Por un espacio aut¨®nomo de la Universidad
Las ense?anzas art¨ªsticas superiores andan a la pata coja en Espa?a. La LOGSE las equipar¨® a licenciaturas universitarias, pero dej¨® para luego la correspondiente regulaci¨®n de los centros que las impart¨ªan. Ello viene lastrando gravemente estas ense?anzas entre nosotros, conden¨¢ndolas a las limitaciones organizativas de la ense?anza media y a la precariedad de medios t¨¦cnicos y econ¨®micos, a no ser que haya una Administraci¨®n dispuesta, m¨¢s all¨¢ de sus obligaciones competenciales, a suplir esos d¨¦ficit. Es ¨¦sta una grave asignatura pendiente de nuestro sistema educativo.
En febrero de 2004, en vigilias de las ¨²ltimas elecciones legislativas, una veintena de escuelas de teatro, m¨²sica y danza de toda Espa?a suscrib¨ªan una declaraci¨®n conjunta, que hicieron p¨²blica simult¨¢neamente desde sus respectivas ciudades, urgiendo un compromiso de las diversas opciones pol¨ªticas en liza: que el a?o en curso fuera el escenario en que las ense?anzas art¨ªsticas superiores dieran el paso adelante que les falta para su entera normalizaci¨®n, dot¨¢ndose a los centros que las imparten de las condiciones propias de la ense?anza superior; una Ley de Ense?anzas Art¨ªsticas pod¨ªa ser la v¨ªa que resolviera este problema, junto a otras cuestiones ordenadoras pendientes. La iniciativa parti¨® del acuerdo entre el Institut del Teatre (Catalu?a) y la Real Escuela de Arte Dram¨¢tico (Madrid), y obtuvo un eco importante, as¨ª como un alto grado de aceptaci¨®n y de compromiso por parte de los partidos pol¨ªticos.
Sea cual fuere la v¨ªa y el instrumental legislativo que finalmente se consideren necesarios por el Congreso de los Diputados y por el Ministerio de Educaci¨®n, hay una idea central de la cual habr¨ªa que partir: los centros que imparten ense?anzas art¨ªsticas superiores requieren un espacio equivalente al universitario, pero aut¨®nomo de la Universidad. Ello se debe a la especificidad de las ense?anzas art¨ªsticas, a la singularidad de su naturaleza.
Las ense?anzas art¨ªsticas no se basan s¨®lo en el conocimiento homologado por la Universidad, sino tambi¨¦n en el conocimiento que atesoran algunos oficios. Usan un sistema de pruebas de acceso y de evaluaci¨®n que no se refieren s¨®lo a los conocimientos adquiridos, sino tambi¨¦n a las destrezas y habilidades. El profesorado capaz de impartirlas, en muchos casos, extrae sus saberes de la creaci¨®n art¨ªstica y no s¨®lo de la investigaci¨®n, cosa que hace inadecuada la exigencia generalizada del t¨ªtulo de doctor a todo el profesorado. Por otro lado, precisan de unas ratios acad¨¦micas baj¨ªsimas que llegan a ser de un profesor por alumno en el caso, por ejemplo, de la docencia de los instrumentos musicales. Requieren espacios fuera de lo com¨²n (espacios esc¨¦nicos, aulas de danza, etc¨¦tera), dotados de acondicionamientos t¨¦cnicos complejos. Y necesitan conjugar la actividad docente con el ejercicio de la creaci¨®n, cosa que exige una regulaci¨®n distinta de las incompatibilidades. En fin, las ense?anzas art¨ªsticas comportan un elevado coste por alumno, derivado de la singularidad de sus ratios, horarios lectivos y requisitos infraestructurales.
Todo ello, efectivamente, reclama sine qua non la articulaci¨®n de los centros que imparten las ense?anzas art¨ªsticas superiores en un espacio semejante al universitario, pero necesariamente aut¨®nomo de la Universidad. Un espacio que podr¨ªa, llegado el caso, constituirse en Universidad de las Artes, moviendo sinergias innovadoras entre los diversos centros y lenguajes art¨ªsticos, levantando insospechadas posibilidades de futuro, tanto docentes como investigadoras y creativas.
Integrar las ense?anzas art¨ªsticas superiores en el magma universitario espa?ol -tal como ¨¦ste viene hoy planteado- ser¨ªa condenarlas a una presi¨®n comparativa insostenible, que acabar¨ªa por ralentizar y estrangular su desarrollo. A nuestro leal entender, es un error el paso que se quiere dar en Valencia, con la integraci¨®n de estas ense?anzas a la Universidad. Un paso comprensible en el empe?o de los centros implicados por salirse como sea de la precariedad en que se hallan, probando fortuna en otros p¨¢ramos. Pero un error estrat¨¦gico. En cualquier caso, nadie deber¨ªa llamarse a enga?o y pensar que ¨¦sa pueda ser una soluci¨®n general: s¨®lo podr¨ªa entenderse como una letal y alucinada "soluci¨®n final".
Es vital que las ense?anzas art¨ªsticas superiores sean protegidas en su especificidad. En otras palabras: es imprescindible establecer la "excepci¨®n art¨ªstica" en las ense?anzas superiores o universitarias, es decir, articular el ecosistema necesario para su existencia. No puede echarse un cubo de agua coloreada al mar pretendiendo que va a preservar su color: todo el mundo sabe que va a disolverse en la inmensidad. Hace falta una opci¨®n decidida del poder democr¨¢tico por las ense?anzas art¨ªsticas superiores, por garantizar sus constantes vitales.
Jordi Font es director general del Institut del Teatre.
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