Actividades
Despu¨¦s de haberse levantado con el alba en este domingo 21 de marzo para despedir al chico, que sale de excursi¨®n a Pe?alara con el colegio, ella regresa a la cama y enciende la lamparita de la mesilla para que la lectura de la revista le d¨¦ tanto sue?o como a su marido, al que ning¨²n incidente desvela. Y aunque el silencio de la hora y de la fiesta y el sosiego de la casa contribuir¨ªan a su prop¨®sito, cuando se cansa de leer y en la oscuridad de su dormitorio se reconoce rodeada de templanza, de bienestar y de justicia, la imaginaci¨®n le plantea iniciativas m¨¢s estimulantes que la de perder por un rato la conciencia, por lo que abandona las ociosas plumas, se viste el ch¨¢ndal y penetra en la leonera del chico, no tanto para poner orden como con el prop¨®sito de cambiar el armario, ahora que la primavera parece retirar al invierno a sus cuarteles.
Est¨¢ la ropa de abrigo sobre la cama sin hacer, a la espera de repartirla entre la lavadora y el tinte, y ya ha colocado en el armario de la habitaci¨®n las camisetas y los calcetines que trajo del trastero, cuando el marido interrumpe su tarea con unas gansadas y tan dulcemente la transporta al lecho matrimonial que ella se olvida de apagar la luz del cuarto del chico. Al rato, cuando reaparezca y advierta que el desorden promovido es superior al que el chico ten¨ªa y se considere sin fuerzas para terminar la operaci¨®n que inici¨®, preferir¨¢ dejar ventil¨¢ndose el cuarto y obedecer la voz de su esposo desde la cocina -as¨ª pudieron convocar los hirsutos varones a sus mujeres en la antig¨¹edad- que le invita a compartir las tostadas, la mantequilla, la mermelada, el caf¨¦ y el peri¨®dico al que est¨¢n suscritos, como hacen todos los domingos de los que tiene memoria.
En el peri¨®dico que el marido lee en voz alta se dice -y siempre el d¨ªa de fiesta es el m¨¢s apropiado para estos reportajes de sociolog¨ªa- que las j¨®venes parejas madrile?as, tanto las reci¨¦n casadas como las que cuentan con uno o dos hijos peque?os, se levantan tarde en los domingos de invierno porque la noche del s¨¢bado asistieron a un teatro musical o cenaron con las parejas amigas o sufrieron un gran atasco de carretera al regresar de la segunda residencia. Y que a la mayor¨ªa de ellas se las encuentra a media ma?ana en la cocina de casa, sin asearse a¨²n y con la ropa de dormir, desayunando tostadas con mantequilla y mermelada o galletas y caf¨¦, un men¨² compartido con la lectura del diario de referencia -y, si acaso, con el rumor atenuado de la radio-. "Como nosotros", le comenta a ella levantando los ojos del peri¨®dico.
Se?ala tambi¨¦n el reportaje que estas parejas salen de casa a mediod¨ªa para el corto paseo del aperitivo. En el quiosco adquieren los fasc¨ªculos que coleccionan y presencian alguna carrera de fondo organizada por los c¨ªrculos de recreo del barrio o la exhibici¨®n de artes marciales en el polideportivo de los compa?eros del instituto del chico o los vecinos. En el bar m¨¢s pr¨®ximo inician solos la ronda de bebidas y tapas y se les incorporan los conocidos de la iglesia del barrio -muy activa- o los que vuelven del centro de Madrid -el Rastro, la plaza Mayor-, donde acudieron para complacer el capricho de los ni?os. Almuerzan en el mismo bar o en casa de los padres o los suegros, y hasta media tarde no regresan al hogar y entonces preparan la tarea escolar del lunes o siguen la pel¨ªcula del v¨ªdeo o el programa de televisi¨®n. "Nosotros hacemos torrijas", apunta ella.
Todo esto ocurre los domingos de invierno, precisa el peri¨®dico, porque cuando llega el buen tiempo, y sobre todo en verano, cambian las costumbres: excursiones a la sierra o al pueblo o a otras ciudades, incluso a la playa. En los azulejos de la cocina se refleja el oleaje del mar. "Hoy empieza la primavera", dice ella mirando el calendario. El hombre pasa una hoja del peri¨®dico a la manera de un dios que removiera el aire del planeta. "Primero compramos los fasc¨ªculos", planea, "y luego nos acercamos a ver pasar el marat¨®n". "Habr¨¢ que cont¨¢rselo al chico", comenta ella. Y se levanta de la mesa, coloca las tazas en la pila y las friega. ?l anuncia cerrando el peri¨®dico: "Parece que C¨¢ndido tiene una camarera negra". Ella propone: "?Quieres que comamos all¨ª?". Y antes de obtener su respuesta se vuelve y le dice inesperadamente: "Sin ti no sabr¨ªa qu¨¦ hacer".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.