Aguerrida Aguirre
El d¨ªa que no se habla de que Esperanza Aguirre le ha echado un pulso a alguien es porque hablamos de un desaf¨ªo suyo a no s¨¦ qui¨¦n o de que le planta cara a otro. Tan pronto firma una tregua con Ruiz-Gallard¨®n, al que pone chinitas en los zapatos y despu¨¦s invita a comer, inicia una cruzada en los pupitres con el nuevo presidente socialista de La Moncloa. Nunca parece haber habido peor relaci¨®n entre el Gobierno auton¨®mico y el municipal; por lo que se ve venir, el di¨¢logo y el talante le deben producir a do?a Esperanza tantas risillas ir¨®nicas como a su compa?ero Rajoy. Pero adem¨¢s, para marcar distancia y que se vea claro que no todos son iguales, la presidenta no quiere compartir amabilidades con Ruiz-Gallard¨®n ni con Zapatero. Disc¨ªpula muy querida del ex presidente Aznar, desea gobernar Madrid con el mismo talante que su maestro. Habr¨¢ le¨ªdo a T¨¢cito: "Es dif¨ªcil juntar la concordia y el poder". Ella no quiere presidir un gobierno d¨¦bil, como ha o¨ªdo decir a Rajoy con insistencia que es el de Zapatero, por lo que ha decidido ponerse en jarras para que los madrile?os no notemos en ella carencia de fuerza y de coraje. Tampoco quiere un gobierno inestable, como repite Rajoy que es el de Zapatero. Pero si el vicealcalde Manuel Cobo, del PP, proclam¨® la semana pasada que en el Ayuntamiento esperaban que alguien llevara la cordura a la Comunidad es porque ¨¦l, que se conoce el percal, habr¨ªa detectado una cierta inestabilidad, al menos emocional, en el Gobierno de Madrid.
Cobos se refer¨ªa a la pen¨²ltima refriega de la presidenta en el asunto del metro, antes de que Aguirre se prometiera, como ha hecho ahora, desarrollar ampliamente por su cuenta la LOCE, ley de ense?anza condenada a morir, sin que le preocupe que el riesgo de que la cordura que su compa?ero de partido echaba en falta termine siendo una ausencia temida por todos. Porque si la oposici¨®n no la acusa de falta de cordura, como los suyos, s¨ª ve en ella precipitaci¨®n, y en esto puede que coincida, quiera o no, con el Gobierno de Zapatero, al que su partido acusa de precipitado. Por eso, sus adversarios advierten a Aguirre de los efectos de su precipitaci¨®n, es decir, del riesgo que corre de que termine pas¨¢ndole que los decretos sobre la LOCE que apruebe ahora por su cuenta no sean de aplicaci¨®n para septiembre y tenga que dar marcha atr¨¢s, como le ha ocurrido m¨¢s de una vez. No creo, sin embargo, que la presidenta haya perdido la cordura; su arrebatadora energ¨ªa no va m¨¢s all¨¢ de unos ataques de nervios. Que de pronto, y sin ella esperarlo, cambien en el censo de Madrid los nombres de los habitantes del palacio de la Moncloa, y no sean los nuevos inquilinos la familia Rajoy, la ha dejado destrozada. Se entender¨¢ as¨ª c¨®mo est¨¢n esos nervios, cambiando los cargos de Sanidad con premura para acoger en la Comunidad a sus compa?eros desalojados del Gobierno central, acaso con el fin de reducir al tiempo las listas de espera en el arreglo de juanetes y las del paro en el PP. Nadie niega que tenemos en Madrid una presidenta con dos pares. Ella es todo un car¨¢cter, y ya lo sabemos, pero que su coraje sirva para atender m¨¢s a los ciudadanos que a su partido es lo que est¨¢ por ver. Y aunque no creo que Aguirre sea una mujer con desmedido af¨¢n de protagonismo, no s¨¦ c¨®mo se las arregla para protagonizar no pocos desarreglos. L¨ªbreme Dios de insinuar torpeza. Aunque a punto hemos estado de ponerle fronteras al metro de Madrid y que con la sabia consigna de que "quien paga, manda", termine el ciudadano pagando caro las luchas de poder para que ella, con sus respetables argumentos, mande m¨¢s que Gallard¨®n sin que sepamos para qu¨¦. O s¨ª.
Porque parece que detr¨¢s de todo el guirigay del metro planea la sombra de empresas privadas con intereses en el transporte. Los presupuestos no son s¨®lo n¨²meros, hay en ellos ideolog¨ªa. No en vano, la ense?anza concertada halla en los n¨²meros de la presidenta su mayor alegr¨ªa, y la p¨²blica, su mayor desolaci¨®n. En cualquier caso, disciplinada militante del PP, encarna la nueva l¨ªnea emocional y estrat¨¦gica de su partido: fomenta la guerra entre ellos mismos y planta cara al nuevo Gobierno de modo desafiante. Y en eso nos entretenemos. Ahora que se habla mucho de talante, hay que recordar que los hay muy diversos y cada cual decide el suyo: el de Esperanza Aguirre es muy aguerrido.
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