"?Qui¨¦n ha sido?"
Multitudinaria concentraci¨®n en la capital, que encabez¨® el pr¨ªncipe Felipe junto a Aznar y los ex presidentes Gonz¨¢lez y Calvo Sotelo
A las siete de la tarde, en la plaza de Cibeles, a la lluvia le costaba llegar al suelo. Cientos de miles de madrile?os -m¨¢s de dos millones seg¨²n la Polic¨ªa Municipal- aguardaban en un silencio sobrecogedor el inicio de la manifestaci¨®n. Mientras, riadas de gente bajaban como buenamente pod¨ªan desde todos los barrios de una ciudad cerrada a cal y canto. La radio les iba diciendo al o¨ªdo que, a la misma hora, otros muchos millones de espa?oles se estaban solidarizando con su dolor desde todos los puntos del pa¨ªs. De vez en cuando un grito, "?asesinos, basta ya!", o un aplauso al paso de cuatro mujeres ¨¢rabes, cubiertas con velo, que hab¨ªan escrito en un cartel: "Sufrimos con vosotros".
"Estamos todos muertos de miedo. Que nos digan la verdad, ?por Dios!"
"La sangre de los inmigrantes ya est¨¢ unida para siempre a la de los madrile?os"
Cuando lleg¨® Aznar fue recibido con una pitada y una pregunta: "?Qui¨¦n ha sido?"
Hasta que lleg¨® Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar lo ¨²nico que se hab¨ªa o¨ªdo en Cibeles hab¨ªa sido la lluvia contra los paraguas y el helic¨®ptero de la polic¨ªa rompiendo en silencio. Pero cuando lleg¨® el presidente, acompa?ado del Pr¨ªncipe de Asturias y de las infantas Elena y Cristina, fue recibido con una sonora pitada seguida de gritos que le preguntaban: "?Qui¨¦n ha sido? ?Qui¨¦n ha sido?". Luego la gente volvi¨® a encerrarse en su silencio. Y a muchos, atrapados entre el dolor y la impotencia, no era lluvia lo que le corr¨ªa por las mejillas.
M¨¢s que una manifestaci¨®n, lo de ayer en Madrid fue una gigantesca concentraci¨®n. La cantidad de gente, unida a las fuertes medidas de seguridad, imped¨ªan cualquier movimiento. S¨®lo las autoridades, y a duras penas, consiguieron llegar junto a la pancarta con el lema elegido por el Gobierno: "Con las v¨ªctimas, con la Constituci¨®n y para la derrota del terrorismo". Junto a ella, los ex presidentes del Gobierno Felipe Gonz¨¢lez y Leopoldo Calvo Sotelo; el l¨ªder socialista, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, y una nutrida representaci¨®n internacional: el presidente de la Comisi¨®n Europea, Romano Prodi; los primeros ministros de Francia, Jean Pierre Raffarin; Italia, Silvio Berlusconi, y Portugal, Jos¨¦ Manuel Dur?o Barroso. Tambi¨¦n acudieron el representante de la UE para la pol¨ªtica exterior, Javier Solana y el presidente del Europarlamento, Pat Cox.
Sin embargo, y pese a la sonora pitada que se llevar¨¢ Aznar de recuerdo, el protagonismo no fue para los pol¨ªticos. Desde primeras horas de la tarde, los ciudadanos trataron de ganar el centro a bordo de autobuses y vagones de metro, que ayer eran gratuitos y que circularon atestados para desesperaci¨®n de los que aguardaban bajo el aguacero. En la l¨ªnea 5 del metro y luego en autob¨²s 21, una pregunta repetida entre hijos y padres, tambi¨¦n entre desconocidos: "?T¨² qui¨¦n crees que ha sido?". No hab¨ªa sitio para otro tema de conversaci¨®n. Manuel Soriano, tornero de profesi¨®n, intentaba explicar a su hijo Javier lo que ¨¦l mismo no llegaba a entender: "Por un lado, qu¨¦ m¨¢s da. Los muertos, muertos est¨¢n y ya nadie puede evitarlo. Pero, por otro... yo creo que no es ETA. Y si no es ETA, por qu¨¦ no lo dicen claro ya". Un compa?ero de vag¨®n respond¨ªa espont¨¢neo: "Por que no les interesa hombre, por que no les interesa, hasta el lunes, no les interesa". Una mujer terciaba: "No ser¨¢n capaces hombre, c¨®mo van a ser capaces de tanto...". Ni siquiera discut¨ªan. S¨®lo reflexionaban en voz alta, rompiendo un silencio que se hac¨ªa duro, un silencio construido a base de pena y tambi¨¦n de miedo. La sirena de una ambulancia apag¨® de un tajo las conversaciones. "Una ambulancia en Madrid", dijo una se?ora, "?cu¨¢ndo nos ha llamado la atenci¨®n una ambulancia en Madrid...? Estamos todos muertos de miedo. Que nos digan la verdad, ?por Dios!". La gente asinti¨®. Ni una sonrisa, ni un comentario m¨¢s alto que otro. "La radio no dice que haya pasado nada", tranquilizaba el conductor justo antes de llegar al final del trayecto.
