miedo y verg¨¹enza. Era un tema privado que pertenec¨ªa al ¨¢mbito dom¨¦stico. Hoy podemos decir que este aspecto ha cambiado y que al menos los partidos pol¨ªticos y los responsables p¨²blicos lo consideran una lacra social grav¨ªsima, un tema p¨²blico, y su soluci¨®n, una prioridad pol¨ªtica.
Hay que conseguir que este terrorismo dom¨¦stico pase del ¨¢mbito privado al p¨²blico
Es necesario se?alar estos extremos en primer lugar, debido a que las soluciones que se barajan ante este grave problema de la violencia contra las mujeres no pueden perder de vista, si quieren ser eficaces, el origen del maltrato. La desigualdad tiene su origen en pautas culturales, sociales y religiosas que perpet¨²an la condici¨®n inferior que se asigna a las mujeres en la familia, en el trabajo y en la sociedad. Mientras las relaciones entre hombres y mujeres no sean de igualdad de oportunidades y de trato, mientras los estereotipos sigan asimilando y reproduciendo los valores ligados al prestigio y la autoridad con los hombres, y los de dependencia e inseguridad con las mujeres, es muy dif¨ªcil que acertemos con la mejor f¨®rmula para erradicar esta ignominia social, que a todos debe avergonzarnos.
Por ello, la primera medida, y la clave de todas las dem¨¢s, es la educaci¨®n en igualdad, la preparaci¨®n y la capacitaci¨®n de las mujeres y el compromiso de toda la sociedad en erradicar la publicidad sexista y la imagen tan pobre que aparece de las mujeres en los medios de comunicaci¨®n, siempre ligadas a los sucesos o a la prensa rosa, por sus amor¨ªos o matrimonios, y rara vez en los puestos de responsabilidad, autoridad y decisi¨®n. Y hay que empezar desde la infancia, la socializaci¨®n y el uso del lenguaje, que no es neutral tras siglos de dominaci¨®n y abuso.
Y dicho esto, que incide en el n¨²cleo de la desigualdad y su erradicaci¨®n y que tiene un gran recorrido -pues requiere un cambio de mentalidad a¨²n mayor del que se ha producido hasta ahora-, hay que plantear qu¨¦ medidas son necesarias como respuesta inmediata y a corto plazo ante los malos tratos y las agresiones habituales que padecen a¨²n muchas mujeres y que desembocan demasiado a menudo en muertes o lesiones graves e irreversibles, f¨ªsicas y ps¨ªquicas. Hay que distinguir entre respuestas jur¨ªdicas, civiles y penales, y respuestas sociales. Entre las penales se imponen la dureza y la tolerancia cero. La violencia no se puede considerar como algo inevitable; no podemos ser comprensivos con el tema, no se puede justificar c¨®mo a¨²n se sigue haciendo. Hay que conseguir de verdad que este terrorismo dom¨¦stico pase con todas sus consecuencias del ¨¢mbito privado al p¨²blico, como un asunto que afecta a toda la sociedad, que nos concierne a todos, como un ataque que es a los derechos fundamentales de la persona. En esta direcci¨®n va la ¨²ltima reforma del C¨®digo Penal, que ha agravado los tipos delictivos y el quebrantamiento de la orden de alejamiento.
Desde el punto de vista civil, la respuesta a d¨ªa de hoy es deficiente. El proceso es complicado, largo y costoso, por la lentitud de los juzgados en acordar las resoluciones pertinentes y por las propias normas sustantivas que prev¨¦n en los casos de ruptura matrimonial, la separaci¨®n conyugal previa al divorcio. Adem¨¢s, cuando hay hijos, y por tanto visitas y estancias con el progenitor maltratador, no siempre se toman las medidas cautelares que ser¨ªan aconsejables.
Los datos sobre el aumento de la violencia de g¨¦nero son estremecedores. Todas las estad¨ªsticas coinciden en que en la mayor parte de los casos de violencia existe o ha existido una relaci¨®n de pareja y que las tensiones m¨¢s graves se agudizan durante la tramitaci¨®n de los procesos de separaci¨®n y divorcio, o cuando la mujer decide poner fin al noviazgo o a la convivencia de hecho. De ah¨ª que una prioridad sea dar una respuesta r¨¢pida y eficaz a las rupturas de la convivencia. Es necesaria una reforma legal en esta materia, que permita el acceso directo al divorcio, sin el requisito de la previa separaci¨®n conyugal. Se reclaman tambi¨¦n reformas procesales que aceleren los tr¨¢mites, como puede ser la aplicaci¨®n de los juicios r¨¢pidos a estos temas. Sin duda van a ser necesarios muchos m¨¢s juzgados que los que existen en la actualidad y, sobre todo, su configuraci¨®n como juzgados de familia, que incorporan equipos espec¨ªficos psicosociales, imprescindibles en estos asuntos. Por otro lado, hay que valorar positivamente la aprobaci¨®n y puesta en marca de la orden de protecci¨®n de las v¨ªctimas de la violencia dom¨¦stica, aprobada por unanimidad de los grupos parlamentarios el pasado 31 de julio de 2003, que pretende unificar los instrumentos de amparo y tutela de forma que "se pueda obtener un estatuto integral de protecci¨®n que concentre de forma coordinada una acci¨®n cautelar de naturaleza civil y penal", y que incluye tambi¨¦n medidas de asistencia y protecci¨®n social.
Podemos decir que en pocos a?os se ha dado un saldo cualitativo extraordinario. De tolerarse las agresiones a las mujeres y considerarse un tema privado ha pasado a ser un asunto al que se concede un lugar preeminente en la agenda pol¨ªtica. Se ha dado el primer paso. Se ha decidido desafiar la tolerancia respecto al tema. Sin embargo, queda mucho por hacer. Hay que dar una alternativa global, integral, que erradique el origen de la violencia, sus causas y las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, as¨ª como profundizar en una respuesta jur¨ªdica civil y penal unificada y eficaz a los casos cuando se produzcan, sin perder de vista la parte sanitaria y social de atenci¨®n a las v¨ªctimas, que en ocasiones requieren un tratamiento espec¨ªfico de recuperaci¨®n.
Cristina Alberdi es abogada, especialista en Derecho de Familia y ex ministra de Asuntos Sociales. Esta semana ha sido nombrada presidenta del Consejo Asesor del Observatorio contra la Violencia de G¨¦nero de la Comunidad de Madrid.
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