Ya en Cibeles, y antes de que se caldeara el ambiente con la llegada de Aznar, mucho silencio y mucha pena. Ra¨²l Rodr¨ªguez, ecuatoriano de 34 a?os, coment¨® que nunca se hab¨ªa sentido tan querido. Su amigo An¨ªbal insist¨ªa en la idea: "Creo que la masacre de ayer nos ha hermanado definitivamente. La sangre de los inmigrantes ya est¨¢ unida para siempre a la de los madrile?os". ?scar L¨®pez, psic¨®logo profesi¨®n y madre vasca, discut¨ªa en voz baja con unos colegas de profesi¨®n: "Se nota en el ambiente. La gente prefiere que sea ETA la culpable porque siente p¨¢nico ante un nuevo terrorismo desconocido y tan brutal. Sea quien sea, no crea que el fin de ETA se escribi¨® ayer. Si han sido ellos, porque su gente no lo va a soportar y los van a dejar solos. Y si ha sido Al Qaeda, tambi¨¦n. ?C¨®mo se van a atrever a seguir matando en Euskadi despu¨¦s de lo que pas¨® ayer aqu¨ª en Madrid...?". Uno de sus amigos celebraba la idea: "No estar¨ªa mal que despu¨¦s de tantos a?os matando, viniera Al Qaeda a escribir el final de ETA".
Segu¨ªa lloviendo. No dej¨® de hacerlo durante la noche. Hacia las ocho de la tarde, unos j¨®venes se encaramaron a La Cibeles y le colocaron un cresp¨®n negro y una rama de olivo. Mucha gente llevaba brazaletes negros, con o sin la bandera de Espa?a; pegatinas del No a la guerra; paraguas blancos con las banderas de Espa?a y Euskadi.
Conforme iba avanzando la marcha, el ambiente se iba caldeando. Hab¨ªa quien se iba, empapado de agua, y quien -todav¨ªa a las nueve de la noche- segu¨ªa intentando llegar. Centenares de j¨®venes cambiaron el silencio de la mayor¨ªa por los gritos contra Aznar y su Gobierno. Le lanzaban a su paso los insultos que se quedaron en el aire en las manifestaciones contra la guerra del a?o pasado. "?Mentiroso, queremos saber la verdad!", le chillaban. Otros intentaban acallar los insultos con aplausos y gritos de "Espa?a, Unida, jam¨¢s ser¨¢n vencida". Por momentos, la pelea de gritos era de j¨®venes contra adultos. Los chavales protestaban con el "no a la guerra" y le preguntaban a Aznar: "?En qu¨¦ l¨ªo nos has metido?" "?Ahora te vas y nos dejas con todo el marr¨®n, por pelota con Bush!", informa Carlos E. Cu¨¦. Hubo insultos mucho m¨¢s graves. "?Qui¨¦n ha sido?", coreaban una y otra vez. Muchos adultos se enfrentaban con ellos. "Pues qui¨¦n va a ser. ?ETA!". Jaime, un veintea?ero, preguntaba descolocado a sus amigos. "?Pero esta mani es contra ETA o contra el PP? No entiendo nada". Miguel, un compa?ero, trataba de aclararle: "Lo que pasa es que si al final es Al Qaeda la culpa ser¨¢ de Aznar, por meternos en una guerra que nadie quer¨ªa".
Al final, cuando las autoridades se fueron y en la calle s¨®lo quedaba gente y lluvia, muchos se metieron en los escasos bares que estaban abiertos a la espalda del Palace para verse en la televisi¨®n, para comprobar que dos o tres millones de madrile?os volvieron ayer a tomar la calle para gritar contra el terrorismo. Como cuando mataron a Francisco Tom¨¢s y Valiente. Como aquel terrible d¨ªa que ETA secuestr¨® a Miguel ?ngel Blanco para matarlo poco despu¨¦s. "Aquel d¨ªa", dice Romualdo Trevi?o, un profesor jubilado, "tambi¨¦n nos echamos a la calle para gritar que no lo mataran aun sabiendo que ya estaba sentenciado y quiz¨¢s muerto. La manifestaci¨®n de hoy se parece a la de aquella en la impotencia. Pero es todav¨ªa peor porque no sabemos a qui¨¦n gritarle. Y no sabemos adem¨¢s si nos est¨¢n utilizando".
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